Pablo De Santis: “las novelas de Verne fingen hablar del futuro, pero conversan sobre el pasado”
En su última novela, el reconocido y premiado autor argentino instala al Capitán Nemo, el famoso personaje de Verne, en un hotel de nuestra Patagonia. Aquí habla sobre las decisiones que tomó en la construcción de su nueva historia.
- Comencemos por La isla misteriosa, libro extraño y maravilloso: ¿qué te sugiere esa novela?
- Como en otros libros de Verne, hay un entusiasmo por la destrucción. Los “náufragos del aire” (Verne los llama así porque viajan en un globo que cae al mar) levantan en la isla toda clase de invenciones, incluidos un ascensor y un telégrafo. Y luego vemos la completa destrucción de todo. En La isla misteriosa se ve con claridad ese lado oscuro que tenía Verne: en la superficie, amaba los viajes y la ciencia. Por lo bajo, le gustaban los naufragios, los desastres, el apocalipsis.
- Allí es donde, presuntamente, el Capitán Nemo muere, y sin embargo reaparece en tu novela, en la Patagonia. ¿Por qué elegiste esa geografía y por qué ese personaje?
- Lo primero que imaginé, como en un sueño, fue a Nemo como dueño de un hotel junto a un acantilado, en la costa Patagónica. Después me di cuenta de que no era algo tan irracional ubicarlo allí, porque la Patagonia aparece en El faro del fin del mundo y en Los hijos del capitán Grant. Hay alguna referencia también en Veinte mil leguas de viaje submarino. Imaginaba la soledad de la costa patagónica en esa época, y el hotel solo, al borde del acantilado, sacudido por el viento.
- Y por qué un hotel, ese territorio de todos y de nadie al mismo tiempo que es un hotel. “Un hotel es como barco, con la salvedad de que un hotel no puede hundirse”, dice uno de los personajes.
- Los hoteles aparecen muy a menudo en mis novelas y cuentos. El dibujante Juan Sáenz Valiente hizo un corto genial con “Hotel Recuerdo”, uno de mis cuentos. En mi novela Crímenes y jardines aparece un hotel para suicidas; en La traducción, toda la trama transcurre en un hotel a medio construir o a medio derrumbar. Los hoteles han tenido un lugar central en la literatura, porque son el territorio donde se cruzan personajes que no se conocen. Es un mundo físicamente cerrado (por eso tantas novelas policiales transcurren en hoteles), pero narrativamente abierto, porque en sus cuartos y en sus salones se cruzan las historias y las vidas.
- Hay múltiples referencias y homenajes a la literatura en Hotel Acantilado: un librero, el exlibris, el intento de recuperación de una parte de la biblioteca que se hundió con el Nautilus (“su retrato hecho de libros”), las rosas que escriben con tinta.
-Trato de escapar de las tramas librescas, pero siempre vuelvo a la presencia de los libros, porque vivo rodeado de bibliotecas. Pero no solo me interesan los libros en sí, sino el modo en que las personas se relacionan con los libros: cómo los marcan, qué cosas olvidan entre sus páginas, quiénes fueron los antiguos dueños de los libros que compramos usados. Nemo intenta recuperar una pequeña parte de los 12.000 libros del Nautilus. No sabe que al emprender esa búsqueda traza su retrato. Los libros que tenemos y, sobre todo, los que perdimos y tratamos de recuperar siempre son nuestro retrato.
-¿Cuál es tu opinión de cierta tendencia contemporánea a trabajar sobre lo ya concebido, establecer intertextos, vinculaciones, continuidades con títulos y obras de otros autores?
-Nunca había tomado un personaje ajeno. En los últimos años, a partir de la muerte de mis padres y la necesidad de vaciar, junto con mis dos hermanas, la casa donde transcurrió la infancia de los tres, hice un involuntario repaso de mis lecturas de niño. Yo leía fascinado a Verne y, ya de adolescente, a Agatha Christie. Durante años me alejé de esas lecturas. Pero después volví a ellas y me di cuenta de por qué me habían hechizado. Creemos que de niños somos lectores ingenuos, pero no es así. Somos bastante agudos y buscamos en los libros lo extraordinario: la aventura, el misterio, la pasión. Es de mayores cuando nos convertimos en lectores ingenuos y aceptamos las modas, las manías de la época y sucumbimos al esnobismo.
-La de Nemo es una constante lucha contra su pasado: sucede en Veinte mil leguas..., en La isla misteriosa, y ahora en tu novela: el pasado siempre viene a buscarlo, y Nemo nunca termina de desprenderse de él.
-El pasado persigue a Nemo, y a mí me persigue la tradición literaria, y la duda de haber cometido un pecado imperdonable al tomar prestado al personaje. Toda narración representa el cruce del pasado con el presente. En la novela policial, es el pasado de algún personaje lo que determina el crimen, y el detective debe descubrir ese vínculo. Las novelas de Verne fingen hablar del futuro, pero conversan sobre el pasado: por eso el Nautilus es biblioteca y museo. Proust tituló a su conjunto de novelas En busca del tiempo perdido, pero creo que para la mayoría de la gente se trata de huir del tiempo perdido, huir del pasado, olvidar. Como trata de hacer Nemo.
- Nemo nos demuestra que no puede vivir sin el mar, y que -como muchos de nosotros- no puede dejar de ser él mismo, aunque lo pretenda.
-Hay una figura recurrente en la literatura, desde La Ilíada hasta el cine de acción: el mito del héroe dormido, o ajeno, distraído. Como lo es Aquiles, cuando se aleja de la batalla. Pero hay un momento en que el héroe, por retirado que parezca, vuelve a la acción, despierta. Así ocurre con Nemo en Hotel Acantilado. No le basta con decir su identidad, necesita mostrarla en un momento de peligro.
PERFIL
Pablo De Santis nació en Buenos Aires en 1963. Es autor, entre otros libros, de las novelas La traducción (1998), Filosofía y Letras (1999), El teatro de la memoria (2001), El calígrafo de Voltaire (2002), El enigma de París (2007, traducida a 20 idiomas) y Crímenes y jardines (2013). Entre sus libros para jóvenes están Lucas Lenz y el Museo del Universo (1992), El inventor de juegos (2003, llevada al cine) y El juego de la nieve (2016). Recibió el Premio Kónex de platino 2004, el Premio Planeta-Casamérica 2007, el Premio de novela de la Academia Argentina de Letras 2008 y el Premio Nacional de Cultura 2012. Su álbum de historietas El hipnotizador fue convertida en la serie homónima de HBO.
Por Hernán Carbonel - Para LA GACETA