19 Abril 2021
YUNGAS TAFICEÑAS. La naturaleza pide ser preservada cada día más. ARCHIVO LA GACETA
La humanidad está librando una guerra insensata y suicida contra la naturaleza. El cambio climático, la contaminación y la pérdida de la biodiversidad representan una triple emergencia, entiende un informe del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (Pnuma) que pretende actualizar y sintetizar la información generada en los últimos años sobre la crisis medioambiental.
La polución mata a 9 millones de personas de forma prematura cada año. Y los riesgos para la salud relacionados con el clima y con la biodiversidad causan millones de muertes adicionales. "Ninguno de los objetivos mundiales para la protección de la vida y para detener la degradación de la tierra y los océanos se ha cumplido plenamente", se lee en ese documento.
Indicadores tradicionales como el PIB sobreestiman el progreso económico y no muestran el costo de la destrucción. Por eso, esta triple crisis debe abordarse de manera integral. Los planes de recuperación post Covid-19 son una oportunidad imperdible para acelerar la transformación, ha dicho António Guterres, secretario general de la ONU, al presentar el estudio.
Todos tienen un papel que desempeñar. Gobiernos; empresas; sociedades civiles; instituciones educativas; medios de comunicación e individuos. Necesitamos incluir los costos ambientales en los precios, eliminar los subsidios a los combustibles fósiles e invertir en soluciones innovadoras. "Es hora de hacer las paces con la naturaleza", ha añadido Inger Andersen, la directora ejecutiva del Pnuma, de acuerdo a declaraciones suyas reproducidas en medios europeos.
Medidas concretas
La ONU ha querido lanzar esta alerta al entender que 2021 debe ser un año determinante para lograr un cambio de rumbo. De hecho, estamos cerca del punto de "no retorno", han explicado desde el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) y desde la Plataforma Intergubernamental sobre Biodiversidad y Servicios de los Ecosistemas (IPBES), organismos científicos vinculados a Naciones Unidas en los que se basa el documento de Pnuma.
Entre las medidas concretas figura, además de la eliminación de los subsidios a los combustibles fósiles, el establecimiento de un precio al dióxido de carbono. También se propone "cambiar la fiscalidad" para promover una economía circular que desvincule la prosperidad de la contaminación.
Este año se concretarán (de supuesto) varios encuentros internacionales importantes, como la cumbre climática de Glasgow en noviembre. Esta cita tuvo que retrasarse un año por la pandemia. Esta vez, Estados Unidos, el país que más ha contribuido al calentamiento global a lo largo de su historia, participará de esas negociaciones debido a la derrota de Donald Trump, el ex presidente que buscaba su reelección y que había sacado a su país del Acuerdo de París, el tratado que busca limitar el incremento de la temperatura media a entre 1,5 y dos grados.
Los autores del escrito anhelan que esa potencia vuelva a aportar la financiación climática.
En rigor, es más de lo que ya se sabe. Pero la insistencia se debe a que nada se ha hecho hasta ahora para salvar a la Tierra (y salvarnos) de una catástrofe ambiental.
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