Se cumple un nuevo aniversario de la muerte de Charles Darwin. Hace más de un siglo que sucedió y se nos pide recordarlo. Y entonces lector, lectora, nace la pregunta genuina: ¿Por qué volver a Darwin? Veamos.
¿Por qué volver a él si es un asunto de científicos y científicas? En efecto las ideas de Charles Darwin se tratan en gran medida de un asunto que importaba a lo que entendemos como comunidad científica. Pero son algo más que eso. Sus propuestas terminaron de consolidar un conjunto de ideas en torno a cómo fuimos evolucionando los seres vivos. Y así, comprender que sostener la evolución de los seres vivos, aumentar la cantidad de años de la Tierra, señalar los mecanismos biológicos que actuaron, incluir un origen común de lo vivo, todo eso se vincula de una u otra forma con nuestros problemas sociales y ambientales cotidianos. Se trata de comprender que la actividad científica y los problemas sociales se interrelacionan.
¿Por qué volver a Darwin si muchas de sus ideas no fueron acuñadas por él? De hecho, la idea de que los seres vivos fueron cambiando en el tiempo lo habían planteado de diversas maneras numerosos pensadores e investigadores anteriores en la historia. Y eso es habitual, tanto en la comunidad científica como en otros ámbitos, tomamos ideas que fueron planteadas previamente. Y la fortaleza de la propuesta de Darwin en gran medida tuvo que ver con juntar algunas, modificar otras y justificarlas mediante diferentes evidencias que logró recuperar a través de los años. No parece poco. Y de hecho, es un accionar habitual de la ciencia y de otros modos de obtener conocimiento.
¿Por qué volver a Darwin si muchas de sus conclusiones luego fueron rectificadas? En efecto, algunas de sus propuestas fueron modificadas por la propia comunidad científica. Uno de los cambios más relevantes fue el de cómo heredamos nuestras características, a raíz de la incorporación de la noción de gen con posterioridad a su muerte. Y entonces se hace evidente que la práctica científica no es individual, sino que es colectiva y tiene aceptaciones parciales, cambios pequeños a veces, en otras ocasiones muy grandes. Y aún a pesar de esos cambios, la propuesta de Darwin siguió teniendo niveles de originalidad, creatividad y fortaleza que llevaron a que su mayor parte se sostenga, conforme avanzaron las décadas.
¿Por qué volver a Darwin si muchas de sus propuestas involucran ideas que nos parecen demasiado lejanas? Por ejemplo, la pregunta con relación a qué es lo que evoluciona. Veamos un caso real: la resistencia creciente de bacterias a antibióticos. En general, esta resistencia no es incorporada por bacterias individuales, sino que han podido multiplicarse las bacterias que ya tenían dicha resistencia. Y entonces, se reconoce a la población como unidad de evolución, una de las grandes novedades de la propuesta darwiniana. Significa comprender que es la población una de las entidades que evoluciona, que cambia en el tiempo a la vez que se heredan muchas de sus características. Así, reconocemos que vamos cambiando como grupos, heredando a nuestra descendencia muchas de nuestras características, a la vez que las futuras generaciones serán diferentes. Y en esto hay algo maravilloso de la propuesta darwiniana. Maravilloso y fundamental.
¿Por qué volver a Darwin si el alcance de muchas de sus ideas luego fueron (y aún lo son) discutidas? Quizás el ejemplo más claro de ello sea la selección natural. No hay duda de que la llamada selección natural es uno de los mecanismos biológicos fundamentales que dan cuenta de por qué los seres vivos somos como somos. Explica los filosos dientes del tiburón, la rapidez de la liebre y el caparazón duro de la tortuga. Pero qué características nuestras son propiamente explicadas por la selección natural y cuáles no, es objeto de controversia. Porque no parece ser lo mismo hablar del tamaño de nuestro cerebro a nuestras preferencias sexuales, alimentarias o ideológicas. En esta diferencia nace la discusión en torno a cuándo explicar a través de un único mecanismo o cuándo debemos acudir a otros (que también son parte de la teoría de la evolución aunque no son parte de este texto).
¿Por qué volver a Darwin si sus ideas responden a un clima de época? Una parte muy importante de su propuesta responde a la Inglaterra de segunda mitad del siglo XIX, muchos de sus valores y ejemplos tienen que ver con esa forma de ver el mundo. En gran medida esos sesgos fueron modificados conforme avanzaron las décadas. En algunos casos aún hoy continúan, en tanto la comunidad científica reproduce algunos de esos valores. De todas maneras, comprender a las personas en el momento de la historia en la que han vivido es una tarea tan fundamental como difícil.
¿Y entonces? ¿Por qué volver a Charles Darwin? Justamente: por todo esto. Porque nos habla de los vínculos que tenemos con el resto de los seres vivos, nos permite comprender sus diferencias y similitudes. Porque nos cuenta que muchas de nuestras características responden a los ambientes en los que vivimos y en los que han vivido generaciones anteriores. Porque nos subraya la importancia de entender la historia para entender el presente. Porque nos recuerda que podríamos haber sido diferentes y que aún podemos serlo. Porque nos indica que las ciencias tienen mucho de justificación, de propuesta, pero que por supuesto puede equivocarse y eso es parte de su naturaleza. La práctica científica se trata de un acercamiento maravilloso para el conocimiento del humano y resulta fundamental conocerla.
Consecuentemente: cómo no volver entonces a Charles Darwin.