Una de las más queridas joyas de la abuela, en materia de patrimonio edilicio, es la Primera Confitería, enclavada en el corazón del cerro San Javier. Siempre a la vista en la subida al cerro, acariciada por el arroyo Muerto y devorada por las yungas, la vieja casona de estilo californiano pareció siempre lamentarse, como la casa de la novela de Manuel Mujica Láinez, de que era demasiado joven para ser olvidada y demolida. Ese había sido el destino de esta joyita en los últimos 30 años, hasta ahora en que, por un acuerdo entre Patrimonio, Cultura y Turismo, va a ser recuperada mediante una concesión, si todos los astros se alinean. Los primeros pasos ya se han dado.
“Estamos recuperando destinos turísticos que en el tiempo se han ido degradando. Llegó el momento de volver a darles brillo”, dice Sebastián Giobellina, presidente del Ente Tucumán Turismo. “Y hay otra historia que es la de la gente. La gente anhela recuperar esos espacios que han sido parte de su infancia. Eso es la Primera Confitería”, agrega.
El chalet inaugurado el 22 de mayo de 1938 en el km 15 de la ruta 338, formaba parte de las obras públicas de los gobiernos de Miguel Campero y de Miguel Critto. La ruta 338 se había comenzado a construir un año antes y después de 1941 aparecerían la Hostería en la cima del cerro (hoy Club Sol) y el Cristo Bendicente (1942), del escultor Juan Carlos Iramain. Estas tres obras, junto con el edificio frustrado de la Ciudad Universitaria, son jalones de la identidad del cerro San Javier, cercano para la gente de Yerba Buena, familiar para los tucumanos y área de turismo accesible para los visitantes. “Hay un anillo turístico a la vuelta de la ciudad y está en El Cadillal, la Primera Confitería, San Javier en sí mismo, y el regreso al Cadillal. Hay un ABC en turismo que es la buena conectividad. El puente del río Muerto (en El Corte) era clave. Cuando se reconstruyó, se activó el circuito”, dice Giobellina, quien considera que el clima de Tucumán ayuda a que estos sitios inviten a la visita en todas las estaciones del año. “Los lugares pueden ser usados de noche y de día”.
El Cadillal ha sido rediseñado como espacio turistico, y la obra de refuncionalización alrededor del Cristo avanza. Faltaba la Primera Confitería, que en sus orígenes ofrecía servicios de restorán y cafetería en plena selva. Tenía una playa de estacionamiento para colectivos y autos. En los 70 se le agregó una pileta y un gran sector con sillas y mesas de material para picnic, proveeduría, baños, vestuarios y juegos infantiles.
A fines de los 80 fallaron las concesiones y para los 90 había comenzado el deterioro, seguido por el vandalismo y el avance de la selva al interior de la construcción. Las jaurías se adueñaron del predio y el arroyo se fue llevando partes del piso del lado norte.
En las tratativas para recuperar la confitería, se acordó con la comisión de Patrimonio que se considerara un proyecto de inversores hoteleros para reconstruir el chalet con el estilo californiano -muros blancos, techos de tejas, carpintería de madera y arcos- más la conservación de los asientos originales en forma de flor.
“La idea es volcarlo a la gastronomía y la prestación de servicios. Bar, restaurante y que de alllí salgan excursiones, cabalgatas, trekking y también podría hacerse ahí la previa de los parapentistas”, explica Giobellina. El próximo paso es que se analice el proyecto ejecutivo con Patrimonio y se lance la concesión. El titular de Turismo estima que en un año podría renacer la Primera Confitería, abandonada durante años, pero nunca olvidada.