Prevenir la prevención del coronavirus

Prevenir la prevención del coronavirus

Por Alejandro Matesich - Psicólogo.

11 Abril 2021

“Segunda ola”, “cepa británica”, “cepa de Manaos”, inminencia de nuevas restricciones; son títulos con los que en estos últimos días nos encontramos en una portada de cualquier medio informativo. A más de un año del inicio de la pandemia, las consecuencias del virus siguen siendo notables a pesar de ya contar con una vacuna, que, si bien escasea en estos días, la ilusión de todos estar vacunados, esta “a la vuelta de la esquina”.

No caben dudas de que el mundo entero se ha visto obligado a reorganizarse tras la emergencia de este virus. Cada uno de nosotros ha tenido que modificar en mayor o menor medida hábitos de nuestra vida diaria. En el caso de nuestro país, con una de las cuarentenas más largas del mundo, sería injusto pensar o acusar a la irresponsabilidad colectiva únicamente por la emergencia de esta nueva ola. Este aumento de contagios, era algo que se imaginaba y esperaba desde la medicina misma, aun cuando la responsabilidad ciudadana era “más ejemplar”.

Lo cierto es que, a pesar de las advertencias y campañas informativas que a diario nos llegan, la gente parece “no entender” ni acatar a las normativas dispuestas. Hablar de “conductas colectivas”, y “responsabilidad social”, es un tema arto sensible y complejo. Sobran las recomendaciones sobre cómo cuidarnos y cuidar al otro, sin embargo, en muchas ocasiones hay personas que hacen caso omiso.

Las campañas preventivas que se han venido desarrollando desde el inicio de la pandemia, no han dejado de poner énfasis en informarnos sobre: cómo cuidarnos, las medidas a adoptar, las consecuencias de no respetar los protocolos, lo que debemos y no debemos hacer. Casi que, con insistencia diaria, mas campañas preventivas son pensadas desde la lógica del informar, que, si bien son necesarias, al parecer tienen sus límites.

El resultado es el siguiente: la información es necesaria pero no suficiente. Mucho más aún, si la misma conlleva a posiciones contrapuestas como “lo bueno y lo malo”, lo que hay que hacer y lo que no. “Un ejercicio de cuidadania”, se augura desde las campañas preventivas del gobierno y su equipo de profesionales. El contenido moral es implícito: no cuidar al otro es ser un mal ciudadano. Una convocatoria directa al deber no siempre obtiene sus resultados, tratase de jóvenes y/o adultos también.

Lo que se descuida desde la prevención actual es ese ¿“que no se entiend?”, de todo lo que se informa. Se entiende y mucho, la gente ya comprendió lo que se espera de ellos como ciudadanos; lo cierto es que, más allá del cansancio y hartazgo colectivo, los seres humanos muchas veces nos orientamos a cruzar los limites, a evadir lo que está “bien”, (y eso es lo que no se contempla en las campañas). El paciente diabético que “no cumple” con su dieta, el adulto a quien se “le prohibió” que deje de fumar, los adolescentes quienes muchas veces en la búsqueda de experimentar lo nuevo, asumen riesgos innecesarios, los deportes extremos, aquellos quienes creen que el virus no existe o que a ellos nada les va a pasar, la agresión y las conductas de auto daño, etc. Son todos ejemplos de cómo los seres humanos buscamos cruzar limites, asumir riesgos; las amenazas a nuestra integridad, muchas veces vividas en forma real o mediante prácticas, juegos y deportes, son vividas en ocasiones como “una experiencia de vida”.

Pulsión de vida y pulsión de muerte; Eros y Thanatos. Dos movimientos que rigen la naturaleza de las relaciones humanas. Aunque opuestos, no dejan de relacionarse y vincularse uno con otro en cada movimiento de nuestras vidas.

Las propuestas preventivas actuales, en su mayoría, convocan un discurso que enfrentan a la población ante la oposición vida/muerte; quedando el sujeto alienado, es decir no pudiendo elegir entre una y otra. Si me cuido, descuido mi vida diaria; si no me cuido, descuido la vida del otro.

Si pensamos, por ejemplo, en las campañas preventivas de consumo de alcohol en jóvenes, una propuesta superadora seria, no mostrar al joven lo que ya sabe: consumir alcohol en exceso hace daño, conducir alcoholizado es riesgoso para sí y para terceros. Lo preventivo, podría estar en no confrontar a los jóvenes con la oposición vida/muerte, sino en convocar directamente al valor de la vida: el lazo social, anulando indirectamente la noción de daño/muerte. Un ejemplo sería, una publicidad en donde un joven está disfrutando del almuerzo familiar de un fin de semana, con sus padres, de la comida casera de su madre, de la que pudo participar no estando intoxicado por la bebida de la noche anterior. La convocatoria es al lazo, el efecto puede ser diferente.

En relación al coronavirus, podríamos resaltar también la importancia el lazo. Sabemos que los adultos y los abuelos son los de mayor riesgo, a quien debemos cuidar. Una campaña preventiva, que resalte la importancia de la tercera edad en una comunidad, como ser: “Son la memoria colectiva de una cultura/sociedad”; “la importancia de los abuelos dentro de la familia”, son algunos ejemplos. Los elementos de cuidado (barbijo, distancia), podrían incluirse en las imágenes de manera indirecta, destacando de manera directa la importancia del vínculo.

Una propuesta preventiva diferente, en donde dejemos de lado la conducta moral como herramienta de análisis, y donde la información no siempre convoque de manera directa al riesgo o al daño, es posible. La convocatoria debe ser al lazo social, al fortalecimiento de lo comunitario; única vía que permite sublimar lo pulsional mortífero. Solo y desde allí, la importancia del otro, de ser con un otro, adquiere relevancia para uno mismo.

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