Cartas de lectores II: burbujas y oxígeno

Cartas de lectores II: burbujas y oxígeno

10 Abril 2021

El retorno a las clases presenciales, en combinación con las virtuales, ha desatado un alto de complicaciones previsibles. No son tiempos fáciles para nadie y mucho menos para la educación. La tan mentada bi-modalidad está funcionando con algunos quiebres significativos. Hay docentes que tienen hasta 40 burbujas -grupos de hasta 20 alumnos, según lineamientos del COE-, repartidas en varias instituciones. Estas burbujas dificultan la continuidad pedagógica y la retrasa. Hay grupos -burbujas- con los que se tuvo a la fecha sólo un encuentro presencial. El resto de los temas deben continuarse desde la virtualidad a la que no todos tienen acceso. Volver a la casa es continuar con el trabajo a perpetuidad y en presente continuo. A esto se agregan los alumnos que no pueden ir por ser de riesgo y que constituyen un trabajo extra para el docente; o las burbujas que se aíslan por contactos estrechos. Entonces el itinerario es laberíntico: muchas burbujas en el aire, como cuando soplamos un aro con detergente; y cada una con su tamaño y su nivel de acuerdo a cuánto soplamos. Los barbijos y las máscaras son una barrera para la Covid-19, pero también para el sonido; la voz se nos resquebraja y cuando los alumnos quieren expresar una idea cuesta entenderlos porque no podemos leerles los labios -habilidad que desarrollamos innatamente los docentes- ni verles los gestos. Ni qué decir de la transpiración y la picazón en la cara con toda la indumentaria de caballero medieval. Igual seguimos en la lucha, lo hicimos siempre, no somos nosotros, los educadores, los holgazanes del sistema ni los corruptos. No hacemos negocio con la educación, apenas vivimos de ella, pero también para ella, porque es la única esperanza que nos alienta. Quizás por eso queremos pedirles a las autoridades del Ministerio que nos den oxígeno; que no soliciten planificaciones para presencialidad y virtualidad, por ejemplo; ni otros tantos absurdos que terminen haciéndonos naufragar en el intento por hacer algo de bien en un momento de desconcierto. Demasiado peso para nuestras alforjas cansadas. Les agradecemos la consideración.

Graciela Jatib

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