Sembrando rugby entre surcos de caña de Santa Ana

Sembrando rugby entre surcos de caña de Santa Ana

La ovalada anexó otro territorio a su influencia en el sur tucumano, de la mano de un jugador de Aguará Guazú, que espera contagiar su pasión a los chicos de su localidad.

A un costado de la ruta que lleva hacia el centro de Santa Ana, se abre un ancho camino de tierra, irregular y algo maltratado por las lluvias que a veces se ensañan con el sur tucumano. Hay que adentrarse profundamente en él, y cuando sobrevenga la sensación de que uno se ha metido en el camino equivocado y de que lo mejor es dar la vuelta, hay que tener fe y seguir un poco más. Sólo así se llega a Santa Ana Rugby Club, uno de los enclaves más particulares de los que hoy tiene el mapa del rugby tucumano: haches de caña tacuara, levantadas sobre una prolija cancha ubicada en lo que hasta el año pasado eran surcos de caña.

Sembrando rugby entre surcos de caña de Santa Ana PRÁCTICAS. Los chicos se reúnen casi todos los días en la cancha del club.

En ese fértil suelo, Nicolás Ponce decidió sembrar rugby. “Mi idea es contagiarle a los chicos de Santa Ana la pasión por este deporte. Que tengan la oportunidad de probarlo y conocerlo, como la tuve yo”, resume el primera línea de Aguará Guazú, cuyo primer contacto fue hace unos 20 años, cuando era adolescente, precisamente en Santa Ana. “Había chicos de acá que jugaban en Huirapuca. Uno de ellos, Pablo Barrionuevo, invitó a varios chicos a jugar una tocata, entre ellos mi hermano mayor, que a la vez me invitó a mí. Me parecía una tontería, pero me sumé y me gustó. Más cuando empezamos a jugar con contacto en amistosos en Aguilares con chicos que luego formaron Aguará”, recuerda “Nico”. Si bien también tenía un grupo de amigos con los que despuntar el vicio en Santa Ana, las obligaciones de cada uno los fueron dispersando. Sólo quedó él, quien a pesar de convertirse en jugador del “Zorro” de Aguilares, decidió darle curso al sueño de un club hecho y derecho en su ciudad.

“Al principio éramos unos pocos que nos pasábamos la pelota. Y otros pasaban y nos miraban raro, porque acá sólo se juega fútbol, pero algunos se fueron acercando por curiosidad. También se sumaron algunas chicas”, cuenta “Nico”. Eso sí, la omnipresencia de la redonda en las canchas de Santa Ana les dificultaba encontrar dónde jugar un rato. “Un día le pedí a mi ‘viejo’ si me podía dar una mano, y él me dijo que tomara una parte del terreno que está al lado de la casa, donde siembra caña, y que armara la cancha ahí. Con máquinas y rieles fuimos moviendo la tierra y emparejándola. Y a las haches las armamos con cañas que cortamos de acá cerca. Las cargamos entre varios porque pesan más de 100 kilos”, describe Nicolás, desde el centro de una cancha que luce con orgullo. De fondo, una apacible vaca se encarga de “cortar el pasto”.

Sembrando rugby entre surcos de caña de Santa Ana DESTREZAS. Los ejercicios de menor contacto incluyen también a las chicas.

Primeros pasos

La cancha se inauguró el 31 de diciembre de 2020, con un encuentro del que participaron los compañeros y el entrenador de Nicolás en Aguará Guazú, quienes le obsequiaron una pelota. “También quiero agradecer a quienes me ayudan o me han colaborado en algún sentido. Por ejemplo, “Leo” Pérez, un amigo que está en Cáritas y que trajo una caja con botines y zapatillas de fútbol 5 que le sirvió mucho a los chicos. También a Alejandro Rojas, jugador de Jockey Club, al que tuve el gusto de enfrentar cuando Aguará estuvo en Primera. Él vino a hacer una pasantía de medicina y nos entrenó y ayudó con preparación física”, destaca.

AFICIONADA. Una vaca observa la práctica desde un costado del campo de juego. AFICIONADA. Una vaca observa la práctica desde un costado del campo de juego.

Como en todo club emergente, las cosas se consiguen con mucho esfuerzo. “Siempre trabajamos para poder cubrir gastos. Hacemos locros, rifas y una vez pusimos un puesto de comida en los corsos. Los encuentros de rugby emergente son generalmente en San Miguel, y no todos tienen para pagar el boleto o para comprarse su indumentaria. Por eso acá nos ayudamos entre todos para poder viajar”, cuenta Leonel González, quien por estudiar en la capital, fue ungido como manager y representante del club en las reuniones de la URT, además de encargarse de tramitar la personería jurídica. “La expectativa es tenerla este año, para que Santa Ana figure como club de la Unión y así sumar más chicos. Queremos ser un club más serio y participar de los torneo de Desarrollo”, asegura Leonel.

De hecho, cuenta Nicolás que ya hay chicos de Santa Ana a los que llevó a jugar en las juveniles de Aguará Guazú. “Algunos querían probar lo que era competir en una liga, así que les ofrecí sumarlos al club, pero siempre bajo la condición de que no se olviden de aquí. Que cuando aprendan, vengan a darme una mano, sobre todo con los más chiquitos, que son a los que más tiempo hay que dedicarles. Mi sueño es que se forme nuestro club, y de hecho mi ‘viejo’ me dio un lugar para armar un quinchito donde hacer el tercer tiempo con los chicos. Y ojalá podamos conseguir apoyo para hacer vestuarios, baños y todo lo que sea necesario”.

Por lo pronto, Santa Ana Rugby Club ya tiene la cancha y las haches. Y no sólo eso: también aparece ya en Google Maps.

Se ayudan entre todos

Santa Ana Rugby Club (que tiene su página en Facebook) organiza diferentes actividades para recaudar fondos con los que cubrir gastos de traslado cuando debe competir en encuentros de rugby emergente. Por caso, este fin de semana habrá uno en Natación. “Estamos trabajando a full con la venta de pizzas. Por suerte la gente de Santa Ana nos colabora con eso”, destaca Leonel, el manager.

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