03 Abril 2021
“¿Y... tu papá, cómo está? “. “Y... se lo llevó el virus”, balbuceó con voz quebrada y mirando al suelo para no delatar, en plena vía pública, el torrente lagrimal que había causado mi inocente pregunta. Era Natalia, la hija de mi gran amigo Julio Sierra, que ya había recibido la primera dosis de vacuna. ¿Y aún así no lo pudieron salvar? ¿Cuán poderoso es este virus, que se luce frente a la acreditada ciencia mundial, como gato jugando con el ratón, sin apuro por concluir su tarea? No puede ser obra de Dios, porque ataca por igual a buenos y a malos, prácticamente al azar. Los pueblos se están diezmando y empobreciendo. Los científicos se están desesperando. ¿Qué más hay que hacer para evitar que este odioso enemigo nos ataque? Esto es una interminable elegía a la Muerte, en la que ni las más excelsas virtudes humanas, como las que demostró tener Julito, ayudan.
Darío Albornoz
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