La tercera semana de marzo se despide y deja tras de sí los escombros estallados de lo que fuera una exitosa sociedad política oficialista. Con el vicegobernador recluido temporalmente de la escena pública por haber contraído coronavirus, el gobernador emprendió un contraataque sin miramientos. Una contraofensiva fundamentalmente territorial, aunque no desprovista de simbolismos. Si con la elección de Eduardo “Lalo” Cobos como ombudsman (determinación que quebró el bloque oficialista, rajó la bancada de FR y fisuró a la intervenida UCR), los jaldistas dejaron claro que no temen enfrentar a la Casa de Gobierno, la respuesta manzurista de las últimas 72 horas se puede sintetizar en dos palabras: tierra arrasada.
Manzur estuvo el lunes en Buenos Aires. Había dicho, sin mayores detalles, que almorzaría con el ministro de Desarrollo Territorial y Hábitat, Jorge Ferraresi. Pero regresó a Tucumán al filo de la medianoche, luego de incontables cafés con otros residentes de la Casa Rosada, incluido el jefe de Gabinete, Santiago Cafiero. Al día siguiente emprendió su contragolpe.
El martes, el gobernador se reunió con 90 de los 93 delegados comunales. La cifra tiene una contundencia que exime de mayores consideraciones. El miércoles concretó otro hecho mayúsculo: la totalidad de los concejales de San Miguel de Tucumán migraron al manzurismo sin hesitaciones: la bancada en pleno dejó de llamarse Peronismo de la Capital para denominarse Lealtad Peronista. Ese es el nombre con el cual se identifican desde hace dos lunes los 11 legisladores peronistas que abandonaron el bloque Justicialista de Todos, ahora jaldista. Entre los ediles ahora plantados en la vereda manzurista se encuentra Fernando Juri Riera, ex vicegobernador, actual presidente del Concejo y primo del ahora ex ombudsman Fernando Juri Debo, a quien el jaldismo ni siquiera ternó para una eventual reelección.
Durante la noche del 17, Manzur volvió a comer con Ferraresi, sólo que esta vez la comida fue en El Cadillal y, como comensales, se sumaron casi medio centenar de secretarios generales de sindicatos provinciales. “El peronismo reconoce en los trabajadores a la columna vertebral del movimiento”, fue el mensaje del mandatario provincial, que en realidad les hablaba como presidente del PJ. Ferraresi les comunicó entonces lo que anunció en la mañana de ayer en el Salón Blanco: a las 3.600 viviendas ya encaradas se sumarán otras tantas en noviembre.
Ayer la tensión no menguó. Durante la mañana se quebró no un bloque sino el mismísimo Concejo Deliberante de Alderetes. La mitad más uno de los ediles peronistas se reivindicaron manzuristas y desbancaron la conducción del cuerpo, en manos de ediles jaldistas. Alderetes es la segunda ciudad del Este tucumano, pero antes que por su peso demográfico, en Casa de Gobierno celebraron el “manijazo” en la sección electoral históricamente asociada al jaldismo.
Es que la pelea es política, pero también personal. La elección legislativa del ombudsman dejó en la banquina a uno de los hombres más cercanos a Manzur: según el orden de proximidad, el gobernador parece clasificarlos en “paisanos”, “parientes” y “primos”. Y Juri Debo era “el primo Fernando”. El “vuelto” fue en el territorio del jaldismo. Y en una administración jaldista. Cuando en 2019 el legislador Julio Silman y su sucesor en la intendencia de Alderetes, Sergio Benegas, se definieron alperovichistas, el vicegobernador inclinó la balanza por Aldo Salomón y lo hizo jefe municipal. Su esposa, Graciela del Valle Gutiérrez, es legisladora y votó por Cobos hace 10 días. Ayer, Fanny Salomón dejó de ser presidenta del Concejo Deliberante.
Al cierre de esta edición, Manzur estaba reunido con la dirigencia de la capital en el Hipódromo, para sumar una nueva “instantánea” al álbum de fotos con el que busca instalar una idea: en el peronismo no hay “doble comando”, sino sólo un conductor.
El gobernador reservó la última página del álbum de esta semana para una sonrisa más frente a los flashes: acompañará hoy al presidente Alberto Fernández en la visita a Catamarca.
En la era digital, el peronismo no debate las “20 verdades” del fundador, sino que compulsa imágenes. El lunes 8, los jaldistas se encargaron de interpretar el “momento Kodak” en el que Cobos juraba entre aplausos, luego de que 27 votos lo consagraran. “El proyecto de una nueva reforma constitucional está sepultada”, titularon el retrato. Ahora, el manzurismo reúne las “Polaroids” de la semana, con “cabezas” territoriales del Este, el Oeste y la Capital; más la cena con los líderes de los gremios; más el abrazo con Ferraresi (vicepresidente del kirchnerísimo Instituto Patria) y con el Presidente de la Nación. En la Casa de Gobierno quieren instalar una pregunta como nombre del álbum. “¿Cuál es el peronismo que no está con Manzur y que sí está con Jaldo?”
Ante el abismo
La grieta ha llegado al peronismo tucumano. Y a un lado y otro del abismo actúan como si no hubiese marcha atrás posible. Como si no hubiera mañana. O, para decirlo con el cronograma de la Cámara Nacional Electoral en la mano, como si en octubre no hubiera comicios. Tan determinantes para el Gobierno nacional como trascendentes para el oficialismo local.
Justamente, ahora que un precipicio separa al gobernador del vicegobernador, se puede observar con más claridad que hay, además de manzuristas y jaldistas, otros dos grupos de dirigentes. Uno podría denominarse el de “jamás opositores”. Los mellizos Orellana son dos de los exponentes más visibles. “Como intendente, estoy al lado del gobernador”, dijo el miércoles José Fernando, jefe municipal de Famaillá. La semana anterior, su hermano Juan Enrique, había votado por Cobos. Léase, como legislador está al lado del vicegobernador. Y la que podía desempatar, la legisladora Sandra Mendoza, esposa del “mellizo” intendente, no asistió a la sesión del lunes 8 porque el test de covid-19 indicó que estaba contagiada.
El otro grupo de dirigentes, también en uno y otro lado de la grieta, es el de los “pescadores”. No se sabe si están coordinados, o siquiera comunicados, pero por estos días tienen una cantinela común. En los alrededores de la plaza Independencia afirman: “si en octubre no nos va bien, en la Nación ya saben que la culpa es de Jaldo”. En la plaza Urquiza repiten: “si en octubre no nos va bien, en la Nación tienen en claro que la responsabilidad es de Manzur”. Esas dos “medias verdades” ocultan una gran mentira: la de creer que si el oficialismo no triunfa en los comicios nacionales, Manzur o Jaldo tienen posibilidad alguna de sobrevivir. Y si se hunde el bote en el que navegan los dos, el peronismo local deberá buscar nuevas figuras en 2023. Ese es el señuelo con el que los “pescadores” hacen su ganancia en el río revuelto.
La carnada, por supuesto, la aporta la fragmentación cada vez más irreconciliable de la oposición. Lo dramático de esa división no radica en la condena a ser eternas minorías, que en todo caso serían un problema de los dirigentes, sino en el hecho de privar a los ciudadanos de una alternativa de poder. Justamente, los modelos bipartidistas no son una imposición del derecho, sino una decisión de las sociedades que los dirigentes hacen posible. Sin bipartidismo no hay alternancia. Sin alternancia no hay república. Y sin república no funciona la democracia.
Eso sí: la interna de los que gobiernan hace palidecer a la interna opositora. No sólo por la ferocidad y la magnitud, sino especialmente por el contexto. Hoy la geografía de la inseguridad no se encuentra en las afueras de las ciudades sino que coincide con la totalidad del mapa provincial. La inflación, la presión impositiva y la crisis gestada por la cuarentena económica destruyen salarios de manera implacable. La pobreza es lo único que prospera... Es decir, mientras el “ya no se puede vivir” se cae de la boca de los tucumanos como un susto de plomo, el oficialismo está ocupado en deshojar la margarita por el gobernador o el vice.
Y esa es la mejor receta para la derrota.