Manzur y la seguridad

Fueron poco más de 400 las palabras que utilizó el gobernador Juan Manzur en la apertura de las sesiones legislativas para hablar de seguridad, uno de los temas que más preocupan a los tucumanos. Uno de los problemas que más moviliza a la sociedad de una provincia que no deja de espantarse con los hechos que se registran a diario. Lo que dijo, lo que no dijo y lo que debería haber dicho generaron polémicas y, por supuesto, dejó una clara sensación: pareciera que el hombre más importante del Estado no entiende lo que está sucediendo en las calles. También desató una tormenta política que nadie a ciencia cierta sabe hasta dónde llegará.

Y sus dichos no sólo generaron malestar entre los ciudadanos, sino que en la Policía también cayeron  mal. Los “azules” se sintieron heridos cuando ponderó a Alberto Fernández por haber pagado un premio a las fuerzas de seguridad por las tareas desarrolladas en la pandemia, pero en estas tierras no pasó eso. Nunca se les abonó ese premio. Los policías también se miraron sorprendidos cuando habló sobre los logros del plan que se lanzó hace pocos meses para tratar de poner punto final a la inseguridad que tanto lastima.

Pocos policías

En su discurso, Manzur ponderó el Programa de Cuadrantes de Patrullas que tiene como objetivo la prevención del delito y el acercamiento a la comunidad, alineados al servicio 911. Sin lugar a dudas que se trata de la herramienta ideada para lograr bajar los cada vez más crecientes índices delictivos, esos que desde hace años están en rojo. Pero la realidad es otra: el plan no está operativo ni en un 50%; y cuando se terminen de incorporar unos 700 efectivos sólo se lo podrá aplicar en la capital, por lo que el interior deberá seguir esperando. Y si de incorporaciones se trata, el titular del PE remarcó que se sumarán en total unos 1.700 hombres, pero lo que pocos saben es que Tucumán seguirá siendo la segunda peor provincia del país en el ranking de la tasa de cantidad de uniformados con el número de habitantes.

Manzur también habló sobre todas las acciones y medidas para atender los casos de violencia doméstica y de género que estallaron por la pandemia. Pero los resultados de esas políticas fueron insuficientes. En 2020, se registraron más de 20 femicidios, la cifra más alta de los últimos tiempos y, en lo que va del año, ya son cinco. Él, que debería haber dado el ejemplo, con su firma, permitió que el juez Francisco Pisa se jubilara sin que diera alguna explicación de su accionar por el femicidio de la docente Paola Tacacho, un ejemplo testigo de cómo son abandonadas las víctimas por el Estado.

Lo que no dijo

Manzur no habló sobre cuestiones clave en materia de seguridad. Y ni siquiera algunas que pueden ser consideradas como buenas noticias. No habló de que el presupuesto, según lo había anticipado el legislador Gerónimo Vargas Aignasse, se incrementaría un 30% con respecto al año pasado, quizás porque ese aumento ya fue devorado por la inflación de 2020 que fue cercana al 40%.

Tampoco no dijo ni una palabra de la compra de las 40 camionetas para el desarticulado servicio 911 (actualmente funciona con 13 móviles cuando en realidad necesita al menos 55), probablemente porque el Ministerio Público Fiscal le entregó 108 móviles para la fuerza.

No le destinó ni una palabra a la importante inversión que realizará el PE en la adquisición de las cámaras de seguridad que tanto se reclaman. Se podría pensar que no lo hizo porque con esa compra no alcanzará porque hasta el momento no sabe cuál será su sentido, si esos instrumentos, por la escasez de los recursos, no servirán para la prevención, sino para el esclarecimiento de los hechos una vez consumados. En definitiva, en materia de seguridad, no hay buenas noticias para dar.

Lo que debería haber dicho

Los tucumanos esperaban otro discurso de su gobernador. Esperaban que les explicara o les anunciara cuál sería la política de seguridad que se tomaría este año para frenar la ola de inseguridad y el imparable crecimiento de la tasa de homicidios (hasta aquí es de más del 10% con respecto al 2020). Pero no hubo nada de eso. Tampoco dijo ni una palabra sobre la lucha contra el narcomenudeo, ese flagelo que está consumiendo a los jóvenes y acabando con la paz social de los barrios, que ya no son sólo de la periferia.

Oficialistas y opositores se hicieron la misma pregunta: ¿por qué no lo hizo? Probablemente porque no tenía nada para decir de un problema que está transformándose en la mancha de su gestión. Por eso se entiende que a los gritos le piden un cambio urgente de nombres. Pero la cuestión es que con un cambio de nombres no alcanza. Se requiere de un cambio de políticas cuyos resultados no serán inmediatos.

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