Irresistible. En un primer plano, el dulce de leche desborda en la porción de torta. Hasta se puede saborearla con la vista. Basta con mandar un mensaje al teléfono que acompaña la foto en Instagram. Y al ratito tener ese postre en nuestra mesa. La pandemia multiplicó la oferta de comida por redes sociales y por delivery. Nunca fue tan fácil tener un antojo y satisfacerlo. Por supuesto que el lado negativo de esto se vio en la balanza.
De acuerdo con una encuesta realizada por la consultora Opinaia, seis de cada 10 argentinos pidieron al menos una vez algo por delivery durante la cuarentena. De ellos, el 79 % ordenó comidas. Los postres y los dulces para la merienda fueron la gran revelación de los envíos a domicilio, según reconocen los nutricionistas.
“Tanta disponibilidad de comidas en las redes y que nos llevaran esas delicias hasta la puerta de casa hizo que nos tentáramos mucho más. Eso se tradujo en un aumento del sobrepeso y la obesidad en la sociedad en general, aunque los más afectados son los que ya tenían antes de la cuarentena problemas de peso”, explicó la nutricionista Eliana Rodríguez.
Ella no está en contra de los antojos. Al contrario, cree que es importante darse los gustos y escoger esos postres que nos tientan, estemos o no haciendo un tratamiento para bajar de peso. Lo importante de esto es aprender a controlar el tamaño de las porciones y la frecuencia con la que nos damos esos permitidos. No pueden ser todos los días. En este punto Rodríguez coincide con la licenciada en Nutrición Lucía Vallejo Trejo.
“Hoy en día el problema es que todo está maximizado, todo es 3 x 2 o promociones que nos llevan a comprar más cantidad. Y así es difícil ponerse límites o decir ‘no voy a comer todos los días’. Pero también hay que ver el lado bueno de que hayan salido tantas opciones de preparaciones a domicilio. Buscando se encuentran muchas alternativas saludables, que ofrecen platos con menos contenidos de azúcar, por ejemplo”, indicó.
Para Vallejo Trejo, quien trabaja en el Programa de Atención Integral de Obesidad (PAIO), no hay que confundir los antojos con otras conductas que involucran emociones. En el primer caso, se cumple un deseo y listo. En el segundo, la persona come porque quiere calmar algún sentimiento que puede ser tristeza, ansiedad o estrés. Esto se vio mucho y se sigue viendo en el contexto de pandemia. “En estos casos es necesario buscar ayuda de un profesional, igual que las situaciones como el síndrome del comedor nocturno: los que necesitan algo dulce a las 2 de la mañana para tranquilizarse y seguir durmiendo”, especificó.
La culpa es aprendida
Ese deseo irresistible por consumir un alimento concreto que todos hemos experimentado alguna vez, si se repite con excesiva frecuencia, puede convertirse en un serio problema de salud. Es lo que en los último tiempos los expertos llaman food craving, el peligro de los antojos.
El craving es un término que se usa mucho en las adicciones, y se refiere al deseo incontrolable por querer una sustancia o alimento en ese mismo momento. La licenciada en Nutrición Agustina Murcho, especialista en trastornos alimentarios y creadora de @Nutricion.ag, nos cuenta en profundidad de qué se trata y qué tenés que hacer si padecés algo así.
“La culpa es aprendida. Desde que tenemos uso de razón nos enseñaron a tener culpa por comer un chocolate o una pizza. Esto viene tanto de muchos nutricionistas como también del entorno de cada uno y de la misma sociedad. Te enseñan a tener miedo de comer cierto alimento por esa falsa creencia de que vas a engordar, cuando lo que modifica el peso es la frecuencia y la cantidad”, expresa.
Cuando hay culpa es porque nos enseñaron a tenerla, por lo tanto hay que pedir ayuda profesional, sostiene. “El deseo va a estar siempre porque somos seres humanos y deseamos cosas que nos generan placer. Ahora, si esto es muy elevado y no podemos parar, habrá que ver la causa: puede ser restricción, hambre emocional o causas neurobiológicas”, describe.
Según Murcho, muchas veces nos alejamos de los alimentos que deseamos comer y esto sucede porque nos enseñaron a que hay que dejar de comerlos para ser delgados, cuando la realidad es que es completamente al revés. Ya que si hay más restricción, más se come después. La restricción aumenta el craving.
“La falta de placer hace que se generen el descontrol y desequilibrio en nuestras comidas. Si mi alimentación es aburrida, sin gusto, y si encima no me doy esos gustos como una pizza con amigos o un chocolate cuando tengo ganas, viene el descontrol porque el cerebro no aguanta más -puntualiza-. Ahora bien, hay desequilibrios neurobiológicos que hacen que la persona necesite ‘más dosis de comida’ porque no llega a alcanzar el placer necesario. Pero esa es otra cuestión, que se trata junto con psicólogos”.