En su día, los bailarines evalúan cómo vivieron su arte en pandemia

En su día, los bailarines evalúan cómo vivieron su arte en pandemia

Una jornada conmemorativa por el nacimiento de Jorge Donn, y atravesada por reclamos y planteos.

En su día, los bailarines evalúan cómo vivieron su arte en pandemia
28 Febrero 2021

Formas de expresión hay muchas. Algunos canalizan sus ansias en los deportes y otros en las artes, como el teatro, la música o el baile. Este arte no es solamente lograr la perfecta ejecución de pasos anteriormente practicados. Ya lo decía Marilina Ross años atrás, en un cover de la italiana Mia Martini: “Danza es caricia, es pudor, danza no es odio, es amor, es aprender a volar”. Y es que para el que lo toma con pasión que se convierte en una forma de vida, un medio para canalizar todo lo bueno y lo malo del día a día.

La pasión para el bailarín es lo primero: luego vienen las exigencias, el ejercicio, la constancia y el esfuerzo que se traduce en un amor incondicional transmitido en cada presentación. En pandemia, su mundo tuvo que amoldarse a una nueva (y muy diferente) realidad, en la que se vio golpeado por la imposibilidad de asistir a sus sitios de ensayo, continuar dictando clases -eran el sustento de muchos artistas independientes- y la prohibición de espectáculos públicos. En el Día Nacional del Bailarín (creado en conmemoración del nacimiento del argentino Jorge Donn, quien inmortalizó su interpretación del “Bolero” de Ravel en la película “Los unos y los otros”) ellos nos cuentan las contingencias del momento y reiteran el pedido por la sanción de una Ley Nacional de Danza (ver textos destacados).

Exigencia física

Alejandra de Amicis tiene 23 años y es bailarina desde hace 16. Tuvo la oportunidad de perfeccionarse en el exterior y ahora se dedica a la enseñanza de este arte en nivel inicial. Cuenta que la pandemia fue un cambio gigante, en el que se vio obligada a tomar clases de manera virtual: “la profesora, como en las clases de la facultad, se ponía detrás de la computadora para intentar corregir y controlar el objetivo que nos habíamos puesto, que era mantener y fortalecer la colocación (espalda, torso, brazos, cabeza y piernas)”, narra.

Las clases de ballet suelen darse en un ambiente idóneo, con un suelo determinado de madera, que no daña el cuerpo del bailarín. El año pasado cada uno tuvo que amoldarse a sus posibilidades para mantenerse activo. “Era muy agobiante tener que hacer pasos pequeños en casa, estar tan aferrados a uno mismo y no poder desenvolverse. El baile se usa como medio de expresión y no podés expresarte porque no tenés el espacio necesario. Era muy frustrante sentirte así, tan abrumada, con incertidumbre total de qué iba a pasar, cuando íbamos a volver, con qué objetivo seguíamos tomando clases si no podíamos ni siquiera entrar en un teatro”, recuerda.

De cualquier manera, encuentra algo positivo en esta situación: “hay muchos lugares que no pudieron amoldar a la situación. En Bajo Jardín (donde toma y da clases) se aprendió a usar otros métodos para seguir enseñando, no se quedaron quietos: aparecieron las redes o los videos de YouTube, todo lo que se puede para seguir aprendiendo”, expone. Ella, entre tanto, también aprendió “a manejar mis tiempos, a que el cuerpo necesita su descanso”.  

En estos meses, confirmó que el baile es lo que de verdad ama: “me levanto pensando en la danza y me duermo pensando en el ballet, porque es lo que me motiva todos los días para  mejorar la técnica, para que se vea algo más pulido y que a la otra persona le llegue algo, le pase algo con alguna interpretación de algún personaje o algún movimiento en particular”, añade.

Sobre lo que espera para este año, la bailarina sueña con que puedan volver las presentaciones a público. “Hay que buscar los métodos para hacerlo. El problema es que donde tenés cuerpos de baile, es difícil armar algo reducido. Se podría hacer, pero hay que poner manos a la obra”, subraya.

Agradecer lo que hay

Francisco Morán es oriundo de Entre Ríos, pero vive en Tucumán desde hace cuatro años, y es parte Ballet Contemporáneo de la Provincia. Valora los espacios de danza que están abiertos luego de meses de inactividad, cumpliendo con los protocolos necesarios. “No todos tienen esta posibilidad”, remarca.

Considera que, en general, la actividad durante 2020 fue difícil tanto emocional como económicamente. “Tuvimos que estar en nuestros hogares, en nuestros espacios, planificar nuestra rutina diaria entre cuatro paredes y conectarnos a través de un dispositivo electrónico que no fue fácil de entender; nuestro comedor pasó a ser la sala de actividades. Todos buscamos la manera de seguir entrenando, hacíamos clases entre nosotros o por distintas plataformas, nos conectamos con maestros de otros países y realizamos encuentros on line”, agrega.

Como docente, dio clases desde su casa: “nos apoyamos entre nosotros, nos arrobábamos y compartíamos publicaciones para que se siga con la actividad”.

Al recordar a Donn, quien tuvo gran éxito en el exterior, reflexiona: “muchos bailarines estuvieron, están y estarán trabajando en otros países, se los reconoce afuera. Todos debemos aportar nuestro granito de arena y apostar por los artistas que tenemos en el país”.

Un año complicado

Ana Darelli es también bailarina y docente. Elige definir 2020 como un año complicado y diferente, que implicó una nueva adaptación a otros medios y herramientas de enseñanza desde la distancia. Tuvo que aprender a no sentirse mal si no todo funcionaba perfecto y entender que las falencias de la tecnología podían superarla. “En un primer momento hubo mucho estrés; cuando las aplicaciones se caían me ponía mal y no solo por mí, sino porque sentía que de la otra parte estaban esperándome”, expone, aunque admite que con el tiempo empezó a relajarse al entender que ese era el contexto actual y que del otro lado (sus alumnos) había mucha empatía y paciencia con ella.

En su mirada, el año pasado ha dejado al descubierto el vacío legal y la desprotección que tiene la danza, sobre todo en la parte independiente. A pesar de que siente que en Argentina no se valora realmente el baile, para ella la danza lo es todo: “es la vida misma, me conecta, es mi fuente de trabajo, de ingresos para vivir, de vincularme con el mundo y conmigo misma. La danza me da respuestas, el movimiento me hace pensar”.

Así, invita a la gente a moverse: “el movimiento libera todo y nos permite pensar, encontrarnos, preguntarnos, respondernos”. “Hay que dejar de lado los estereotipos que se han instalado sobre qué cuerpo puede bailar y cuál no: todas las personas pueden hacerlo, y diría que es muy triste que pases por esta vida sin siquiera haber bailado”, asevera.

Fue un desafío

Tere Sánchez Terraf lleva el arte en la sangre. Hija de los actores Teresita Terraf y Pedro Sánchez Beckedahl, es profesora superior de danza clásica y bailarina profesional. Recorrió el mundo estudiando en escuelas como The Julliard School y hoy vive en Buenos Aires, abocada al tango.

Su 2020 fue, en pocas palabras, muy difícil. “Tenía unas funciones programas con el primer bailarín del Teatro Colón, Juan Pablo Ledo, y unas giras a Estados Unidos que debieron postergarse”, recuerda. A pesar de ello, considera que lo positivo de la pandemia fue el descubrimiento de la modalidad virtual. Aunque vive en Buenos Aires, sigue entrenando on line con su maestra Alejandra Deza. “Es un placer para mí”, afirma.

La tucumana dice que fue difícil amoldarse a entrenar en casa y tener que resolver con lo que haya disponible en el hogar. Lo económico fue otro tema: “los artistas nos vimos totalmente desamparados. No hubo ayuda para todos, especialmente se desatendió a los independientes. Hubo concursos para becas, cuando la realidad concreta es que todos necesitan un auxilio de manera indiscutible sin necesidad de concursar, demostrar méritos, antecedentes, etcétera”.

Hace pocos días volvió a la danza (incluso tuvo una participación en el programa “Por el mundo”, de Marley) advierte que el escenario en 2021 es incierto. “En este momento, en Buenos Aires la actividad está levemente flexibilizada, algunos estudios de danza están brindando clases, pero son muy pocos”, acota. Sanchez Terraf cree que la única manera de poder pensar y proyectar a futuro es la vacunación, de una forma organizada y sostenida en el tiempo.

(Producción periodística: Nicolás Sánchez Picón)

“Sin una ley, no existís

Tere Sánchez Terraf

De todas las artes, la danza es la que cuenta con las condiciones menos favorables de trabajo. Cuando sorprendió el covid-19 el año pasado, miles de bailarines argentinso se vieron obligados a cambiar de profesión. Por testimonios de colegas, Tere Sánchez Terraf sabe los Gobiernos de Europa y de EEUU brindaron ayuda económica a todos los artistas independientes, que incluyó a los de su profesión. En Argentina, la situación fue bastante diferente y muy dispar, por lo que reclama una Ley Nacional de la Danza que respalde al sector. “Una norma sirve para regular, contener, fomentar y difundir nuestra actividad; significa que el Estado la legitima como profesión válida y digna. Cuando no la hay, quiere decir que no se te tiene en cuenta, no existís. Con el proyecto que impulsamos, se contempla la creación del Instituto Nacional de Danza, que tendrá un contacto más directo con los hacedores para apoyar, fomentar, asistir, becar y subsidiar sus creaciones”, destaca.

La exigencia de crear

Ana Darelli

Ana Darelli se desarrolla en el universo de las danzas folclóricas argentinas y de la danza contemporánea. Afirma que la situación económica generada por el coronavirus expuso el vacío legal que tiene la danza y que, a pesar de la existencia de subsidios, no se aplican con justicia. “Para poder acceder a una ayuda económica tenemos que sentarnos a producir. Nunca se ha pensado en nuestra estabilidad emocional, física e integral, y en cómo estábamos para poder crear. A veces no me daba la cabeza, porque no sabía cómo iba a hacer para pagar el alquiler”, admite. “No hay una categoría dentro del monotributo como trabajador independiente que tenga que ver con la danza, no hay leyes específicas de jubilación ni de protección de la salud”, asevera. También cuestiona la idea de la romantización de su arte, que deriva en hacerlo gratis y se alegra de que se vaya generando conciencia sobre sus derechos.

“No es un hobby”

Francisco Morán
La precariedad que atraviesan los bailarines los expone especialmente dentro del mundo de los artistas. Mientras que músicos y teatristas disponen de un Instituto Nacional específico que atiende sus problemas y reclamos, la danza carece de él y es uno de los reclamos que moviliza a quienes impulsan la ley en todo el país. Especulan con que su sanción mejoraría las condiciones laborales y de desarrollo.
“Nuestro trabajo no es un hobby”, afirma Francisco Morán y pide que se salve la danza y se la saque de un territorio de precariedad. Explica que, además de ser un estilo de vida, la danza “exige un trabajo arduo para llegar a donde queremos estar o a lo que queremos ser. Es necesaria una Ley Nacional de Danza y que sea apoyada por el Estado tanto en promoción, como en preservación y en lo financiero. Los bailarines tenemos derecho de tener una jubilación digna”, resalta, al tiempo que  pide más espacios culturales y el reconocimiento a cada uno de ellos.

Vivir de changas

Alejandra de amicis

Ex integrante del Ballet Estable de la Provincia (ahora está practicando para audicionar en los próximos días para obtener un nuevo lugar en ese cuerpo), Alejandra De Amicis afirma que “la danza es una actividad en la cual no siempre vas a estar contratado por alguien; entonces es como vivir de changas todo el tiempo, es triste pero es la realidad”. Ejemplifica con que los integrantes del ballet oficial tucumano “son considerados empleados administrativos, cuando lo que hacemos implica mucho más de lo que significa estar sentado en una oficina”. “Entonces hay muchas cosas que tienen que estar mejor implementadas y ser acordes a los que hacemos y a los tiempos que necesita el cuerpo para moverse y descansar. Hay muchas cosas que de deben pensar, y que deberían aperecer contempladas en la Ley Nacional de Danza. Mucha gente trabaja de forma independiente y no tiene forma de contribuir a su futuro después de que deje de bailar”, se lamenta.

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