La salud pública en Tucumán está atravesando estos días una etapa de quiebre, no sólo en la prevención del contagio de covid-19, sino de la salud, entendida como equilibrio integral de la persona, que involucra factores físicos psicológicos, espirituales.
La recepción de la vacuna por parte de los ciudadanos de Tucumán ha sido tan importante porque transformó el pesimismo, la incertidumbre, el temor, el hartazgo en optimismo, acompañado de cierta certeza de que si me contagio, no será con la misma virulencia, especialmente, en el sector social de los mayores de 70 años.
La política de salud pública de Tucumán optó por una estrategia de vacunación que pretendió no dejar a nadie afuera y que todos tengan un turno, más próximo o más lejano.
El mero hecho de poseer un turno da una sensación de bienestar, que hace bien, sobre todo a un grupo de personas que muchas veces se siente “invisible” para el resto de la sociedad: los adultos mayores.
Mientras que otras provincias optaron por abrir aplicaciones para que los adultos mayores se egistren, sin turno, nosotros elegimos una inclusión voluntaria.
La resolución de no dar horarios al otorgar los turnos no fue arbitraria sino que sabemos que la puntualidad constituye un enorme problema y no quisimos correr el riesgo de perder así una herramienta fundamental en el proceso de prevención. Se debió, entonces, a una actitud solidaria.
Sabemos que, vacunados o sin vacunar, corremos el peligro de volver a infectarnos y que debemos continuar con el distanciamiento, el uso de barbijo adecuado o de doble barbijo, el alcohol en gel. Sin embargo, científicamente sabemos que la vacunación a nivel mundial mostró que el contagio no tiene las consecuencias de la internación, la muerte o terribles secuelas en nuestra salud. Ese es el valor simbólico, además del biológico, que nos da expectativas de un futuro mejor que ayer. Nos da esperanza...
Subrayo y felicito el trabajo del personal de salud para armar esta logística vacunatoria que llegó a más de 20.000 personas. Sin embargo, no es una mera cuestión numérica, sino que tiene el valor agregado de que vemos el mundo con un optimismo mayor, que antes carecíamos.