La Subsecretaría de Tránsito de la Municipalidad de San Miguel de Tucumán emitió su informe anual sobre el total de infracciones de tránsito labradas, pero lo que sorprendió a todos en la repartición comandada por Enrique Romero fueron los resultados de los estudios de seguimiento de vehículos para saber cuántas veces pasan en rojo las motos, autos y colectivos de línea, y de una encuesta: “Usted, ¿está dispuesto a “coimear?”.
“Es un dato que nos sorprende”, comentó Romero. El funcionario explicó que hicieron una encuesta con personal de Educación Vial en distintos puntos de la capital, donde consultaron a los ciudadanos si estaban dispuestos a dar dinero, a “coimear”, para evitar una multa de tránsito. Sobre una muestra de 1.500 conductores, el reporte arrojó que el 33,17% respondió que sí estaba dispuesto a dar dinero para “resolver” una multa. El 40,25% respondió que no sabía o que tenía dudas, y sólo el 26,58% respondió que no daría dinero para evitarla.
“El tema no se agota en el incumplimiento de normas viales; también se violan los códigos edilicios; se adulteran alimentos y medicamentos; se falsifican títulos profesionales, entre un largo etcétera. Este menosprecio por las normas por parte de una determinada sociedad la estudió el sociólogo francés Emile Durkheim, sosteniendo: ‘que en una situación en la que se borran todos los límites, los deseos y las pasiones se vuelven desmedidos’”, consideró Romero. Y agregó: “la no percepción de la obligatoriedad de cumplir las normas produciría un estado social de crispación y ansiedad por lo infinito: la passion de l´infini (sic)”.
El titular de la cartera de Tránsito municipal volvió sobre un viejo diagnóstico: la anomia social. “No es la ausencia de normas lo que explica el carácter ‘anómico’ de los tucumanos, sino el desprecio a la norma por segmentos considerables de la sociedad. Para mal de peores, hay en Tucumán una solidaridad manifiesta con quien viola las normas”, consideró Romero.
“Pasar en rojo”
En otro de los rubros del sondeo, Romero explicó que ordenó durante algunos meses que motociclistas de la repartición realizaran un seguimiento a autos, motos y colectivos de línea simplemente para observar su comportamiento frente a los semáforos durante la mañana o la tarde.
“En el estudio que hemos realizado, hemos seguido a 200 automovilistas desde las principales avenidas al microcentro. Lo que nos sorprendió es que el 27% ha violado al menos una luz roja. A los ómnibus se les hizo un seguimiento similar: a dos unidades por línea y por turno se las observó desde el punto de largada hasta final de su recorrido. Lo que comprobamos es que violan la luz roja a razón de dos veces por día. En el caso de las motos hemos seguido a 100 unidades por las avenidas en el cuadrante que comprende las avenidas Ejército del Norte-Colón; Sarmiento-Belgrano; Avellaneda-Sáenz Peña y Roca-Kirchner. El resultado asusta: el 100% de los motociclistas pasaron semáforos en rojo. Algunos violaron hasta siete semáforos en rojo por día”, explicó el titular de Tránsito. “Es otra muestra de la falta de respeto por las normas de tránsito. Lo grave es que en los accidentes de tránsito las personas se lesionan, a veces con mucha seriedad y secuelas graves, y hasta llegan a fallecer”, agregó.
Menos multas
En 2020, de acuerdo al reporte elaborado por la Subsecretaría de Tránsito, los agentes labraron 94.160 multas por infracciones de tránsito, lo que supone una reducción en la cantidad de actas respecto a los últimos años. “La cantidad de infracciones tuvieron su pico en el 2017 con 145.512 actas; descendieron en 2018 a 128.997; en 2019 a 118.851 y en 2020 a 94.160. Parece ser que estamos entendiendo al fin que el agua no se mastica y que se está recuperando lentamente el concepto de convivencia vial”, consideró Romero.
Para el funcionario, a pesar de la reducción de las multas labradas, la falta del respeto por las normas de tránsito en las calles de la ciudad responden a un desdén de quienes conducen. “El incumplimiento de las normas de tránsito por parte de los tucumanos, en general, es más que una picardía. Se trata de un proceso de ‘desculturalización’, de involución de la sociedad que lleva a la desorganización social, donde cada uno hace lo que se le da la gana. El desdén despectivo por las normas es casi patrimonio exclusivo de esta ‘Facultad de Bobinas’ en que se ha transformado la provincia. Se trata de una patología, de una manera de ser”, ironizó Romero.