Los ejemplos pueden ser miles para graficar cuál fue el rumbo que Carlos Menem le imprimió a su política económica. Pero, si quisiéramos basarnos en la cronología, basta con saber que dos de los primeros ministros del área salieron de una multinacional: Bunge & Born para ser más exactos. El primero de ellos, Miguel Ángel Roig, falleció a la semana de haber asumido en el cargo. A aquel lo sucedió Néstor Rapanelli, quien fuera fundamental en la gestión para destrabar créditos con el Banco Mundial y encarar una política que sería clave en la gestión de Menen: la privatización de los servicios públicos en el marco de lo que llamaron la Ley de Reforma del Estado.
Si hubo un norte en la política económica de Carlos Menem fueron “las relaciones carnales” que alentó con Estados Unidos en consonancia con las visiones del economista John Williamson, quien proponía fórmulas específicas para países en vías de desarrollo, como atraer la inversión extranjera; reducir el tamaño del Estado; impulsar reformas fiscales, comerciales y laborales para estabilizar los precios, y expandir las fuerzas del mercado interno. Este plan le valió al riojano ser considerado uno de los mejores alumnos de la economía estadounidense. Tanto fue así que en 1998 lo invitaron a inaugurar la asamblea del FMI y del Banco Mundial en Washington junto al presidente Bill Clinton.
El tercer ministro de Economía, el cordobés Erman González, empujó lo que se conoció como el Plan Bonex, que impulsaba la estabilización de precios basado en el canje compulsivo de los depósitos a plazo fijo en el sistema financiero, en su mayor parte colocados a 7 días, por Bonos Externos 1989, en dólares a 10 años de plazo. Pero, sin dudas, si hubo un ministro de Economía que pasó a la historia fue otro cordobés, Domingo Cavallo. A poco de su llegada a la cartera económica, Cavallo, de la mano del Congreso, consigue lo que se llamaría la Ley de Convertibilidad, que establecía la conversión fija de un peso por un dólar, regla que se mantuvo -pese a su debilitamiento- hasta el fin del segundo mandato presidencial. Ese programa mató a la entonces moneda nacional, el Austral, y dio nacimiento al Peso. El plan fue clave para cortar de raíz el proceso inflacionario. Ese cambio derivó en un crecimiento sin precedentes. El año 1989 había terminado con una tasa de inflación anual de 3.079,5% y 1990 cerró con alza en el costo de vida de 2.314%.
Cavallo, además, fue el ejecutor que necesitaba Menem para avanzar en el plan de privatización de servicios que habían sido nacionalizados en la época del padre del Justicialismo, Juan Domingo Perón, como sucedió, por ejemplo, con Aerolíneas Argentinas, ENTel, YPF, Gas del Estado, Segba, Hidronor, Banco Hipotecario Nacional, Altos Hornos Zapla, Encotel y Obras Sanitarias de la Nación. El plan, lamentablemente, derivó en una desaceleración de la tasa de empleo hasta llegar a los dos dígitos mensuales. Pasó de 7,6% en 1989 a 14,3% una década después. De la mano de una marcada reducción de la inflación y del déficit fiscal, Menem alardeaba de su plan económico, pero no evitó las necesidades de financiamiento y, entre otras medidas, se recuerda que en su Gobierno se produjo la suba del Impuesto al Valor Agregado (IVA) del 18 al 21%. Con las privatizaciones y el ingreso al Plan Brady de canje de títulos en moratoria, la Argentina salía de la larga crisis que había sido el fin de la gestión de Raúl Alfonsín al frente del país. Otra de las medidas de Menem derivó en el nacimiento de las administradoras de fondos de jubilación y pensiones (AFJP), que conviviría con el sistema estatal de reparto.
Ya en su segundo mandato, con Roque Fernández como ministro de Economía, la deuda acusó una aceleración hasta casi U$S 90.000 millones; se acercó hasta casi el 43% del PBI al final de la segunda presidencia; se frenaron las reformas en el Estado y se relajó la política fiscal.
En 10 años de Gobierno, Menem logró alcanzar la estabilidad monetaria. Muchos años de ese período transcurrieron con una inflación controlada. Pero de la mano de las privatizaciones, el pico máximo de desempleo alcanzó el 17,5% en 1995. Además, según el Indec, unas 13,4 millones de personas eran pobres al final del mandato de Menem, situación que condicionó a los gobiernos sucesivos, incluso al que hoy conduce los destinos del país.