La salud es lo primero. Quedó en claro en 2020. Todo lo que se hizo y lo que se dejó de hacer fue para cuidarnos y protegernos de un virus que puso en vilo al mundo entero. Para muchas otras cuestiones, el año bien podría desaparecer del calendario. Si hacemos una lista de las cosas olvidadas porque “supuestamente” no eran urgentes, a la cabeza estaría el mantenimiento de varias escuelas. Como vimos durante la cuarentena, también quedaron en stand by el acondicionamiento de canales y espacios públicos. La pandemia le puso un freno a las tareas para resolver problemas estructurales que llevan años sin resolverse: pavimento en mal estado, plazas abandonadas, basurales y falta de desagües, entre otros. ¡Tenemos un puente a punto de colapsar en la avenida Mate de Luna al 2.100!
Para muchos funcionarios, las complicaciones del 2020 lo explican todo. No hay dudas de que fue un año problemático. Y de que era necesario poner el foco de atención en fortalecer el sistema de salud. Pero si uno escarba y se enfrenta con el pasado, puede concluir fácilmente que las tareas de mantenimiento y de planificación urbana a largo plazo nunca fueron un fuerte en nuestra provincia.
¿Qué pasó con todas las advertencias que se hicieron a la Municipalidad durante los últimos años por el mal estado del puente peatonal en la Mate de Luna? ¿No existe acaso personal idóneo que se dedique a analizar el estado de los puentes tucumanos y a desarrollar métodos de conservación para cada uno de ellos? ¿Cuántas más de estas estructuras estarán en riesgo?
Respuestas de emergencia
Con las imágenes de las escuelas que difundió LA GACETA ayer, se cuelan varios interrogantes: ¿qué se hizo con los recursos que anualmente se usan para el mantenimiento de los establecimientos? Ahora, a menos de tres semanas de la vuelta a clases, la provincia apunta que duplicará los fondos para alistar los edificios escolares.
Anuncios de último momento. Tapar agujeros cuando una situación llega al límite. Son cosas a las que estamos acostumbramos. Vivimos anestesiados. Hasta que una tormenta fuerte inunda todo y vuelven los reclamos por la falta de desagües y de limpieza de los canales. Nos habituamos al borrón y cuenta nueva.
Casualmente la pandemia nos plantea eso: ¿qué hacemos? ¿borramos el 2020 por improductivo? ¿Nos olvidamos de la lista de pendientes porque es mejor ser optimistas y no mirar atrás?. Todo lo contrario, tendríamos que aprender las lecciones que nos dejó la pandemia y poder pensar, por una vez, a largo plazo. Que la ciudad no da para más en muchos aspectos. Por ejemplo; tiene veredas que no son aptas para tiempos de distanciamiento social, demasiado angostas y con obstáculos. El servicio de transporte público de pasajeros tampoco está preparado para que los viajes cumplan con las medidas de prevención. Situación que ahora, con la vuelta a clases, sin dudas se agravará.
A descentralizar
La ciudad tendrá que desempolvar aquel viejo proyecto de descentralización que se había pensado en vistas a los festejos del Bicentenario de la Independencia. Será crucial de ahora en más disminuir las aglomeraciones de gente y gestionar mejor los espacios públicos. La mayoría de las plazas, fuera de las cuatro avenidas, necesitan de un plan de rescate en tiempos en que la población valora mucho más las actividades al aire libre. Y otro problema eterno sin solución es el de los desechos desparramados en los canales y en cientos de microbasurales.
A la larga muchas de las decisiones que se toman al postergar una obra o decisiones importantes sobre los problemas estructurales que puede tener una sociedad terminan impactando en la salud. Como lo decía el sanitarista argentino Ramón Carrillo: “frente a las enfermedades que produce la miseria, frente a la tristeza y el infortunio social de los pueblos, los microbios, como causa de enfermedad, son unas pobres causas”.
La crisis sanitaria es, sin dudas, también la crisis de ciudades que crecieron sin orden y sin el equilibrio necesario entre cantidad de habitantes, servicios y espacio público. A nivel mundial los urbanistas más destacados ya no dudan que la pandemia vino a plantear un urgente cambio en la forma en que se expanden y diseñan las urbes. Porque han dejado de ser sinónimo de vida saludable. Especialmente aquellas que tienen una marcada segregación y que no logran resolver sus problemas sociales y ambientales. Como la nuestra. Construir bicisendas y peatonalizar más calles para priorizar el bienestar del peatón -una iniciativa de la capital y que también aparece en los proyectos de Yerba Buena y de Tafí Viejo- son ideas que van por buen camino. Ojalá puedan avanzar y no las borren de un plumazo. Porque la salud es lo primero (es difícil encontrar una frase más popular y menos válida que esta para justificar cualquier medida). Pero no es lo único.