El peligro acecha en el histórico Camino del Perú

La historia nos cuenta que lo usaron La Madrid, Belgrano y San Martín como parte de su estrategia en lo que serían batallas fundamentales para nuestra independencia. Formaba parte del “Camino Real”, una extensión de más de 5.000 kilómetros utilizado por el imperio de los Incas. Es, entonces, un camino histórico que debiera incluso servir como atractivo turístico sobre todo por las zonas que rodea. Pero nada más alejado de la realidad. El Camino del Perú, a pesar de su importancia, se ha transformado en una ruta peligrosa, abandonada, mal iluminada y lo que es peor, cada vez más abarrotada sin que nadie haga algo para remediar esto.

Nace con ese nombre (para Vialidad en realidad es la ruta 315) en la intersección con avenida Aconquija hacia el norte, y separa justamente los municipios de San Miguel de Tucumán y Yerba Buena. Y allí ya comienza con problemas. Sobre todo el sector que corre de norte a sur, entre San Juan y Aconquija, está increíblemente poceado. Los baches y la degradación del pavimento por los eternos “surgentes” de la SAT son un peligro para quienes transitan por allí, obligados a hacer bruscas maniobras para no dejar pedazos de tren delantero o ruedas sobre el camino. Luego está “el embudo del infierno”. La tan temida rotonda en la intersección de Camino del Perú con Belgrano/Presidente Perón. A pesar de las múltiples promesas, ese derivador de tránsito se ha convertido en una pesadilla para los que circulan por allí, sea cual fuere al destino al que se dirigen. Accesos y egresos muy estrechos, semáforos larguísimos, y ahora, para peor, se sumó la edificación de una torre sobre la ochava noreste, con chapas sobre el pavimento para utilizar enormes máquinas y tratar de que no se produzcan accidentes. A cualquier hora que uno transite por ahí verá largas filas de vehículos que deben esperar hasta tres cambios de luces de los semáforos para poder pasar. Se prometió ensanchar los accesos, achicar la rotonda o directamente sacarla para que funcionen sólo los semáforos, pero las promesas las recuerdan sólo quienes deben circular por la zona sobre todo en horario pico.

Ya hacia el norte, el famoso Camino del Perú se transforma casi en una calle del lejano Oeste. Se trata de una zona que ha crecido enormemente, con barrios privados y accesos por ejemplo a Lomas de Tafí y con una afluencia de tráfico enorme. Ante ese flujo de vehículos, y hablamos de camiones, ómnibus, autos, camionetas, motos y bicicletas por igual, la ruta quedó obsoleta. Y con el mismo problema que el sector sur: los pozos constantes que obligan a bruscos volantazos y el peligro de chocar de frente es permanente. Para peor, casi no hay veredas, tomadas por los canales que corren en paralelo, que además desbordan con cada lluvia, horadando aún más el pavimento. Esto, además, representa un enorme riesgo para quienes circulan a pie, con cientos de niños que juegan al costado de la ruta. Así a lo largo de todo San José, Cebil Redondo y Villa Carmela, hasta llegar a Tafí Viejo donde, al menos, vuelve a transformarse en avenida doble mano ya separada por una platabanda. Pero hasta eso hubo que recorrer 14,5 kilómetros plagados de peligros que, a diario, son escenario de accidentes, muchas veces trágicos, provocados, en gran medida, por las condiciones en las que está la ruta y sus alrededores.

Entre las promesas se hablaba de hacer un camino alternativo al menos entre la avenida Perón, por calle Fanzolato y la Curva de los Vega, pero el proyecto parece abandonado. También había habido gestiones para convertir el recorrido en una autopista similar a la de la Diagonal a Tafí Viejo, pero la pandemia y los precios detuvieron todos los análisis al respecto. Mientras tanto, quienes viven en la zona deben encomendarse a su suerte cada vez que circulan por allí. Y esperan que los gobiernos de turno posen otra vez su mirada sobre un camino cada vez más transitado. El mismo camino que usó San Martín para sus gestas libertadoras, nada menos.