Varado en la pista del aeropuerto de Guayaquil, el interior del Boeing 737 de Mineral Airways es un sauna en el que se cocinan a fuego lento 118 corazones “decanos”: plantel, cuerpo técnico, dirigentes, auxiliares y 88 hinchas llevan dos horas encerrados en el chárter que jamás despegará rumbo a Quito. En ese momento, las 17 del 7 de febrero de 2017, no hay forma de imaginar que el partido terminará jugándose esa misma noche. Y mucho menos que Atlético, cuyos jugadores se deshidrataban a bordo, indignados y desesperanzados, lo ganará 1 a 0.
El análisis contrafáctico invita a preguntarse: ¿qué hubiera sucedido si no llegaban a Quito? ¿Qué habría hecho la Conmebol? ¿Y si le daban por perdida la serie de Copa Libertadores? La vida institucional y deportiva de Atlético fue otra a partir del gol de Zampedri y de la victoria en el estadio Atahualpa. En cuatro años fue tan formidable el salto de calidad que hoy no es llamativo que el club dispute una copa internacional, sino que no la juegue. Y muchísimo se lo debe a la epopeya ecuatoriana. Ese día, de Atlético se habló en el mundo.
Lo llamativo es cómo a partir de un episodio nefasto -el colmo de la mala suerte podría decirse, pero eso limpiaría el reparto de responsabilidades y no es justo- fue hilvanándose una sucesión de coincidencias. Hechos afortunados, algunos insólitos, que le permitieron al plantel de Atlético cumplir con el reglamento y ganar en Quito con todo en contra: la altura, el público, la cancha, el cansancio físico, el estrés y hasta la ropa, que era prestada.
Las imágenes de la jornada vuelven con la forma de una serie, como ganadas por el formato streaming. Capítulos que combinan drama, tragicomedia y suspenso. El de Atlético fue un thriller con un guión repleto de anotaciones al margen:
- Cristian Leitao, piloto del chárter, gritando en la pista “¡esto es algo cochino, cochino!” De notable parecido con Juan Cortese, el periodista de TyC Sports, Leitao juraba que los papeles de la empresa chilena DAP estaban en regla. La autoridad ecuatoriana de aeronavegación se había cerrado con que el avión no podía operar en Quito. Y no hubo caso.
- Las conjeturas al pie del avión. El Nacional, rival de Atlético, es el equipo de los militares ecuatorianos... que tienen a su cargo la operación de los aeropuertos. Leitao, de paso, deslizaba que “alguien” podía haber “puesto” 15.000 dólares para frustrar el vuelo. “Aquí hay una mano negra”, repetía.
- Al cabo de dos horas encerrados, los 118 pasajeros bajan a estirar las piernas. “No pueden subirte, tenerte arriba, hacerte carretear y cinco minutos antes del despegue decirte que no tenés el permiso. Es una burla terrible, una situación que te indigna porque seguramente detrás hay alguien”, afirma el DT Pablo Lavallén. Los jugadores miran el piso. Un hincha propone hacer un piquete en la pista y lo frenan a tiempo.
- Hugo Bermúdez, gerente del club, exprime el celular y las ideas. Cerca de las 18, cuando todo estaba perdido, se prende la luz: hay lugar en un vuelo de Latam para los jugadores, el cuerpo técnico, los utileros y un par de acompañantes. Hasta el presidente Mario Leito cede su plaza para aceitar el trámite. Viajará más tarde, en otra aerolínea.
- ¡Vamos, vamos!”, arengaban “Pulguita” Rodríguez y Cristian Luchetti. Y fueron. Tan apresurados que la utilería quedó en Guayaquil. En Quito se produciría otra coincidencia histórica: justo en esa ciudad y en ese momento se disputaba el Sudamericano Sub-20. Con la indumentaria de la Selección jugó Atlético. Sí, celeste y blanca. Por más que en el reparto de botines a varios le tocaron números más chicos, o más grandes.
- Fox Sports transmitió en directo el viaje de la delegación entre el aeropuerto de Quito y el estadio Atahualpa. “Íbamos haciendo willys por la autopista para llegar a tiempo”, graficó Luis Juez, embajador en Ecuador y subido al ómnibus en una mezcla de diplomático, motivador del grupo y artista de stand up.
- Y hubo otra historia paralela: la de los hinchas varados en Guayaquil. La mayoría regresó al hotel para ver el partido por TV, pero un grupo de 28 fanáticos se jugó una patriada. Consiguieron asientos en otro vuelo Guayaquil-Quito (les subieron la tarifa y terminaron pagando entre 128 y 140 dólares por cabeza) sin tener la certeza de que llegarían a tiempo. Arribaron justo en el entretiempo, lograron ingresar de milagro al Atahualpa, vieron el gol de Zampedri y para volver a Guayaquil viajaron toda la noche en un colectivo cuyo alquiler les costó 300 dólares. No se olvidarán jamás de esa aventura.
- “Los tucumanos , en pleno carnaval, se disfrazaron de Messi y compañía. Y jugaron con muchísima altura”, destacó el diario español El País. Durante los días posteriores la odisea “decana” fue la comidilla de la prensa internacional. A los protagonistas el impacto les duró largo tiempo. Muchos fueron “cayendo” con el paso de las semanas. No suele ser sencillo medir, en el momento, la trascendencia de los grandes logros.
- No obstante, vale subrayar que no hay mitos en torno a esta epopeya con final feliz que escribió Atlético hace cuatro años. Los mitos corresponden al terreno de lo incomprobable, de lo mágico, y desde allí se sustentan. Lo de Atlético fue real. Historia pura. Por eso es mucho más valioso.