De 2001 a 2021: ¡Tucumán, estás igual!

De 2001 a 2021: ¡Tucumán, estás igual!

“Ante la opinión del pueblo y la magnitud de la crisis, los legisladores nos comprometemos a reducir los gastos de bloque”. La promesa incluía la revisión de los empleados “fantasma” de la Cámara, esos que milagrosamente se corporizan una vez al mes con la exclusiva misión de pasar por caja. Son, como cantaban los Redondos, noticias de ayer, en este caso ajustadas al hoy. Porque el Tucumán de febrero de 2001 es una foto intercambiable con este presente -siguiendo con el hilo de Patricio Rey- de interminables cadenas de video. No es una cita caprichosa. Durante todo el año el paralelismo con el cataclismo sufrido por la Argentina hace dos décadas será recurrente. Aniversarios que incluyen:

- Fuga de capitales.

- Megacanje.

- López Murphy.

- Cavallo parte II.

- Quebranto.

- Corralito.

- Bancos sitiados.

- Que se vayan todos.

- Pueblada.

- Represión.

- Helicóptero.

- Oultlet de presidentes express.

- Rodríguez Saá.

- Default absoluto (celebrado como un Mundial por el Congreso).

Dejemos la elección -a dedo- de Eduardo Duhalde y “el que depositó dólares recibirá dólares” para más adelante. A fin de cuentas, eso ya sucedía en enero de 2002.

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Da la casualidad de que durante aquel arrebato de austeridad republicana a la Cámara la presidía Osvaldo Jaldo. El titular, Sisto Terán, ocupaba el sillón de Lucas Córdoba mientras el gobernador Julio Miranda completaba sus vacaciones. Que 20 años más tarde el nombre se repita lo dice todo de Tucumán. Jaldo y el resto de los legisladores aceptaban, a su manera, que los gastos de bloque eran un escándalo y prometían ordenar la casa, de una vez y para siempre. Era febrero de 2001 y lo peor estaba por venir.

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Es demasiado poderosa la tentación de contradecir a Marx y a Hegel en su concepción de la historia como una tragedia que se repite con forma de farsa. Será porque hay poco y nada de farsesco en la cíclica tragedia tucumana. Jamás será una ópera bufa este guión repetido, casi calcado, que regula año a año el devenir de la provincia. ¿Qué fue, por ejemplo, de los chicos desnutridos, quienes desde la tapa de LA GACETA le pusieron nombre y apellido a la hecatombe social de 2001? Hoy están ingresando a la vida adulta. ¿Cómo? ¿Con qué herramientas? No suele considerarse que muchísimos jóvenes de hoy son las víctimas de la desnutrición o de la subalimentación de ayer. Según un informe de la Cruz Roja, antes y después de aquella crisis la “percepción del hambre” superaba en Tucumán al 50% de la población.

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Todo esto sucedía hace 20 años:

- Una campaña intentaba concientizar sobre la proliferación de basurales en la ciudad.

- Denunciaban la saturación del sistema de cloacas en la capital.

- Los ventiladores se vendían con un aumento del 60%.

- Tras las tormentas, Sud de Lazarte y otras localidades habían quedado bajo el agua. El presidente Fernando de la Rúa visitó a los inundados (sólo cuatro horas duró aquel paso por Tucumán), se sacó fotos en el canal Sur -colmado de basura- y prometió plata fresca para implementar “una solución permanente y de fondo”.

- El Gobierno anunciaba que la planta de empleados públicos alcanzaba los 73.000 agentes. “Y necesitamos más”, sostenía Miranda. Eso sí: anticipaba su decisión de desprenderse de algunos asesores, conchabados por $ 2.300 al mes (que en ese momento equivalían a 2.300 dólares, lo que da, al cambio oficial, un sueldo de 211.000 pesos; y llevados al más realista blue, de $ 345.000).

- El intendente Raúl Topa disponía restringir en las horas pico el ingreso de autos particulares al microcentro, medida prolijamente boicoteada que terminó fracasando.

- A causa de un derrumbe, la ruta a Tafí del Valle quedaba cortada.

- Advertían sobre el maltrato al arbolado urbano y la insuficiente cantidad de ejemplares (60.000, de acuerdo con un censo).

Conclusión: quien pasó hace 20 años por Tucumán y regresa por estos días tiene todo el derecho a exclamar: “¡estás igual!”

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La perlita política en aquel febrero de 2001 la protagonizaba el ministro de Economía de Miranda. Una mañana la ciudad amaneció empapelada con los afiches “José Alperovich-Intendente 2003”. Era la comidilla de los corrillos veraniegos, en los que se repetía una pregunta: ¿hasta dónde se propone llegar? Los cercanos al ministro ya lo sabían muy bien. La ciudadanía lo iría descubriendo no tan de a poco.

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Tampoco faltaron los anuncios de fastuosos -e incomprobables- proyectos, un clásico de la política que en Tucumán se cultiva con un esmero implacable. Miranda y su ministro de la Producción, Rafael Bulacio, revelaron la inminencia de una megaobra en el dique La Angostura, financiada por Minera La Alumbrera en compensación por el electroducto construido por la firma en el corazón de los Valles. Sería una reserva natural abierta, incluyendo un complejo gastronómico, pasarelas, reductos para el avistaje de aves, guías especializados y muchas atracciones más. Telón lento.

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Pero no todo es inmovilismo, repetición, loops de una hipnótica realidad propia del Día de la Marmota. Hay aspectos en los que siempre se puede estar peor. La sensación que había dejado enero de 2001 en el balance era de violencia, inseguridad y crecimiento del delito. El desagregado de esa estadística hoy parece un chiste, porque los casos más graves, esos que habían sido capaces de perturbar la opinión pública, referían al atraco a un ómnibus y a la fuga de un preso en Villa Urquiza. El resto: robos, conflictos vecinales, algunas patoteadas en plazas y parques. La comparación con enero de 2021 es casi macabra: 13 crímenes, la mayor cantidad desde que se llevan estadísticas precisas y confiables. No, la historia no se repite como farsa; al contrario, es una tragedia propia del cine catástrofe. Cada vez más densa, profunda, dolorosa.

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También en febrero de 2001 se produjo un hecho que, a la luz de la historia, resultó determinante. Juan Pablo II hizo cardenal a un jesuita porteño llamado Jorge Bergoglio.

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Hablaremos mucho de 2001 durante este año que comienza colmado de incertidumbre, atado a un 2020 que no terminará de irse hasta que ceda la pandemia. No es el pasado que vuelve, sino la sensación de que jamás estuvo dispuesto a marcharse. El 2001, tan fresco, demuestra la verdadera dimensión de una crisis, que en aquel momento llegó al extremo de considerar -en serio- la posibilidad de resignar la soberanía y convertir a la Argentina en un protectorado de la ONU. Suena a exageración, al terreno de lo insólito. Muchos se olvidaron. O decidieron apelar a la memoria selectiva para recortar los hechos a su conveniencia. Un algoritmo propio, íntimo, tan confortable como el que proporcionan hoy las redes sociales. Vale para quienes sostienen que “estamos peor que en 2001”. A dos décadas del año en que tocamos fondo, ignorar todas esas enseñanzas es propio de quienes tienen el cuerpo quemado y no pierden la fascinación de seguir jugando con fuego.

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Imposible no cerrar con un rasgo de la más absoluta tucumanidad. Durante las últimas horas fueron noticia las peripecias de un mono suelto en El Manantial. Pues bien, LA GACETA del 1 de febrero de 2001 advertía sobre el peligro -y la ilegalidad- de adquirir monos como mascotas. Sí, suena a farsa, pero es porque perdimos la capacidad de asombro.

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