“En la pileta mi hija aprendió mucho más que a no ahogarse”

“En la pileta mi hija aprendió mucho más que a no ahogarse”

Dos mamás cuentan lo importante que fue para sus niñas lo que vivieron en el agua.

PEZ EN EL AGUA. Ema disfruta la pileta con sus hermanos, ¡y les habla! PEZ EN EL AGUA. Ema disfruta la pileta con sus hermanos, ¡y les habla!

Ema tiene casi 2 años y medio y empezó a ir a la pileta a los 15 meses. “Tengo dos hijos más grandes (19 y 12); todos disfrutamos mucho la natación; es un valor para nosotros; por su seguridad era importante que Ema aprendiera a nadar”, cuenta su mamá, Mara Pacheco. “Hacía poco se había largado a caminaba -agrega-. Y, debo de reconocer, no hablaba: está rodeada de ‘grandes’, y entre todos ‘la adivinábamos’, así que no necesitaba palabras”. Hasta que llegó el primer día de pileta.

“Todo empezó a cambiar -sigue relatando Mara, que es pedagoga-. En la pileta Ema aprendió mucho más que a no ahogarse”.

Por de pronto -fundamenta-, allí la que manda es la profe, y , aunque Mara a veces participaba de las clases, la protagonista era Ema. “Eso no sólo fue importante para su autonomía en el agua: aprendió a decir yo; a decir ‘mío’; a saber lo que quiere y lo que no... a ir separándose de nosotros ‘los grandes’ de la casa y a descubrir sus ganas, su cansancio, las respuestas de su cuerpo...”.

Pero no fue todo: cuando la pandemia aflojó y con todos los protocolos se reabrió la pileta, Ema pudo volver al agua. “Fue un nuevo comienzo -cuenta Mara-. La primera vez lloriqueaba, se resistía un poco. Cuando pudo volver fue feliz, lloraba porque no quería salir. Y como plus, pudo compartir con los dos niños que estaban en su grupo. No tuvo jardín de infantes; ¡tuvo pileta!”

Las dos hermanas

Pía hoy tiene 5 años, y Nina, 1 año y medio. “Pía ya es un pecesito: puede hacer la brazada de pecho (la patada todavía le cuesta), nada de espalda y se tira de cabeza”.

Feliz, Cristina Ponce de León comparte su experiencia. Cuenta que cuando Pía comenzó en la pileta, al año y medio, ella ya estaba embarazada, y descubrió que se podía haber empezado mucho antes. Así que a los 3 meses Nina debutó en el agua.

“Al principio me veía y lloraba, así que la profe me mandaba afuera -recuerda hoy Cristina-; yo la sentía frágil; tenía miedo, pero ‘me lo comía’”. Lo bien que hizo. Nina nunca se angustió; “armada” con su chupete, flota, se da vuelta sola, mete la cabeza bajo el agua... es capaz de nadar

“Le estirás los brazos y salta feliz al agua; y patalea para desplazarse; todavía no saca la cabeza para respirar y seguir, pero ya no es un riesgo el agua para ella”, cierra el relato Cristina.

Tamaño texto
Comentarios
Comentarios