A pesar de ser la provincia con menor extensión territorial de todo el país, los pueblos que han vivido en este suelo han sido muchos y han dejado gran prueba de su pasar por la tierra.
Construcciones primitivas o elementos y utensilios de su día a día constituyen una gran herencia cultural que continúa viva, enterrada mientras espera ser descubierta o en los museos para que podamos disfrutarla.
Tucumán tiene cientos de sitios arqueológicos y se han realizado descubrimientos en casi toda la extensión de la provincia.
El arqueólogo tucumano Osvaldo Díaz considera que los tres puntos más importantes para conocer son Las Ruinas de Quilmes (en Amaicha del Valle), la Reserva Arqueológica Los Menhires (El Mollar) y Piedra Pintada (San Pedro de Colalao).
El profesional explica que, en realidad, Tucumán cuenta con muchísimos sitios arqueológicos, pero que la mayoría, por diferentes razones, no se encuentra habilitada, o se habilitará luego de un proceso de investigación, conservación y puesta en valor. “Considero que esos (los tres ya nombrados) son los más conocidos, los que más se pueden controlar”, enfatiza.
Cuidar el patrimonio
Díaz habla de la importancia de proteger el patrimonio. Asegura que los lugares arqueológicos suelen tener control, cartelería y guías, por lo que pide a los visitantes cumplir con la voluntad de sus guías y subraya la importancia de no levantar nada.
“Se van a encontrar con que aparecen restos de cerámica, de material lítico (herramientas fabricadas en piedra), quizá algún hueso. No hay que levantar nada porque todo es parte del estudio del sitio en general. Lo ideal es que no toquen nada, que avisen al guía ‘mirá, apareció tal cosa…’”, advierte.
“Lo que sucede -continúa el especialista- es que el movimiento del suelo gracias al viento, la lluvia o el crecimiento y caída de la vegetación, genera que aparezcan constantemente artefactos que son arqueológicos. Lo ideal sería que la gente no los toque, que los deje, porque al intentar sacarlo primero rompen el contexto: no sabemos que había alrededor, cómo estaban ubicados. Los pueden romper, porque encuentran una puntita, lo empiezan a sacar, se desesperan y lo terminan rompiendo. Ese tipo de cosas son las que nos hacen perder información. La información que tienen los sitios arqueológicos no las tienen solo las piezas porque si, sino en el contexto en que están”.
El arqueólogo considera fundamental que la gente comprenda que si aparecen piezas, es mejor que sean retiradas con metodología y técnica arqueológica para poder obtener la mayor cantidad de información.
1- Ruinas de Quilmes: la Ciudad Sagrada
“Situada en el Valle Calchaquí, la Ciudad Sagrada de los quilmes es el sitio arqueológico más importante del país. El privilegio es que lo tenemos en Tucumán”, dice orgulloso David Norberto Vargas, guía turístico de la Ciudad Sagrada. Agrega se trata de un asentamiento del año 800. “El visitante recorre un 15%. Hay un centro de interpretación muy completo y los guías que son miembros de la comunidad indígena, atienden al visitante y cuentan la historia autóctona de nuestras comunidades y la descendencia”, destaca. Los quilmes fueron la comunidad originaria que más resistió la invasión española. Finalmente fueron derrotados entre 1666 y 1667. Luego fueron obligados a recorrer a pie y en condiciones inhumanas los más de 1.000 km que separan la provincia de la actual ciudad bonaerense de Quilmes. Sólo unos pocos llegaron.
Recientemente reabiertas, la Ciudad Sagrada se puedn visitar todos los días de 8 a 18. La entrada tiene un costo de $ 300 por persona (a partir de los 13 años se abona, menores no). Vargas recomienda a los visitantes llevar sombrero, protector solar y agua, para contrarrestar el calor. Con respecto a los cuidados en el marco de la pandemia, alerta: “los protocolos se van a hacer respetar a rajatabla. Gente que no tenga barbijo no va a poder ingresar”.
2- Los Menhires: reserva en El Mollar
Omar Méndez, guía del lugar, explica que los monumentos, que datan de aproximadamente 2.500 años de antigüedad y que pertenecieron a la cultura Tafí, estaban relacionados con rituales religiosos, lo que se desprende de la ubicación que le daban a cada menhir en su lugar de origen, porque estaban por todo el valle. La palabra menhir proviene de la lengua celta y significa piedra larga. “Estas piedras, -sigue- tienen varias formas, aunque la más representable es la fálica, que significa fertilidad y fecundidad. Tenemos (en la Reserva) formas de felinos o de animales en el tallado”.
A la Reserva Los Menhires se puede concurrir de martes a sábado de 9 a 19 y domingos de 9 a 14 y la entrada es libre y gratuita. El museo se encuentra abierto para visitas de hasta 15 minutos por protocolo, para evitar aglomeraciones. Por la misma razón no se realizan visitas guiadas, pero sí se encuentran los guías en el museo para despejar dudas.
Piedra pintada: el petroglifo de San Pedro de Colalao
Se encuentra a una hora y media de caminata desde el centro de la villa de San Pedro de Colalao. Son nueve kilómetros. Es una piedra que presenta 45 imágenes talladas y, aunque se desconoce el significado de las figuras, se cree que está relacionado con el culto a las cosechas y la fertilidad.
Norberto Colqui es guía de la Fundación Coquena y se refiere a la “piedra tallada”, puesto que las figuras están talladas y no pintadas. “Las comunidades indígenas ven esos dibujos como símbolos, y cada símbolo tiene un significado”, añade. “Para ellos (los pueblos originarios) era un lugar sagrado, donde se conectaban con la naturaleza y con sus antepasados”, explica.
Si bien no hay horarios de apertura o cierre y el ingreso es gratis, recomienda a los visitantes salir temprano (para evitar perderse) y “aprovechar la fresca”, llevar agua y cereales y no tirar basura. La fundación, que busca promover un turismo sustentable, brinda el servicio de guías pago. El costo del servicio se calcula por hora.
También aconseja consultar el estado del tiempo. Hay días, sobre todo en verano, en los que es imposible acceder por la subida del río que borra los caminos. Se puede ir en auto hasta dos kilómetros antes de llegar a la piedra. Desde allí, habrá que caminar.