La dirigencia comenzó a actuar y a presionar preocupada por lo que se le viene: pandemia, crisis social y económica, y encima elecciones. Clave lo último a los fines de los intereses políticos. Para los oficialistas es un dolor de cabeza, para la oposición una oportunidad. En ambos casos implica tratar de llegar lo mejor parados y fortalecidos de cara a la votación; para eso, en el fondo, las intenciones son similares pero las movidas diferentes. En ambos espacios hay internas que enrarecen el clima preelectoral y que ponen una cuota de incertidumbre respecto de cómo saldrá parado cada lado, y cada línea interna en la pugna por salir airosa y ser quien obtenga la representatividad del sector.
Le sucede al oficialismo a nivel nacional, donde hay varios grupos en tensión: albertistas, massistas y cristinistas; siendo estos últimos los que tienen el mayor activo y casi el poder real en la coalición gobernante: Cristina. En el PJ tucumano siguen atentamente las movidas en ese núcleo central y juegan de la mano de Manzur en esa liga mayor. Adhiere a la apuesta de los mandatarios de fortalecer al Presidente y de consolidar un albertismo que no se anima a aparecer. Hasta el pedido de suspensión de las PASO iría en esa línea. Y hasta Alberto habría aceptado finalmente ser el presidente del PJ, un reclamo en el que se anotaban los gobernadores y algunos popes de la CGT nacional. El 1 de febrero se presentaría la lista encabezada por el jefe de Estado para conducir el justicialismo.
Se definió el gesto presidencial como “un mimo” hacia los que anhelan el surgimiento del albertismo para fortalecerse frente a un cristinismo que se expande y acapara espacios de poder en la Nación. Sería un primer paso. Sin embargo, en el fondo, la jugada no sólo sería sólo para calmar las ansiedades de los justicialistas del interior y del sindicalismo sino también para contrarrestar la caída de imagen de Alberto y su debilitamiento político. De la mano de ese importante cargo partidario procuraría levantar sus acciones políticas. Detalle: la nómina con su postulación necesita 173.000 avales. Ya los están buscando por todo el país.
¿El kirchnerismo avalará? La pregunta es válida porque los peronistas más ortodoxos sostienen que los chicos de La Cámpora no son PJ, dicen que son Kolina o Unidad Ciudadana; u otra cosa. En el marco de las diferencias internas en la coalición gobernante será interesante observar cómo se desarrolla la llegada de Alberto a la conducción del PJ, con qué respaldos, firmados. Manzur, seguro. Presiones habrá, para que se suscriba o para que no, o para que no sea jefe político. O bien para que se plante y decida armar un espacio de poder propio, desde donde surjan posibles futuros integrantes del gabinete. Una forma de tratar de ponerle coto a la onda expansiva y ambiciosa de Cristina, que con sus camporistas maneja los principales organismos del Estado.
De alguna manera, los gobernadores que no simpatizan con la vicepresidenta querrán tener cerca a alguien con poder y no verse sometidos a los juegos e imposiciones del cristinismo. Manzur, para su fortuna, recibe un excelente trato del Presidente, ayer nomás consiguió más de $ 14.000 millones para obras. ¿Eso es porque el gobernador pelea para que presida el PJ y para que se suspendan las PASO? ¿Acaso Alberto necesita de esas presiones para justificarse y contrapesar a Cristina? Me lo piden los muchachos, Cristina. Todo es posible, incluso la pretensión para que no haya PASO se puede incluir en ese juego de poder interno.
Punto aparte. El tema de las PASO roza a los opositores, especialmente en Tucumán, donde, además, están enfrentándose entre sí. Más divididos no pueden estar, ni presentar un panorama tan fracturado de cara a los comicios de medio término. Allí, donde el bussismo metió la cola, la incertidumbre es mayúscula. Y el peronismo atiza el fuego, no sólo mira. De hecho, algunos correligionarios que votaron a Alfonsín apuntan sus dardos a Manzur como el instigador de la fractura. Es el que lleva la carretilla con las piedras. Sin embargo, hay que detenerse en este punto, porque algunos compañeros que supieron votar a Menem y a Kirchner entienden que, de ser cierto que el gobernador empuja la alianza neoradicales-bussistas, se estaría equivocando. Ya veremos porqué.
En suma todos los que están en el tablero político están haciendo uso de todas las herramientas y medios al alcance para pararse lo mejor posible para la contienda que se viene, pero atendiendo a sus propios intereses personales. Esto, como siempre, es lo que dificulta los acuerdos, o blanquea los desacuerdos. Vayamos por caso a los jóvenes Mariano Campero (Yerba Buena) y Roberto Sánchez (Concepción); han arrojado una brasa caliente al radicalismo, han pateado el tablero, han sacudido los esquemas tradicionales al sugerir una alianza con Fuerza Republicana. Han tirado una novedosa e inédita propuesta, cuyo primer síntoma fue la divisoria de aguas, generacional e ideológica, en la UCR.
El éxito de la iniciativa sólo se podrá medir en elecciones, ya sea en las PASO o en internas partidarias para elegir las autoridades del radicalismo, donde ambas visiones choquen en las urnas. Que sean los radicales los que definan quién tiene la razón, quién debe quedarse y quién debe irse.
La pandemia le pone puntos suspensivos a esas alternativas. No se sabe si finalmente habrá o no primarias por los planteos de los gobernadores peronistas, aunque el Presidente fue claro en ese sentido: debe haber un acuerdo político, y eso significa un convenio entre los partidos que tienen representación parlamentaria en el Congreso. Lo deja en manos ajenas, y a lo que pueda hacer el coronavirus en este tiempo. Por eso es que la demanda de suspender las primarias este año suena más a una movida para fortalecer indirectamente a Alberto en su propia interna de poder en la coalición gobernante.
La oposición está atada a esa suerte, y más en Tucumán, donde el condimento “FR” puede alterar el panorama político y hacer emerger nuevas figuras o eventuales nuevas estructuras políticas. Aunque se debe decir que detrás de esas movidas hay más de intereses personales, de ambiciones políticas, que de visiones estratégicas sobre construcciones políticas. En ese terreno, o en el lodo de la política, todos juegan con lo que tienen al alcance: amigos, recursos, influencias, contactos, pactos. Y con todo se presiona, hasta mediáticamente.
Los chicos neoradicales Campero y Sánchez aprovecharon la presencia de Alfonso Prat Gay para seguir instalándose como la opción diferente, la de una mirada distinta sobre lo que debe ser la composición de la oposición; se mostraron con el ex ministro de Hacienda en las zonas urbanas donde pesa el voto de la clase media que acompañó a Cambiemos. Una picardía estratégica. Cuentan que había personas que se acercaban a sacarse fotos y a pedirle autógrafos a Prat Gay en los bares de Yerba Buena. Campero y Sánchez hicieron ruido, y aturdieron a los que reniegan de sus iniciativas inconsultas. A esa jugada de tantos decibeles hay que contrarrestarla con otra de mayor potencia, por lo menos en política eso implica replicar, recuperar el terreno que el contrincante le hizo perder -o que se cree que retrocedió-, por eso las apariciones de figuras con peso y poder territorial para codearse: Gerardo Morales.
José Cano y compañía necesitan mostrar que también tienen respaldo, que cuentan con avales significativos en la estructura radical y que no se van a dejar amedrentar por un par de jóvenes intendentes que ya están renunciando a sus municipios; según comentan por lo bajo. ¿Qué quieren decir? Que los jefes municipales pactaron con el Gobierno que sus ciudades pasen a manos del peronismo en 2023. Suena demasiado, pero cuando se trata de horadar al adversario, valen todas las elucubraciones posibles; y se las echan a rodar con insistencia, hasta que se vuelvan creíbles. El esquema sólo cerraría con Manzur metido en el medio del posible acuerdo, o sea, otra vez, empujando la carretilla para apurar la fractura opositora en beneficio del propio oficialismo.
¿Por qué algunos peronistas consideran imprudente alentar la alianza FR-jefes municipales radicales? Porque advierten el peligro de alentar a candidatos que puedan mostrar gestión, algo que atrae votos, pero por sobre todo porque son referentes con un territorio y una estructura política detrás, frente a parlamentarios que no ejecutan. Sugieren que se alimenta una alternativa fuerte.
Retomemos la línea opositora: si cierra el pacto Campero-Sánchez-Bussi, habría una opción diferente en las primarias, que de concretarse significaría la posible división del voto radical. La otra alternativa sería la de los correligionarios Cano senador-Silvia Elías de Pérez diputada. Esta semana que pasó se vio al diputado radical saliendo de la oficina del legislador radical Roberto Palina. Los que observaron la escena especularon que la charla pudo haber estado relacionada con estos movimientos en la oposición y sobre posturas a futuro. Todo contacto es importante y toda amistad es valiosa en términos de conveniencia política.
Pero, ¿quiénes serían los candidatos de la linea neoradical-bussista para esta elección de medio término, con o sin primarias? ¿Los dos intendentes en los primeros lugares con el acompañamiento de FR? La vieja guardia radical señala que a “los chicos los están engañando”, que finalmente el bussismo saldrá con Verón Guerra y con Nadima Pecci en la boleta. Todo vale en este proceso electoral del 2021, porque no se están definiendo sólo postulaciones, sino que se están acomodando las cargas para salir lo mejor parados para el 2023. Este tiempo es el de las sociedades, nuevas o antiguas, ratificadas o fracturadas, de los intereses cruzados, de armarse para lo que sobrevendrá.
Entre las evaluaciones posibles figura hasta la de que prospere la reelección indefinida, lo que cambiaría los escenarios y los protagonistas. En ese marco se especula sobre qué legislador avalaría una modificación constitucional, quiénes pueden resultar presionables y quiénes se mantendrán firmes en el rechazo a la reforma de la Carta Magna. Ese es otro juego de intereses en el oficialismo cuyos coletazos repercutirán en la oposición, que estará expectante. Se menciona que los radicales que están con Cano no acompañaron esta iniciativa, y que no dan los números para impulsarla. Se necesitan 33 votos. Y tendrían que conseguirse y fidelizarse este año, justo en el de la votación intermedia, para que el próximo haya elección de convencionales. Todo está por verse.