Agustín Perelmut
Magister en Políticas Públicas por la Universidad Austral - Licenciado en Ciencia Política Universidad San Pablo T (USPT)
El 2 de diciembre de 2009 se sanciona la ley nacional que establece las Primarias Abiertas, Simultáneas y Obligatorias. Luego de 11 años, es necesario hacer un balance de su desempeño, y plantear cuestionamientos en relación a su futuro inmediato y de mediano/largo plazo.
¿Las PASO fueron una medida acertada en 2009? Sin dudas. Tanto desde la política como desde la academia se ponderó la idea de generar un umbral del 1,5% (para reducir la cantidad de partidos del acto electoral) y abrir las internas partidarias para aumentar la representatividad.
¿Las PASO han cumplido con sus objetivos? Solo en parte. Ha disminuido la cantidad de frentes que llegan a las generales, lo cual posteriormente “ordena” el acto electoral. Sin embargo, lejos estamos de poder afirmar que aumentó la representatividad o la democratización de los partidos. Contrario a esto, puede afirmarse que se minó aún más su autonomía, y se complejizó (e hizo muy costoso) un procedimiento de selección de candidatos que se sigue llevando a cabo dentro del partido.
¿Las PASO han tenido efectos inesperados? Varios. En primer lugar, es necesario mencionar la inversión que requieren, debido a la “doble campaña” que se lleva adelante, la mayoría de las veces para agrupaciones con una única lista de candidatos. En segundo lugar, se termina realizando una “gran encuesta nacional” pero de consecuencias directas en la realidad del país. La derrota de un gobierno de turno puede generar clima de inestabilidad (solo por “elegir” agrupaciones de una sola lista). Por último, hay que mencionar el efecto desgaste que se ha visto generarse tanto sobre votantes como sobre estructuras partidarias.
¿Es necesario eliminar las PASO? Teniendo en cuenta que si han habido consecuencias interesantes, no parece lo más prudente. Si, en cambio, es posible plantear que se suspendan este año y posteriormente reformularlas.
¿Porque suspenderlas? La Argentina transita una de las pandemias más nocivas de la historia. Si bien está encaminada a una futura resolución, aún tiene meses por delante. En dicho marco, afrontar un proceso electoral de tamaña magnitud e inversión no parece lo más apropiado. No solo por los recursos que implica, sino también por la concentración de votantes. Es por esto que lo más sensato parece ser su suspensión. Pero esto no termina ahí. A futuro debemos plantear un debate arduo pero necesario en relación a su continuidad o no y de qué forma. Los sistemas políticos son perfectibles y su reforma no debe asustarnos, sino convencernos del aprendizaje constante que implica el ejercicio democrático.