El precio de la soja vuela en el mercado internacional. Con un valor de U$S 500 por tonelada, el escenario para la captación de dólares es casi el mismo que se observó cuando Néstor Kirchner asumió la Presidencia, en 2003, y apuntaló la economía. Pero, a diferencia de lo que pasó hace casi 18 años, hoy Alberto Fernández tiene un escenario más complejo, tanto que deberá lidiar con algunas variables que le cambian el humor a la sociedad que vota (por caso, la inflación), como también con el Fondo Monetario Internacional (FMI) para cambiarle la imagen de la Argentina en el contexto global, en el que sigue figurando como un país que incumple y cambia las reglas de juego. El análisis es de Alfonso Prat-Gay, el ex ministro de Hacienda de la Nación del macrismo, que ayer vino a esta ciudad para reunirse con los intendentes Mariano Campero (Yerba Buena) y Roberto Sánchez (Concepción) y con dirigentes de Juntos por el Cambio, en Tafí del Valle. En la entrevista con LA GACETA, el ex titular del Banco Central habló sobre la necesidad de llegar a un acuerdo con el FMI y afirmó que el proyecto de Gobierno es más de Cristina Fernández que del presidente Alberto Fernández.
-¿Qué destino tiene la Argentina con la situación que arrastra?
-Estamos atravesando una situación muy compleja, que es mundial, pero usando términos de salud, a nosotros nos agarra con enfermedades previas. Por eso sufre más que cualquier otro país del mundo. Es por las malas decisiones que tomó el Gobierno. Solamente hay dos países que en 2020 tuvieron más recesión y más muertes por habitante que la Argentina: Perú y Gran Bretaña. La situación actual es muy delicada, pero la Argentina tiene las herramientas y la riqueza humana, material, la tierra, el clima y la creatividad para poner todo esto en valor. Lo que está sucediendo desde hace muchos años es que hay una dirigencia que no termina de acertar. Hay una incertidumbre muy grande respecto de las reglas de juego. Hay un gobierno que viene y hace las cosas y después el gobierno que viene hace lo contrario. La consecuencia de eso, en términos económicos, es la muy baja inversión que tiene el país. En 2020 cerramos en torno de 10 puntos del PBI. De cada 100 pesos que se producen, sólo se guardan 10 pesos para invertir y eso no alcanza para cubrir la movilización del capital. Tenemos que revertir esto. Sabemos que podemos hacerlo, pero el problema es mucho más político que económico.
-La diputada oficialista Fernanda Vallejos ha dicho que, en la Argentina, “tenemos la maldición de exportar alimentos”, al referirse a las tensiones que, según su criterio, produce la dinámica internacional en los precios internos. ¿Qué sensación le producen esas palabras?
-Es la visión que tiene el sector más duro del kirchnerismo, que quiere vivir exclusivamente del Estado, como si éste generara la riqueza. Se olvidaron del chacarero que se levanta a las 4, labura la tierra y hace todo el esfuerzo; paga retenciones, Ingresos Brutos y Ganancias. A ese no lo consideran porque no es parte del grupo. Es una barbaridad lo que dijo, pero nos tiene acostumbrado a eso; no es la primera ni la última vez que lo hace.
-En 2003, el valor de la soja apuntaló la gestión del ex presidente Néstor Kirchner. ¿Hoy con un precio por encima de los U$S 500 la tonelada puede llegar a mejora la balanza?
-Creo que es una muy buena noticia que se están recuperando los precios de los commodities, muy a pesar de lo que dijo Vallejos. Es una fuente de ingresos muy importante para un país que, entre tantos problemas que hoy acumula el que resalta es la falta de dólares; le sobran pesos. Ahora bien, la Argentina tuvo un excedente comercial y, sin embargo, cayeron las reservas a lo largo del año que pasó. Pese a que hubo superávit comercial y más cepo, el Banco Central sigue perdiéndolas, como consecuencia de la baja credibilidad que el argentino medio tiene respecto del Gobierno. Creo que no se aplica más aquello que se postula desde hace no menos de 70 años, que una buena cosecha salva a un Gobierno o a la Argentina. Sí ayuda, pero también hay que ayudar a la suerte. Por eso desde la oposición, le exigimos al Gobierno que deje de mirar el cortísimo plazo, que deje de lado la chicana, que abra el juego y empecemos a discutir, entre todos, el futuro del país. Que debatamos cuál debe ser el rol de cada uno en ese futuro.
-¿Qué pasó con la inflación durante 2020?
-A lo largo del año, la inflación tuvo dos velocidades. Cierra con un número que estará cerca del 35%, pero termina (también) con valores cercanos al 4% mensual, que es más 50% que ese 35%. Por eso, la sensación térmica que tiene el consumidor, que tiene el ciudadano no es la que le dice el ministro de Economía (Martín Guzmán) del 35% de inflación, sino la de los últimos meses, en particular de los alimentos, y aún más en la carne. Una de las promesas de Alberto Fernández durante la campaña, de pasar de la polenta al asado, el aumento del precio de la carne fue de casi el 100% en varios cortes.
-En un año electoral, ¿hay más probabilidades de apelar a la emisión monetaria?
-Puede pasar todo. El Gobierno ha elegido romper la brújula. El propio Presidente nos dijo al principio de su gestión que no creía en los programas económicos. Esa incertidumbre está por detrás. Hoy hay que ser un héroe para producir en la Argentina, porque todo el gobierno nacional va en contra de la producción. En la dimensión de Tucumán queremos resaltar lo que dijo Roberto (Sánchez). Sin emprendedor no se sostiene el Estado. Lo que hay que hacer es que llegue un momento que el que pueda manejarse solo, y para eso hay que darle apoyo pero también certidumbre y reglas de juego claras.
-¿Quién cree que gobierna el país, Alberto Fernández o Cristina Fernández de Kirchner?
-La que tiene el poder es Cristina Fernández. Ella es la que tiene el poder de veto y el que ejecuta el día a día es Alberto Fernández, pero no es el que diseña la política. Eso quedó muy claro. Algunos pensaron que eso iba a ser muy diferente. Conozco a ambos actores. En aquella época fui presidente del Banco Central y los traté mucho a los dos. A partir de esa experiencia, no tengo dudas de que este es un proyecto que tiene un solo propietario y que se llama Cristina Fernández de Kirchner. También sé que cuando Cristina gobernó en esos ocho años, a la Argentina le fue muy mal. No hubo prácticamente crecimiento en esos años; hubo mucha confrontación con las fuerzas de la producción. Lo que tenemos que hacer nosotros no solamente es dialogar en la comunidad política, sino también con las fuerzas vivas, con los sindicatos, con los empresarios y definir esa Argentina posible que siempre nos está eludiendo porque aparece algún dirigente político más mezquino que todos los demás. En este momento en particular, por su peso específico, ese dirigente es encarnado por Cristina Fernández de Kirchner. Lo que tiene que hacer la oposición es marcarle las diferencias a Cristina y siempre abrirle la mano al Presidente si quiere buscar otro camino para romper ese molde, para buscar una Argentina distinta.
-¿Cuán importante es el acuerdo por un nuevo programa con el FMI para el rumbo del país?
-El Fondo hoy tiene un doble rol, muy complejo, el de auditor de las políticas del Gobierno, pero también el de acreedor. La Argentina necesita acceder al crédito, porque si eso no hay no aumenta la tasa de inversión y es difícil que así mejore el salario real y la producción. Creo que el gobierno siempre nos vende una bala de plata y al final, en la práctica, lo que vemos es que se avanza en la dirección que ellos dijeron, pero los resultados no son los que nos dijeron. Esperemos que se negocie con convicción y con visión de largo plazo. Está bien la idea de que un acuerdo con el organismo vaya al Congreso; es lo que propone el Gobierno. También es buena la idea que propone el FMI, de que algunas de las decisiones que se adopten trasciendan los mandatos. Hay que tomar como referencia lo que Fondo hizo en el acuerdo que acaba de firmar con Ecuador, un buen punto de comparación con la Argentina. Una de las cosas que el Fondo le pidió a Ecuador, y ojalá se lo pida a la Argentina también, es una ley anticorrupción. Tenemos que mirar hacia adelante. Cuando nosotros hablamos de diálogo político, los dirigentes están construyendo el futuro. Este es un gobierno que nos circunscribió al presente. Nadie habla del futuro porque nadie sabe lo que puede pasar dentro de algunos meses. En ese acuerdo gran acuerdo tiene que estar la dimensión del futuro, que hoy está ausente, y la dimensión del pasado se la dejamos a la justicia. Que la justicia evalúe, analice, juzgue y dicte sentencia en función de todos los casos de corrupción. El FMI está empezando a reclamar a toda la comunidad política que haya un compromiso muy contundente en contra de la corrupción. Y esto es contradictorio con todo lo que ha hecho hasta ahora Cristina Fernández de Kirchner en su primer año de mandato como vicepresidenta de la Nación, que es mover todos los hilos posibles para salvarse de las causas que ella tiene pendientes.