“Tucumán es azúcar” decía el eslogan, y todo era azúcar en Tucumán. Los que tienen más de 50 crecieron escuchando esa frase que hoy resulta extraña, de otro tiempo. Por larguísimas décadas, el azúcar constituyó para la provincia no sólo el núcleo de su economía sino su principal fuente de elaboración cultural.
Este 2021, a punto de comenzar, celebra el bicentenario de la plantación de caña que hizo José Colombres en su finca de El Bajo. Los jesuitas habían sembrado caña azucarera durante la Colonia española, pero fue a partir de aquella pequeña y marginal empresa de Colombres que la producción azucarera se extendió hasta convertirse en un proyecto agroindustrial nacional. Aunque el cultivo se extendió a otras provincias del norte argentino, en el territorio tucumano llegaron a funcionar más de 80 fábricas, con un promedio de unas 30. También se ocupó un gran porcentaje del suelo, para siembra y para logística industrial.
Con este despliegue, Tucumán llegó a aportar cerca del 80 % de la producción nacional de azúcar. En muchos casos las unidades productivas incluían fábrica y alojamiento. Se levantaron así los primeros poblados industriales del país, lo que multiplicó y dinamizó la población. Por otro lado, en el intento de mejorar el rendimiento con apoyo tecnológico y científico, crecieron unidades de enseñanza, investigación y desarrollo como fueron el Ingenio Modelo y la Estación Experimental.
Esto es sólo una parte. El azúcar no se agota en datos, ni en fechas. La cultura azucarera se metió en la sociedad, en la política y en el arte. Hacer un inventario de obras relacionadas con el azúcar, en Tucumán, sería interminable. Fue literatura, música, pintura y fotografía. Este 2021 puede ser un llamado a revisar esa historia, a responder preguntas viejas y plantear nuevas. Vendría bien mirar en ese espejo; ¿es que algún proyecto colectivo tomó la posta?; ¿si Tucumán no es azúcar, entonces qué es?