"Construí una coraza contra lo inesperado"

El encierro, el distanciamiento social y el freno a los días organizados y acelerados representaron un desafío para todos. A Cecilia Akel (42 años) ese nuevo mundo la tomó de sorpresa, como a millones más, pero ya no era aquella joven de 2014 “sin rumbo” ni trabajo. Esta vez supo qué hacer para salir adelante.

Cuando tenía 12 años, Akel concurrió a un taller de corte y confección por pedido de su abuela. También se metió de lleno al diseño de moda en plena juventud. Todo ello le serviría tiempo después para encaminarse tras ser despedida de un negocio de apuestas. “Comencé a hacer bolsos, carteras y morrales con ropa usada. Luego empecé a comprar telas y a producir prendas de vestir femeninas. Mi hermano me ayudó, reuní capital y me sumé a los tours de compras en Buenos Aires. Así crecí poco a poco, e incorporé ‘bijouterie’ y perfumería”, contó.

Akel logró convertirse en una emprendedora urbana: instaló un taller en su casa y un “showroom”, y visitaba a sus clientas, estrategia que le permitía ingresos y posicionar su marca, “Lo de Indiana”. Pero el virus llegó al país en marzo y no pudo viajar a comprar mercadería. El mundo se le hundía, otra vez.

“Pensaba que la cuarentena duraría 14, 15 días. Tenía stock: ropa de media estación y de invierno. Sin embargo, todo siguió igual y las ventas se derrumbaron”, señaló. “Ahí decidí volver a la costura, al diseño y a la artesanía. Hice bolsas de lienzo para regalos, y seguí con eso porque creció la demanda”, añadió. También elaboró agendas personalizadas (con frases positivas o imágenes en las tapas), diseños (vestidos largos y camisolas), barbijos y los llamados conjunto pijameros: “impactaron. Ahora, tengo pedidos de tela de verano”.

“La prioridad era sentarme a coser cada día. Me acostumbré a no depender de nadie, a ser mi jefa -subrayó-. Había enfrentado muchas crisis, en todos los sentidos, por eso construí una coraza frente a lo inesperado”.