Las elecciones del 2021 que nace este viernes ponen en juego cuatro diputados nacionales y tres senadores nacionales para Tucumán. Sin embargo, será un año clave para las y los intendentes. Sobre todo, para aquellos que llegarán sin chances de reelección a 2023, pero aun así anhelan escalar posiciones y ganar terreno en la política provincial.
De los 15 intendentes aliados a Juan Manzur y a Osvaldo Jaldo, sólo tres pueden aspirar a un nuevo mandato: Aldo Salomón (Alderetes), José Orellana (Famaillá) y Francisco Caliva (Tafí del Valle). Y los cuatro intendentes opositores (Germán Alfaro, de San Miguel de Tucumán; Mariano Campero, de Yerba Buena; Roberto Sánchez, de Concepción; y Sebastián Salazar, de Bella Vista) agotaron los dos períodos consecutivos previstos por la Constitución provincial. Por eso, mientras piensan y desarrollan estrategias para retener el poder por vías indirectas –por lo general, mediante familiares o funcionarios de su confianza-, las y los jefes municipales de los distintos espacios ponen buena parte de sus expectativas en el armado de las listas de candidatos al Congreso de la Nación.
Son tiempos de brindis y de pan dulce, es cierto. Además, hay prioridades en la agenda pública, como la pandemia de covid-19, la crisis económica y la inseguridad. Pero la política es un organismo que vive en constante movimiento. Desde el dirigente barrial hasta el referente partidario, todos buscan la manera de conquistar casilleros en las estructuras de poder. Y, cuando eso no es posible, al menos apuntan a retener lo conseguido. Casi el 85% de los intendentes de Tucumán deberá buscar un nuevo rumbo a partir de 2023.
Por supuesto, no todos los jefes municipales –ni en el PJ ni en “Vamos Tucumán”- están en condiciones de mostrar las más altas expectativas con respecto al armado de las listas. En definitiva, habrá nueve cargos electivos en disputa. Las nóminas ofrecen más espacios, claro está, pero si algo sobra son nombres y apellidos.
En el PJ
En el oficialismo, está claro que todo dependerá de las negociaciones entre Manzur y Jaldo. El peronismo nacional –incluido el gobernador de Tucumán- impulsa la suspensión de las primarias abiertas, simultáneas y obligatorias del año próximo.
Ante ese escenario, los conductores del PJ local –si se mantiene la relativa armonía en la interna partidaria- volverán a escribir “a dos manos” las nóminas de candidatos. Sería un error pensar que sólo figurarán manzuristas y jaldistas en las boletas del peronismo. Además, habrá que darles lugar a los pedidos que lleguen desde la Nación - en especial del kirchnerismo- y a las columnas básicas sobre las cuales se apoya el gobierno en los circuitos electorales de la Capital, del este y del oeste.
¿Cuál será entonces el rol que tendrán en 2021 los intendentes oficialistas sin “re-re”? Suena poco probable que alguno decline dos años de gestión municipal en pos de una mudanza a Buenos Aires. Además, alejarse del territorio puede costar demasiado caro.
Pero los jefes municipales de mayor influencia pueden apuntar a “ubicar” el nombre de un familiar o de un dirigente de su entorno en el armado oficial. Los demás, sobre todo aquellos que suelen alternar con un pariente entre la Intendencia y un escaño en la Legislatura provincial, deberán mostrar su fidelidad durante la campaña electoral –ni hablar del día de los comicios- si quieren mantener la “bendición” de sus conductores con miras 2023.
En la oposición
Los cuatro intendentes de la oposición tendrán mayor protagonismo que sus colegas justicialistas. Con una conducción fragmentada, en la alianza entre radicales, macristas y peronistas disidentes las pujas de poder resultan lógicas. La estrategia de Alfaro parece ser impulsar como posible sucesora a su esposa, la diputada Beatriz Ávila, cuyo mandato en la Cámara Baja finaliza en 2021. El trampolín ideal sería el Senado, una caja de resonancia varias veces superior a Diputados. Para ello, el referente de Villa Amalia cuenta con su sello propio, el PJS. Sin embargo, lanzarse “por afuera” de la estructura de Vamos Tucumán –tanto en las intermedias como en 2023- implica también una jugada de alto riesgo.
En el interior
En el interior, Salazar es un misterio. Electo en 2015 por la UCR, reelecto en 2019 por Evolución para la Democracia Social, días atrás se mostró acompañado por los macristas José Cano y Domingo Amaya. Mientras tanto, los radicales Campero y Sánchez –sobre todo el primero- impulsan un acuerdo electoral para 2021 con el republicano Ricardo Bussi, una opción que para buena parte de los “correligionarios” y para el alfarismo resulta inaceptable. Así, la oposición parece estar frente a una paradoja: el discurso de unidad puede terminar siendo lo que fracture la alianza que, con distintas fórmulas, no pudo con la estructura del PJ en 2015 ni en 2019.
El año próximo está a la vuelta de la esquina. Se pondrán en juego siete escaños tucumanos en el Congreso. Pero, por sobre todas las cosas, se empieza a dirimir la disputa por el Gobierno de 2023.