El pedido unánime al espíritu navideño es, precisamente, lo que nadie pudo brindar a lo largo de 2020: certidumbres. Imploramos por certezas, unas pocas, las imprescindibles para transitar lo que viene con un mínimo de planificación. Pero no hay caso, es demasiado pedirle a un mundo incapaz de predecir lo que sucederá mañana. Mientras Europa vuelve a cerrarse sobre sí misma y el presidente electo Joe Biden les informa a los estadounidenses que las horas más oscuras están adelante, no detrás, todo indica que la nueva cepa de coronavirus ya hizo pie en Brasil. En ese sentido, la mirada global nos retrotrae a marzo. Como si hubiéramos trotado durante todo el año sin movernos del mismo lugar. O peor, con el GPS del cangrejo.
A la diferencia la marcan las vacunas. Siempre se supo que las dosis se distribuirían con la forma de un goteo. ¿O alguien supuso que se inmunizarían 7.000 millones de personas de un saque? El proceso será extenso, escalonado, tan cambiante y urgente como marca el amperímetro de la realidad, y cruzado -somos testigos- por un huracán de controversias. Porque en paralelo a la emergencia sanitaria corre un negocio de escala multibillonaria, en el que los laboratorios juegan el partido más jugoso de la historia de la farmacología. ¿Pfizer o Moderna? ¿Sputnik u Oxford/Astrazeneca? ¿Norteamericana, inglesa, rusa o china? Los lobbies arden, los intereses quedan expuestos y con la marca/procedencia de las vacunas se desata un Boca-River alimentado por sus propios voceros e instigadores.
Es un equilibrio delicadísimo y todos se sienten adjudicatarios de la razón. Se exige que las vacunas estén ya mismo, que sean para todos, y a la vez se opina y descalifica con una sencillez impactante sobre sus condiciones. Si Chile tiene 10.000 dosis de la de Pfizer, ¿qué esperamos para hacer lo mismo? Bien, llegaron 300.000 dosis de la Sputnik V. ¿Y por qué tan pocas?, es la repregunta. Una información apunta que la vacuna rusa no puede aplicarse a los adultos mayores, otra retruca que no es tan así. Una noticia revela graves efectos secundarios en una persona que recibió la de Pfizer. Después añaden que se trata de alguien que padece otras enfermedades. Todo es tan veloz que jamás hay tiempo para bajarse de la autopista y mirar las cosas en perspectiva. Paciencia y comprensión no figuran en las agendas. En la mayoría de los casos, por supuesto, nutriendo la incertidumbre con la contundencia de la grieta.
Es tremendamente complejo para el ciudadano de a pie conseguir información pura, despojada de opinión. Datos. Por ejemplo, los siguientes:
A) El Gobierno nacional compró 51 millones de dosis de las distintas vacunas (Pfizer, Sputnik V, Oxford/Astrazeneca -que se producirá en nuestro país, a partir de un convenio conjunto con México-, etc). No hay precisiones acerca de cuándo y cómo estará disponible ese volumen de dosis.
B) Las inmunizaciones se desarrollarán por medio de un Operativo Nacional de Vacunación, que arranca con las 300.000 dosis de Sputnik V traídas por Aerolíneas Argentinas y que incluye a Tucumán en la fase inicial.
C) A Tucumán le corresponderán 5.570 vacunas, cuya primera dosis se aplicará entre el lunes y el martes, exclusivamente, al personal de la salud. Cualquier otro número que se maneje pertenece al campo de las conjeturas. Esas 5.570 personas deben recibir la segunda dosis en un plazo no mayor a los 21 días.
D) El segundo envío de la Sputnik V se concretará durante los primeros días de enero -no hay una precisión en la fecha- y comprende 4,7 millones de dosis.
E) En febrero deben estar en el país las 15 millones de dosis restantes de Sputnik V que Argentina acordó con Rusia. No antes de ese mes se activarán las inmunizaciones con las otras vacunas, en cantidades y escalas que todavía no se conocen con exactitud.
Sobre este campo informativo sobrevuela otra nube, mucho más densa y viralizada, que comprende un análisis demasiado teñido por el grado de simpatía y adhesión que merezca el plan. En otras palabras: si es mucho es poco, si es correcto o incorrecto, si es lento o si es rápido, si es ruso o inglés o estadounidense, más todas las variables por el estilo, se inscriben en un campo que poco tiene que ver con lo científico o con lo sanitario. Es un tironeo agrietado por la argentinidad más pura. Así no hay certidumbre posible.
Mientras tanto, las autoridades rezan para que el absoluto descontrol registrado durante diciembre no se traduzca en un rebrote. La sociedad se dio de alta por más que la covid-19 siga al acecho y los tucumanos coparon las calles. Si a la multitud no la acobarda la posibilidad de un contagio de coronavirus, mucho menos la va a amilanar una temperatura de 40° (a la que estamos acostumbrados). Ese es el escenario al que el espíritu navideño se vio forzado a trepar: confuso, intenso, ambiguo, tórrido y desordenado. ¿Y alguien tiene todavía el tupé de exigirle certezas?