Existe, entre las fuerzas y las autoridades de seguridad, un consejo recurrente a la población para evitar los secuestros virtuales: acordar entre familiares palabras claves. Establecer determinados comandos o respuestas a preguntas especiales que nos ayuden a saber automáticamente si hablamos o no con la persona que dice ser. Anoche los hinchas, mientras veían por la tele a Atlético (cuando los bichos lo permitían), no reconocían a su equipo. Definitivamente surgía la duda si ese que jugó tan mal y perdió ante Banfield por 2 a 0 era el mismo que ganó los seis partidos anteriores o sí se trataba de un impostor intentando engañarlos. “Juegue, Atlético, ¡juegue!”, decían los hinchas y el propio Ricardo Zielinski. Era la palabra clave para saber si respondían correctamente o si había que encender las alarmas. Nunca hubo respuesta. ¿Quién era entonces, y qué hizo con Atlético, el equipo que salió a jugar al Monumental ayer?
La velocidad fue la primera diferencia entre uno y otro equipo que hizo sospechar a todos. La lentitud con la que el “Decano” hizo las transiciones ofensivas y defensivas verdaderamente parecían de otro equipo. Esa falta de dinámica para ir al área contraria y para volver a marcar estuvo siempre.
Llegar a las áreas, entonces, le costó mucho. El equipo siempre estuvo mal parado, cada vez que Banfield atacaba. Adelante no hubo sorpresa: todos centros que solo los defensores del “Taladro” cabeceaban. ¿Cómo no sospechar de la identidad del equipo si no hizo un gol? El equipo más goleador y con más goleadores del torneo no hizo un gol y ni siquiera estuvo cerca de hacerlo.
La formación titular indica que en algunos sectores el equipo sí eran literalmente distintos. La ausencia de Cristian Erbes por covid-19 complicó y bastante. Pero en su reemplazo pudimos ver que las dudas sobre la identidad del equipo no solo se remitían al campo de juego. ¿Quién fue el que puso a Nicolás Aguirre como doble 5 siendo un jugador más de las bandas? Franco Mussis parecía ser la opción más simple para reemplazar a Erbes. Y si hay alguien que es simple es Zielinski. Como no sospechar de que el “Ruso” estaba amordazado en el hotel y había sido reemplazo por un estafador.
Por momentos, la actitud del equipo fue muy distinta a la de partidos anteriores. Y no hablamos del “coraje” característico. En el segundo tiempo (luego de un horrible primero) Atlético salió a apretar más. Mal y a los empujones, pero salió a prestar al fin. Hablamos de actitudes como las de Marcelo Ortiz que no solo dejó al equipo con 10 sino que complicó el armado del equipo para el próximo partido. La posesión de una pelota en mitad de cancha no merecía la pena de tamaña falta.
Hablamos también de un equipo más preocupado en protestar que en jugar. Es cierto: Mauricio Arboleda se cansó de hacer tiempo pero en definitiva es lo que Atlético y cualquier equipo hacen en esa situación. Perder los estribos como los perdió el plantel lo confirmó: este no es Atlético.
La realidad es que sí fue Atlético. Recuperar al Atlético de los seis partidos previos será la sensación más cercana a tenerlo de vuelta después de un secuestro. Un secuestro por el que pagarían el rescate que sea necesario. Lo importante es que la identidad de este equipo vuelva ante Talleres. Atlético necesita volver a ser Atlético.