Astrónomos, aficionados a la astrofotografía y curiosos se encuentran ya apostados en distintas zonas de la Patagonia Argentina para presenciar el eclipse total de sol que tendrá lugar mañana.
Los últimos excursionistas que faltaban para iniciar la odisea hacia esta atrapante y seductora experiencia en este año tan especial llegaron a la ciudad de General Roca. Allí hace base el equipo de especialistas del Observatorio Astronómico de Ampimpa (OAA). El grupo liderado por tucumanos está compuesto por 35 personas que viajaron desde distintos lugares del país para observar este fenómeno único, pero más allá del eclipse los une su pasión por contemplar el universo.
“Desde niño fui un fanático de todo lo que tenga que ver con el espacio”, afirma José Luis Fuchinecco, ingeniero electromecánico y profesor en la Universidad de Buenos Aires. “Me gustaba ver en la televisión ‘Viaje a las Estrellas’ y la serie Cosmos, de Carl Sagan”, dice refiriéndose, primero, a una famosa serie de ciencia ficción estadounidense de los años 60, y luego al memorable programa de televisión sobre el espacio de los años 80.
Fuchinecco pasa de los telescopios a los microscopios. “Trabajo estudiando la estructura microscópica de los metales”, detalla el ingeniero. “Siempre me llamó la atención que el modelo del átomo es muy parecido al sistema solar”, revela, explicando parte de la correlación entre su trabajo y su afición.
En la sala de recepción del lugar donde se hospeda y por cuestiones de sanidad, el grupo se divide en dos tandas para recibir la charla de bienvenida de Alberto Mansilla, director del OAA, que explica por qué este eclipse de sol es tan importante: “además de poder apreciarse en su totalidad en esta zona de la Patagonia, el fenómeno tendrá su centro en nuestro país. Es decir, aquí será el punto de mayor duración del eclipse, donde la sombra de la luna proyectará un círculo perfecto”. Luego Mansilla explica que el anterior eclipse que tuvo su centro en el territorio de la actual Argentina se dió en 1590, mientras que el anterior que pudo observarse en su totalidad en algún lugar del mundo fue en 2019.
Algunos expedicionarios podrán ser testigos de ese fenómeno, como es el caso de María Laura Torrez, de Buenos Aires. Ella decidió “regalarse” la experiencia de ver un eclipse luego de una etapa difícil de su vida donde tuvo que superar varios obstáculos, entre ellos el cáncer. “Yo quiero unir mi mente con mi corazón y el eclipse propicia esa conexión, por eso estoy aquí para volver a vivir una experiencia similar, la consciencia de estar viva”, reflexiona.
En la ciudad llueve, pero los especialistas confían en que la expedición no está en riesgo. “Teníamos previsto este clima para hoy (por ayer), mientras que para el lunes a la hora del eclipse esperamos un cielo despejado, según las fuentes consultadas, pero somos cautos con las expectativas”, adelanta Carlos Di Nallo, integrante del observatorio y el encargado del registro fotográfico.
Todos miran el pronóstico, con el deseo de que la amenaza de un cielo parcialmente nublado que auguran algunos meteorólogos se esfume. La expectativa crece, al mismo tiempo que el reloj se acerca al día y la hora claves.
A descansar
Luego del almuerzo, los expedicionarios se recluyen en sus habitaciones a descansar. El viaje ha sido largo y en unas horas tendrán una charla instructiva para poder obtener las mejores fotografías del fenómeno.
Uno de los interesados en esta explicación es Facundo Jauri, otro de los apasionados de la astrofotografía que se dan cita en este evento. En su edificio ubicado en Quilmes, Buenos Aires, Facundo sube con frecuencia hacia la terraza del piso 15. Allí ensambla su cámara de fotos y su telescopio y pasa horas fotografiando el espacio, los planetas, las estrellas y los satélites. “A veces son las tres de la mañana y yo todavía estoy ahí contemplando el firmamento aunque tenga que entrar a trabajar a las siete de la mañana”, cuenta el empleado de correos, quien sueña poder obtener una gran foto del eclipse.
Algunos ya estuvieron en la zona elegida, donde soplan los fríos vientos fríos de 70 kilómetros por hora. “Es una sensación de libertad”, afirma Kiara Isgut cuando mira la planicie patagónica. “Es la naturaleza la que eligió esta zona tan inhóspita como palco de lujo. Muchos se agrupan en la comodidad de las ciudades pero para estar en el centro del eclipse hay que entrar en el desierto”, agrega Fabián Neiman.
Las motivaciones son diversas y las expectativas frente a la experiencia varían, pero a todos los expedicionarios los une la necesidad de maravillarse frente a la naturaleza. “Un eclipse de sol, explicado teóricamente, son sólo formas geométricas; pero verlo quizás te hace experimentar la inmensidad del universo”, arriesga Fuchinecco.