Un día como hoy, pero hace 50 años, Luis Federico Leloir recibía en Suecia el Premio Nobel de Química por el descubrimiento de procesos bioquímicos básicos y se convertía en el segundo, y hasta el momento último, científico argentino en obtener el galardón por investigaciones desarrolladas en el país.
"Sus trabajos no solo permitieron describir cómo se almacenan los azúcares en animales y plantas bajo la forma de glucógeno y almidón respectivamente, sino también el modo en que se utilizan como fuente de energía", explicó hoy Armando Parodi, investigador emérito de la Fundación Instituto Leloir (FIL) y del Conicet, quien realizó su tesis doctoral bajo la dirección de Leloir.
Parodi aseguró que "los hallazgos de este científico sirvieron para entender en profundidad la galactosemia, una enfermedad hereditaria que provoca que quienes la padecen estén impedidos de asimilar el azúcar de la leche y que, de no ser tratada, produce lesiones en el hígado, riñones y en el sistema nervioso central".
Se trató del segundo y último Nobel de ciencias recibido por un argentino por investigaciones realizadas en el país ya que César Milstein, ganador en 1984, hizo casi toda su carrera en el Reino Unido, recordó Télam.
Leloir nació el 6 de septiembre de 1906 en París, Francia, aunque desde los 2 años vivió en la Argentina; con 26 años se recibió de médico en la UBA y trabajó en el Hospital de Clínicas durante dos años.
Por su parte, José Mordoh, investigador superior del Conicet sostuvo que “los descubrimientos de Leloir y colaboradores sobre la vía de metabolismo de la glucosa (la vía glicolítica) fueron fundamentales, y hoy despiertan enorme interés dado que se encontró que muchas células cancerosas utilizan esa vía para su multiplicación”.
Su trabajo
“Nunca estuve satisfecho con lo que hacía por los pacientes”, explicó Leloir en su breve autobiografía de 1982 y agregó que, “cuando practicaba la medicina, podíamos hacer muy poco por nuestros pacientes, a excepción de la cirugía, digitalina y otros pocos remedios activos”.
“Los antibióticos, drogas psicoactivas y todos los agentes terapéuticos nuevos eran desconocidos. No era por lo tanto extraño que, en 1932, un joven médico como yo, tratara de unir esfuerzos con aquellos que querían adelantar el conocimiento médico”, describió al justificar su decisión de volcarse a la ciencia básica y realizar su tesis de doctorado con el ganador del Nobel de Medicina en 1947 Bernardo Houssay.
Ese mismo año, Houssay propuso a Leloir como director del Instituto de Investigaciones Bioquímicas-Fundación Campomar (en la actualidad, Fundación Instituto Leloir), creado el 7 de noviembre en una vieja casona del barrio porteño de Palermo.
Ahí, Leloir y sus colaboradores comenzaron a realizar los primeros hallazgos que permitieron aclarar el mecanismo de la biosíntesis de polisacáridos (unión de azúcares), especialmente del glucógeno y del almidón.
Dentro de sus descubrimientos figura el llamado “camino de Leloir”: la ruta bioquímica a través de la cual el organismo aprovecha la energía de los azúcares para poder vivir, explicó la Agencia CyTA-Leloir.
En su discurso del 10 de diciembre de 1970, en Estocolmo, Leloir afirmó: “El honor que he recibido excede -de lejos- mi expectativa más optimista. El prestigio del Premio Nobel es tal que uno de repente es promovido a un nuevo estatus. En este nuevo estatus me siento incómodo al considerar que mi nombre se unirá a la lista de gigantes de la química como van Hoff, Fischer, Arrhenius, Ramsay y von Baeyer, por nombrar solo algunos. También me siento incómodo cuando pienso en químicos contemporáneos que han hecho grandes contribuciones y también cuando pienso en mis colaboradores que llevaron a cabo una gran parte del trabajo”, recordó en su web el Conicet.