Lo primero es llegar a la Patagonia, entrar en el desierto y situarme en uno de los lugares estratégicos elegidos para ver el eclipse total de Sol. Luego, desde alguno de esos palcos de lujo, esperar la maravilla: la Luna interponiéndose entre la estrella y nuestro planeta mientras su sombra va sumergiéndome en una noche fugaz. Me estremece de manera anticipada la sola posibilidad de vivir ese fenómeno único e irrepetible en la historia astronómica del país.
¿Pero cuáles son esos lugares estratégicos? La franja definida por la trayectoria de la sombra de la luna durante el eclipse se denomina “franja de totalidad”, y determina las zonas donde puede apreciarse el eclipse de sol de manera total. Tiene un ancho de 90 kilómetros y atraviesa zonas de Chile y Argentina, de oeste a este y de costa a costa. La sombra lunar recorrerá el centro de las provincias de Neuquén y Río Negro hasta perderse en mar, sobre la costa atlántica rionegrina.
En ese rango de opciones, el equipo del Observatorio Astronómico de Ampimpa con quien comparto la expedición, eligió un lugar en Río Negro, apostado en las cercanías del pequeño pueblito de El Cuy. Una zona desértica y aislada en plena meseta patagónica. Al ser consultados sobre el punto exacto no me revelaron su ubicación, ni siquiera el resto de los expedicionarios del grupo lo sabe. El secreto se conserva hasta un día antes para evitar la invasión de curiosos y de otros excursionistas. El punto de observación fue elegido mediante un minucioso cálculo y luego de varias visitas al lugar.
Pero, de nuevo: lo primero es llegar a la zona donde el eclipse será total. La pandemia, desde el inicio del desafío, ensombreció las perspectivas del viaje y la incertidumbre ganaba terreno amenazando la cobertura del evento. Fue clave extremar los cuidados personales: como trabajador de medios con frecuencia me tocaba cubrir situaciones riesgosas desde el punto de vista sanitario donde un descuido podía derivar en un contagio y eso dejarme afuera de la expedición.
Por otra parte, los límites entre las provincias se convirtieron en encrucijadas muchas veces incomprensibles, en laberintos de requisitos mutantes algunas veces acertados y otras veces caprichosos o mal comunicados. Sin embargo a una semana del eclipse los obstáculos cedieron y los 1.600 kilómetros que separan a Tucumán de la “franja de totalidad” dejaron de parecer imposibles.
En Río Negro, esta flexibilización renovó las expectativas turísticas. Antes de la pandemia se esperaban 300.000 visitantes por el eclipse, pero actualmente no hay cifras oficiales. La mayoría de los que llegan, elige la zona costera, especialmente Las Grutas. Algunas localidades, como Sierra Colorada, permiten el acceso a puntos de observación pero no el ingreso las zonas urbanas. Según testimonios de personas en el lugar, crece el negocio de accesorios para ver el eclipse e incluso hay venta ambulante de lentes especiales para el evento.
En definitiva, las perspectivas del viaje son buenas y espero no tener complicaciones. Eso alivia. Mañana será momento de chequear los datos del clima (aliado indispensable con el que espero contar) y preparar las cámaras y elementos para el registro audiovisual. Luego alistar las valijas para emprender el camino hacia el eclipse total 2020, un viaje a ese páramo secreto donde presenciar un crepúsculo circular al amparo de la sombra de la Luna. Un instante único en el mundo.