“La pandemia de la salud mental”

“La pandemia de la salud mental”

Por Alejandro Matesich, psicólogo-especialista en drogodependencia.

24 Noviembre 2020

¿Quién no ha escuchado, desde unos meses atrás, hablar de “la pandemia de la salud mental”? Programas informativos, radios, y hasta el área sanitaria del gobierno, ponen más énfasis a diario, en las consecuencias no solo sanitarias, sino también psicológicas que se reflejan en la sociedad, producto de la pandemia y su prolongada cuarentena. Crisis en el sistema sanitario y su posible sobresaturación (el fantasma de tener que elegir a quien poder otorgar un respirador); conteo matutino y vespertino cada día de muertes; la tensión social en las personas; la crisis política y económica, etc. Son solo algunas de las variables emergentes.

A pesar de referir a “salud mental” (entendiendo la “salud” como signo positivo, de un estado de bienestar óptimo, contrario a la enfermedad y/o padecimiento), la referencia conlleva una fuerte connotación negativa, ya que cuando se habla de “pandemia en salud mental”, se hace a alusión a la tensión, la angustia, el miedo, la incertidumbre, el estrés y el sufrimiento que atraviesan en sus particulares formas, pero de manera conjunta, las personas. Esta concepción refuerza en el imaginario colectivo la impronta de la salud mental como un fenómeno “acabado” y asociado siempre al sufrimiento y/o padecimiento; imposibilitando pensar la misma desde una perspectiva global e integral.

Pandemia refiere a afección de una enfermedad infecciosa en humanos a lo largo de un área geográficamente extensa (OMS). El término se limita con exclusividad al campo de la medicina, por tanto, solo puede aplicarse a dicho campo.

Hablar de pandemia es hablar de un proceso infeccioso (contagioso); por tanto, dicho término no puede aplicarse al campo de la salud mental, ya que los trastornos, padecimientos y problemas en este campo no se “producen” por infección.

Hoy en día, al hablar de salud mental se nos convoca directa e indirectamente desde diferentes espacios. El Estado, particularmente, ha incorporado en su equipo de asesores de salud a profesionales de la salud mental. Se nos convoca a trabajar sobre estos emergentes actuales: angustia, ansiedad, estrés, miedo, ataques de pánico, etcétera. ¿Con el propósito de acallar a los mismos y no preguntarnos sobre las reales causas de estos sufrimientos? Pobreza, exclusión, desigualdad, incapacidad de proyectar al futuro, etc.

La pandemia actual del coronavirus ha puesto en evidencia la crisis del modelo medico hegemónico, ya que, al no existir fármaco/cura, las posibilidades de tratamiento del virus se han visto limitadas al aislamiento, y a pocas medidas preventivas; y a un año ya de inicio del virus, las expectativas siguen puestas en la lógica de cura: una vacuna.

No se ha desarrollado ningún programa que trabaje de manera complementaria la situación pandémica. Un ejemplo sería: está comprobado que la hipertensión, la diabetes, etc., son factores de riesgo, y que incrementan las posibilidades de muerte. Fortalecer las medidas de prevención y cuidado en esas patologías, mediante campañas informativas, reforzar centros de atención específicos (ya existentes en muchos casos), promocionar medicamentos para el mayor cuidado, etc., serían medidas que servirían como herramientas paliativas para abordar la crisis actual del coronavirus. Sin embargo, se sigue pensando, hasta hoy, en actuar sobre las causas específicas y no también sobre las inespecíficas.

Este contexto de pandemia y crisis sanitaria, social y económica, opera como un suceso desencadenante del malestar social actual de nuestro país. Hacer “hablar” al síntoma nos permitirá comprender las reales causas del sufrimiento comunitario, aquellas que sobre el velo de la realidad cotidiana muchas veces se ocultan.

Como todo momento crítico, este quizás sea uno de oportunidad y crecimiento para el campo de la salud mental. No responder desde la lógica de curación, sino más bien revertir la mirada puesta en lo emergente para abordar las profundidades del sufrimiento humano, no solo es nuestra noble y difícil labor, sino también el único camino posible para que aquello que no se dice, pero se escucha, lo que no se ve, pero está ahí, encuentre un lugar posible de ser reconocido y sobre esa base construir una salud mental/integral posible.

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