Se criaron con una identidad “biológica” que no era suya

Se criaron con una identidad “biológica” que no era suya

Un grupo de jóvenes busca a sus progenitores con una particularidad que los une: todos fueron anotados, al nacer, con el nombre de las familias de crianza.

Mikaela, Josué, Nadia y Marcelo no se conocen, pero están unidos por la misma búsqueda. Quieren saber quiénes son sus padres biológicos porque fueron apropiados al nacer, entregados a sus padres de crianza que los anotaron como propios en partidas de nacimiento falsas.

Nacido muerto

Cuando Emilia Guerrero recibió la peor noticia que una mamá puede recibir al parir no sabía que ese dolor se transformaría en un largo camino con sinsabores, pero con un final feliz. A ella le habían dicho que su hijo había nacido muerto. Nunca pudo verlo.

Años después, su su historia se conectaría con otra.

Marcelo Carrizo nació en el hospital de Juan Bautista Alberdi: “en los registros médicos no figura mi mamá que me llevó en la panza. Mi mamá adoptiva estuvo internada y figuro como su hijo legítimo, biológico de las personas que me adoptaron”.

Emilia, la madre biológica de Marcelo, tenía 18 años y llegó con una bronquitis al hospital de su pueblo un 4 de julio de 1979. Le realizaron una cesárea de urgencia. “Después de eso me lo sacaron a mi hijo, diciéndome que había nacido muerto”, cuenta.

Con la ayuda de su familia de crianza, Marcelo pudo ir reconstruyendo esa parte de su historia que no conocía. “Me entregaron a mi familia adoptiva, me llevó mi madrina y mi papá de crianza, él era empleado del hospital de Alberdi”, relata.

Aunque estas fechas coinciden con la última dictadura, nada tuvo que ver con esas apropiaciones sistemáticas.

NIÑOS. Nadia Serafini, Josué Ahualle y Mikaela Añasco Domínguez. NIÑOS. Nadia Serafini, Josué Ahualle y Mikaela Añasco Domínguez.

“Mi mamá lo entregó”, asegura Emilia. Con el tiempo pudo descubrir qué pasó esa noche: “antes de nacer mi hijo ya tenía partida de nacimiento; figura un mes antes de su nacimiento real. Y todo estaba armado entre el padre de crianza, el médico, la partera y el juez de paz”.

Cuatro hermanos

Nadia Serafini también nació en el hospital de Alberdi, el 29 de noviembre 1987, pero fue anotada como nacida en Córdoba. Sus padres de crianza hicieron 760 kilómetros para retirarla de la casa de una amiga intima. De hecho, lo hicieron dos veces, con ella y en 1988 con su hermano José. Ella se crió con tres hermanos, todos adoptados a través de mecanismos ilegales y con la identidad sustituida: dos son de Alberdi y dos de la provincia de Misiones.

Hija del corazón

Mikaela Añasco nació el 18 de enero de 1992 en la casa particular de una partera en la zona de la Quinta Agronómica. “Fui anotada en el Registro Civil con esos datos el 21 de enero, las personas que firman mi acta de nacimiento son la partera y la letrada del Registro”, explica. Tenía tres años cuando su madre de crianza falleció y su abuela decidió contarle su verdad. “Me dijo que era hija del corazón, es decir, que no era hija biológica de mis padres”, comenta.

En La Ciudadela

Josué Ahualle nació el 10 de mayo de 1997 en la casa de un partero clandestino ubicado en el barrio de La Ciudadela. “En aquel momento mis padres llevaban siete años de casados y pedían a Dios tener un hijo y no se les venía dando”, dice en la entrevista por videollamada. Con el único dato que cuenta Josué es con lo poco que saben sus padres de crianza. “Me dijeron que el partero salió conmigo y con otro bebé a ofrecerme. Llegaron a la casa de mi abuela y nos ofrecieron a los dos. Según cuentan, por el otro bebé pedían dinero y por mí no, entonces mi madre tomó la decisión de retenerme a mí”, precisa.

Antes de anotar a Josué en el Registro Civil, Ahualle cuenta que sus padres consultaron a un abogado: “y con una mujer, que es conocida de ellos, hicieron que figure como que nací en una clínica privada. Eso les dio la posibilidad de generar un documento y todos los papeles correspondientes”.

Esfuerzo personal

En todos los casos las búsquedas son una iniciativa personal motorizada por la necesidad de la historia propia. Como Mikaela, que en 2016 empezó la suya: “al darme cuenta que algo no estaba cuadrando sobre mi identidad me di cuenta que era momento de buscar mi identidad biológica y que eso me estaba afectando”.

El caso de Marcelo y Emilia es muy particular. Él estuvo buscando a su madre muchos años y pudieron encontrarse gracias a las redes sociales. Con la ayuda de una enfermera del hospital de Alberdi, que conocía la historia, 36 años después llegó el abrazo más esperado.

Noelia cuenta que sintió rencor toda su adolescencia y que siempre se preguntó el porqué. “No le reprocho nada a mis padres (de crianza), pero se que es mi derecho a saber, a conocer mi historia”. En 2010 inició su búsqueda con dos grandes desilusiones. Estuvo en contacto con dos mujeres, se realizó dos ADN siendo los dos negativos.

Josué en estos últimos años sintió deseos de conocer a su madre biológica, pero no busca una identidad: “todo eso ya lo encontré, en Dios, tengo felicidad y plenitud. Si llegase a encontrarla me gustaría decirle que estoy bien”.

Algo parecido siente Mikaela: “sí tengo una identidad, no es que no tengo identidad. A lo largo de estos 28 años tuve vivencias que son las que me formaron como persona, como lo que soy hoy. Pero es importante saber el contexto de mi nacimiento porque forma parte de mi historia. Me siento una moneda de dos caras y que hay una cara que falta”.

Marcelo y Emilia lograron tener su final feliz. Mientras que Nadia, Mikaela y Josue todavía esperan un dato, aunque sea mínimo, que los lleve a su familia biológica. Con el que puedan completar su historia, restituir su identidad y poder darle el tan anhelado abrazo a su madre.

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