Histórico, soberbio, único, impactante, emocionante. Muchos, muchísimos adjetivos le caben al triunfo que lograron Los Pumas en la madrugada de ayer frente a los All Blacks, el seleccionado más poderoso del mundo, el que parecía invencible. De hecho, al que los rugbiers argentinos nunca habían podido superar. Sin embargo, la hazaña ocurrió en Sidney y, a medida que pasan las horas y el fervor se va enfriando, da la impresión de que este logro esconde un mensaje más profundo y trascendente.
Quizás por eso vale la pena repasar el derrotero que condujo al triunfo (con un Nicolás Sánchez majestuoso). Porque si hubo algo inesperado en la madrugada de ayer fue que, tras meses de adversidades, se alcanzara este resultado: 25 a 15 a favor de un conjunto de argentinos que atribuló a 15 neozelandeses.
Pero así como al triunfo le caben adjetivos, a la preparación de estos deportistas también. Y el que parece imponerse sobre el resto es el que hace referencia a la precariedad del proceso. Porque esa fue la característica que marcó gran parte del año para Los Pumas. Repasemos: a lo largo de la cuarentena, a los jugadores no les quedó otra opción que entrenar en sus casas (hay un video que los muestra ejercitándose en lugares inverosímiles: cocheras de edificios, balcones, el jardín de sus casas... ¡Nico Sánchez llegó a correr 21 kilómetros dentro de su departamento parisino!). Cuando finalmente se habilitaron las prácticas se establecieron condiciones que las complejizaron: había que hacerlo sin contacto físico y sin pelota.
Luego vino una burbuja sanitaria que se pincho rápidamente por los contagios. Y varios idas y vueltas con respecto a la concreción del torneo. Al punto que Sudáfrica- el poderoso Sudráfrica- decidió no participar. A todo esto hay que sumar que no hubo Súper Rugby ni competencias oficiales para la mayor parte del plantel. Pero sí hubo hisopados, medidas de seguridad y, sobre todo, soledad (durante dos semanas, los jugadores comieron aislados dentro de sus habitaciones) Y si esto parece mucho, falta algo: aquellos que se desempeñan en Europa se reunieron con el resto del equipo hace poco más de 10 días.
Sin entrar en detalles, a los All Blacks les ocurrió casi todo lo contrario. Por eso, esta enumeración de adversidades no es fortuita ni busca despertar sentimentalismos. Si se quiere, puede servir como un espejo.
Se acerca diciembre y es posible que gran parte de los argentinos estén realizando balances sobre los que les dejará el 2020. Muerte, soledad, vínculos rotos, distancia, miedo, pobreza, quebrantos, falta de trabajo, inseguridad, angustia, incertidumbre y un largo etcétera se convirtieron en los lugares comunes para describir un período que todos -o gran parte de nosotros- quiere diluir en el olvido.
Salvando las gigantescas distancias entre un acontecimiento deportivo y la vida cotidiana de millones de argentinos, es ese el contexto desde el cual este triunfo nos interpela. Casi como en un relato épico plagado de clichés, un grupo de personas enfrenta adversidades, se planta frente al enemigo más poderoso y logra lo inesperado: vencerlo de manera contundente.
En el folclore del deporte, y alimentado por la pica entre futbolistas y rugbiers, siempre se habló de la “derrota digna” (a veces con ironía) para calificar los inapelables resultados que los All Blacks solían imponerles a los argentinos. Eso cambió: el de ayer fue un triunfo digno. Esa debería ser la enseñanza que nos dejan Los Pumas para que apliquemos en todos los órdenes de nuestra vida.