Los mensajes quedan grabados para la posteridad. Sean estos enviados por WhatsApp o por las redes sociales. La exposición de hoy puede ser capitalizada mañana o, por el contrario, puede condenar al llano. De la misma manera que los posicionamientos políticos, varían según las circunstancias y de acuerdo como se presenta el panorama. A las puertas de un año electoral, las fuerzas electorales están calentando motores. Los tiempos se acortan y más en períodos de pandemia. No hay margen para hacer campaña; tampoco financiamiento. Entre las recomendaciones para la Argentina, el Fondo Monetario Internacional (FMI) trajo un sinnúmero de recetas para ajustar el gasto público y mejorar la capacidad de pago. Sin embargo, la dirigencia se da mañas para guardar algo de capital que implique hacer proselitismo. Tal vez se diga que es prematuro hablar de estas cosas, pero, en los hechos, sucede y sucederá.
Es verdad, las elecciones serán de medio turno, para renovar bancas en el Congreso. Pero en el corazón del poder se pone en juego mucho más que un posicionamiento en ambas cámaras; es un plebiscito a la gestión. Juan Manzur y Osvaldo Jaldo saben de esto. En otros tiempos compartieron las definiciones de las listas con el senador licenciado José Alperovich. El ex gobernador está fuera de juego. El actual titular del Poder Ejecutivo y el vicegobernador quieren obtener el mejor resultado electoral posible. Un buen resultado en 2021 será un trampolín para 2023. Al día siguiente del domingo electoral de octubre se desatará la pelea pública por la continuidad o por el recambio. La oposición también tendrá momentos de definiciones. O son los dirigentes de siempre los que encabezarán las nóminas de candidatos o se dará lugar a la renovación. En esa puja está hoy Juntos por el Cambio.
Si bien se trata de peleas de cúpulas, en las alianzas electorales no deben descuidar las relaciones internas entre los dirigentes. De hecho, el Partido Justicialista o Frente de Todos vive su infierno interior. En los últimos meses hubo fugas de dirigentes, de un poder a otro y con gestos de descontentos por la falta de contención política. Públicamente, ninguno se atreve a decir los motivos, pero en las reuniones internas las quejas pululan. Una prueba de este cisma justicialista se observa en la renovación de autoridades en los Concejos Deliberantes de distintos municipios, incluyendo San Miguel de Tucumán. Ni Manzur ni Jaldo descuidan esas estrtategias que pueden ser clave para la puja que se viene. Los reacomodamientos se observan en los cuatro puntos cardinales de la provincia. En San Isidro de Lules, en Monteros y también en Tafí Viejo. Hasta trascienden las fronteras de distritos gobernados por la oposición al PJ, como Yerba Buena, Bella Vista o Concepción. En estas últimas jurisdicciones, hay dirigentes que le sacan factura a la Casa de Gobierno por el acercamiento “institucional” de Manzur con los intendentes, que pueden llegar a tener incidencias en el futuro electoral. El mandatario sigue tejiendo sus redes políticas, como una telaraña.
Algunos intendentes vienen hablando sobre el “ruido” que les generan a sus administraciones las altas exposiciones de algunos concejales. Del otro lado, contestan: “los intendentes no son patrones de estancia”. Más claro: hay una necesidad de pensar que 2021 puede ser una plataforma para que en tres años se produzca un ascenso, sea este como intendente o como postulante a legislador. Todos piden pista.
Un viejo dirigente justicialista reflexiona sobre este fenómeno con un comportamiento histórico entre los peronistas: “antes, los muchachos iban a rezar y luego se preocupaban por saber qué espacio les correspondía en el juego electoral. Hoy se preocupan más por la limosna”.
Manzur enfrenta esta situación a poco más de 50 días de la llegada del año electoral. Las reuniones y las inauguraciones de pequeñas obras en el interior persiguen el fin de fidelización de votos donde no todos los dirigentes concurren. Pero en la misma provincia otra parte de la sociedad le demanda más y mejor seguridad. El gobernador ha decidido tomarse más tiempo para pensar sobre la política de seguridad. Dice que no hará cambios hasta tanto no tenga en claro algún plan que cambie la situación actual.
Mientras tanto, mira las redes sociales. Añora las fotos de 2016, cuando, en el año del Bicentenario de la Independencia, recibió a la flamante primera dama estadounidense, Jill Biden. Fortalece sus lazos con el Norte de América. De la misma manera que agradece el tuit que colgó, en su cuenta en Twitter, Vince Boudreau, el polítologo que dirige el City Collegge de Nueva York, la entidad fundada en 1847 y que fue visitada por Manzur en su incursión por EEUU. Boudreau destacó una foto en la que aparece el gobernador y la primera dama norteamericana cuando visitó la Casa Histórica.
Las relaciones internacionales han sido uno de los elementos más fuertes de la agenda de Manzur. Es como su paraíso exterior. Pero el gobernador también necesita recuperar el centro de la escena en los problemas domésticos. De las acciones que adopte dependerá el resultado del plebiscito electoral del año que viene. La sociedad no sólo reclama que se paguen los sueldos al día (no es un dato menor al tratarse de una millonaria inyección de fondos al circuito comercial), sino también una mayor acción del Estado en los temas que le preocupan. Tal vez así el oficialismo pueda lograr su meta: esa gran diferencia de votos respecto de los opositores.