La famosa grieta que tanto inquieta a los argentinos en esos tiempos tiene orígenes mucho más lejanos en nuestro fútbol. Hace casi cuatro décadas aparecieron los “menottistas”, aquellos que le daban prioridad al buen juego, y los “bilardistas”, quienes sostenían que lo único importante era ganar sin importar la forma. Durante años la polémica se instaló en cada discusión futbolera. César Luis Menotti, campeón del mundo en 1978 cuando Argentina obtuvo el primer título, fue un entrenador que se destacó por el juego ofensivo de sus equipos. La rivalidad se hizo notable en la década del 80, cuando Carlos Salvador Bilardo, tal vez el mejor discípulo de Osvaldo Zubeldía en los años de oro de Estudiantes, que dejó su sello en los 60, tomó el timón del seleccionado para conseguir la segunda y última Copa del Mundo con la celeste y blanca. Dos estilos. El mismo resultado. Lo curioso es que el “Flaco” no citó para el Mundial 78 a Diego Maradona. El “Doctor”, en cambio, dependió en gran medida de lo que pudiera hacer el “10”, capitán y figura en México 86. Los amantes del “buen fútbol” -si corresponde esa definición- se pararon en la vereda de Menotti. Los “resultadistas” siempre se vieron reflejados en Bilardo. Pero más allá de los gustos, está claro que todos los hinchas quieren lo mismo: ver ganar a su equipo. Se podrán discutir las formas, pero nunca el objetivo.
Atlético volvió a jugar oficialmente y las sensaciones de sus hinchas son una mezcla de satisfacción y amargura. Satisfacción por el gran comienzo en la Copa de la Superliga. Dos jugados, dos ganados. Seis goles a favor y dos en contra. Rendimiento perfecto jugando de visitante. Ahora tendrá tres encuentros consecutivos en Tucumán (Unión, el viernes, Racing y Arsenal) antes que finalice noviembre. Si bien al no jugar con hinchas la condición de local pierde efecto, en caso de prolongar esta racha en casa, la clasificación quedará al alcance de la mano y el equipo de Ricardo Zielinski estará una vez más en la pelea por las plazas a las copas internacionales. Estos se hizo tan común en los últimos años que ya parece moneda corriente, cuando el mérito es enorme y a veces no se le otorga el valor que realmente tiene. Un valor que se cotiza más porque debido a la pandemia el club apostó por el semillero. Les dio lugar a los juveniles y la inversión en refuerzos fue mínima. Con un plantel reducido y bajo presupuesto, el conjunto tucumano demostró que no es menos que ningún rival. Incluso Independiente, pese a la clasificación en la Sudamericana que dejó un sabor amargo, no lo superó en el juego. No importan los nombres. Los dirigidos por Zielinski saben lo que tienen que hacer. Tal vez su juego no sea lindo o vistoso, pero nadie duda de que juega bien. Jugar lindo no garantiza resultados. Jugando bien es más sencillo ganar.
Polémica futbolera
Si hay algo que les gusta a los futboleros es la polémica. Siempre hay un motivo para discutir. Así como en su momento Marcelo Bielsa se negó a jugar con dos goleadores compartiendo el área (para él era Gabriel Batistuta o Hernán Crespo, nunca juntos), ahora la discusión pasa por la función del centrodelantero. ¿Su misión es sólo hacer goles o también es útil sacrificándose por el equipo? El tema lo puso de moda Franco Soldano y ahora se instaló en Atlético. Muchos miran de reojo a Javier Toledo por la falta de gol. No convierte desde el 7 marzo, cuando amargó a River en la definición de la Superliga. Lo que pocos valoran es el trabajo invisible que hace. Presiona a los defensores en la salida, desgasta físicamente a los rivales y genera espacios para la llegada de sus compañeros. Toledo juega para el equipo. Ese es su aporte.
La salida de Leandro Díaz resintió la ofensiva de Atlético. No llegó ningún delantero. Buscó alternativas en el plantel y en cuatro partidos marcó siete goles. Todos de autores diferentes. En esa lista no aparece Toledo que atraviesa por una racha que en ocasiones sufren los goleadores. Esta vez le tocó a él, pero sabe que no será eterna.