Problemas con el lenguaje: es clave el diagnóstico temprano

Problemas con el lenguaje: es clave el diagnóstico temprano

Las alteraciones en el desarrollo del lenguaje se presentan en entre el 3% y 10% de los menores de 5 años. La comunicación preverbal.

Problemas con el lenguaje: es clave el diagnóstico temprano

Dicen que Aristóteles dijo que el hombre es un animal racional. Sea de él la frase o no, ese “racional” es una de las lecturas posibles; porque la versión original de la frase en griego dice “el hombre es un animal que tiene logos”. Y logos en griego significa razón, pero también palabra. Y es que sin lenguaje, tampoco hay razón.

“El lenguaje es lo que permite a los humanos organizar percepciones, experiencias, conocimientos, sentimientos, deseos, ideas, juicios... y comunicarlos a otros, interactuar. Los humanos necesitamos la interacción para vivir -señala la fonoaudióloga tucumana Silvana Monteros Latora, especialista en lenguaje y aprendizaje escolar-. En general a los dos meses están atentos a la mirada de su cuidador, y pasito a pasito el lenguaje, como parte del proceso de comunicación, se construye”. Si todo va bien...

Pero a veces hay dificultades y expertos de la Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) instan a prestar atención a cualquier signo que pueda indicar alteraciones en el desarrollo del lenguaje de los más pequeños, una condición que se presenta en entre el 3% y el 10% de los menores de cinco años, según cifras internacionales. “Aguardar la recuperación espontánea puede privar al niño de una intervención acorde a sus necesidades en el momento óptimo para su evolución”, destaca Nicolás Cacchiarelli, prosecretario del Comité de Crecimiento y Desarrollo de la SAP.

Todavía se escucha decir, por ejemplo, “las nenas hablan mucho antes y mucho más que los varones” o “ya va a hablar; conozco muchos chicos que se largaron a los tres años y después nadie los paró”. Y si bien está estudiado que las nenas comienzan a hablar antes y hablan más -resaltan desde la SAP- es un mito que la anticipación de las nenas sea significativa y que hablen mucho más. Y este preconcepto -agregan los expertos- retrasa muchas veces la consulta, especialmente en los varones.

Juan Pablo Molina, jefe del Servicio de Maduración y Desarrollo Infantil del hospital Avellaneda, es más contundente: “no hay diferencia profunda de género ni de sexo en el desarrollo del lenguaje”, afirma y asegura: “y ese desarrollo, sabemos ahora, no está determinado por  presencia o ausencia de estimulación; el estímulo influye, sí, pero no lo decide, salvo en casos de extrema deprivación”. “También sabemos ahora que, en cambio, que pueden tener su peso los antecedentes familiares -agrega-. Pero como esa información no estaba disponible durante la infancia de los padres ni la de los abuelos de los chicos de hoy, las familias no tienen registro de esos datos”.

Nuevos paradigmas

Sucede que los modos de abordar el neurodesarrollo han cambiado profundamente en los últimos 20 años, destaca Molina y confirma Monteros Latora: “en ese tiempo llegaban al consultorio a los cuatro o cinco años; ahora los papás están más informados y más atentos, y cada vez atendemos, por suerte, chicos más pequeños”. Pero -advierte- siguen pesando los antiguos modelos del “ya va a hablar” y muchas veces ocultan resistencias familiares a aceptar que puede haber un problema.

“La alteración más frecuente es la de los que llamamos ‘hablantes de inicio tardío’, que con diagnóstico temprano y abordaje efectivo evolucionan bien en el 70% de los casos”, destaca Molina. “Pero, en contraposición, la experiencia enseña que no tratar a tiempo trae dificultades en el aprendizaje de la lectoescritura”, añade Monteros Latora.

Es que los humanos somos un todo muy complejo. “El lenguaje y la comunicación forman un tándem con la interacción social y con el juego -explica Molina-. Y el retraso en la adquisición del lenguaje puede alertar sobre problemas de neurodesarrollo, incluso antes de que digan las primeras palabras, porque las conductas comunicativas se inician con miradas y gestos”.

Qué esperar y qué hacer

“Como en todas las áreas del desarrollo, el lenguaje sigue una trayectoria típica: los niños aprenden a comunicarse siguiendo un camino común. Si bien el desarrollo madurativo suele tener tiempos distintos, se da dentro de parámetros similares y con un patrón de progresión de adquisición de pautas característico”, explica Cacchiarelli y agrega que lo esperable es que a los dos años los chicos ya manejen unas 50 palabras inteligibles y/o sean capaces de armar frases de dos palabras.  

Pero ya antes de eso hay señales que indican si las conductas comunicativas primarias se están entretejiendo, coinciden Molina y Monteros Latora, y resaltan que las visitas de rutina al pediatra (mensuales el primer año y bimestrales hasta los dos) son oportunidades de oro para consultas específicas que evalúen los hitos madurativos.

“Durante el primer año se observará básicamente el área motora (interacciones, juegos, manipulación de objetos) y conductas comunicativas prelingüísíticas: miradas (desde los primeros meses), gestos, señalizaciones, vocalización intencionada por imitación... A partir de los 18 meses deberían estar instaladas las primeras palabras”, informa Molina.

“Una forma de ayudarlos parece de perogrullo, pero no lo es: es muy importante hablarles, dialogar con ellos, pero no de cualquier modo (ver “Cómo ayudar...”), agrega. “Una técnica es describir lo que hacen poniendo etiquetas; por ejemplo ‘qué bien, subiste a la silla’, y señalar la silla. El lenguaje se construye por asociación -destaca-. Otra es hacerles preguntas cerradas: ‘¿querés pan o galletitas?’, en lugar de ‘¿qué querés?‘’’, y mostrarles las opciones”.

“Estas acciones en el contexto  de las dinámicas afectivas familiares son un elemento clave para al abordaje terapéutico”, resalta Monteros Latora y destaca la importancia de que la pandemia no demore los indispensables abordajes.

“Con pacientes en un proceso ya avanzado, cerca del alta, se pudo trabajar a distancia -resalta-, pero esa no es una opción para el diagnóstico ni para iniciar un tratamiento”.

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