"Lo cuento yo porque Paola se hartó de contarlo, de presentar pruebas, de buscar ayuda y ninguna de las personas que se suponía que debían ayudarla la escuchó". Así comienza la carta que publicó en Facebook Graciela Apud Martin, una colega de Paola Tacacho que también sufrió el acoso de Mauricio Parada Pareja. Y que tampoco encontró respuestas.
"Hoy lo cuento yo en primera persona porque sobreviví a este acosador", dice. Y cuenta que desde hace más de cuatro años que no tiene redes sociales porque esa fue la única manera que encontró para evitar el hostigamiento de un alumno que la acosaba desde perfiles falsos.
"Ni bien comencé a recibir sus mensajes, me aterré y fui a hablarlo con mis compañeros. Paola y Nicolás también los recibían. Un día, una alumna se quedó al final de mi clase para contarme que también los recibía con insultos y mensajes antisemitas. A ninguno le cupo ninguna duda, era Mauricio Parada Pareja, un alumno claramente con problemas psiquiátricos, que jamás hablaba con nadie, se sentaba solo, nunca tenía contacto visual con nadie y que ya había abandonado la carrera", relata.
La docente agrega que "los perfiles tenían siempre nombres de los alumnos que estaban cursando ese año y por eso es que todos cometimos el error de aceptarlos la primera vez que los recibimos. Así él logró robarnos algunas fotos para después reenviárnoslas con amenazas. Muchas veces eran mensajes insultantes, xenófobos o amenazas para Paola porque, claramente, con ella estaba obsesionado sin razón alguna y siempre escribía con pronombres en plural. De esta forma fue pasando el año, los mensajes no cesaron. Paola cerró sus cuentas sociales, cambió su mail y hasta su número de celular. Mauricio empezó a sentarse en cuanto umbral encontraba cerca del colegio, a veces era visible, otras estaba escondido. Se quedaba ahí por horas".
En el texto explica que, harta de la persecución, "Paola pidió al colegio que interviniera y ayudara cuando fue a hacer su primera denuncia. Ellos prometieron hacerlo, pero se desentendieron cuando se dieron cuenta de que él ya no era alumno de la institución".
También relata que luego Mauricio dejó de esperarla afuera del colegio, sino que lo hacía frente al edificio donde vivía Paola. "No importaba la hora, en algún momento del día él la vigilaba. Paola fue poniendo más denuncias. Muchas. Harta del hostigamiento, se animó incluso a hablar con la madre y el hermano, quienes la ignoraron completamente. Él ahora no solamente la incomodaba a ella, sino a todos los vecinos de la cuadra, que empezaron a ahuyentarlo e insultarlo cada vez que lo veían ahí. Él, entonces, les respondió que tenía familiares en la policía y en la política, así que cualquier denuncia que le hicieran iba a ser inútil", dice.
Y agrega que "todo este problema hizo que en el colegio Paola quedara estigmatizada como exagerada y conflictiva y al año siguiente la dejaron sin trabajo. Seguimos viéndonos esporádicamente los cuatro profesores del terciario porque nos convertimos en muy buenos amigos. Siempre que nos juntábamos el tema de conversación obligatorio eran los acosos incesantes de Mauricio".
Graciela explica que los mensajes que recibía le modificaban el humor: "podía estar feliz, teniendo el mejor día de mi vida y cuando llegaban los mensajes, me moría de miedo, frustración y ese día se volvía negro. Pensé mil veces en responderlos, pero jamás lo hice porque no quería ponerme a su altura. Con el tiempo incluso, empecé a recibir llamadas desde números privados. Sólo una vez creo haber escuchado su voz amenazándome. Las demás veces no se escuchaba nada. Desde ese momento instalé una grabadora de llamadas y cuando me llamaban desde un número desconocido o privado no contestaba o le entregaba el celular a alguien en mi casa para que respondiera por mí. Este calvario duró cinco años y su último mail fue enviado el 11 de julio de 2020".
Aclara que nunca lo denunció. "No confío en las instituciones de mi provincia", argumenta. "El acosador vivía con su familia a solo cinco cuadras de mi casa y, para colmo, después le alquilaron un departamento para que viviera solo, aún más cerca de nosotras. A 'Pao' le dije que iba a denunciarlo si esto contribuía a sus denuncias, pero me respondió que las de ella iban avanzando bien y me iba a presentar como testigo (pero nunca me llamaron a declarar)".
"El año pasado me crucé a Mauricio una vez en la calle cuando iba a dar clases y entré a un negocio para protegerme. Desde ese día, estaba parado a unos metros de la puerta del colegio, siempre con una mochila, cada vez que yo tenía clases. A mí se me helaba la sangre cada vez que lo veía. Entonces yo llegaba a la esquina y me fijaba si lo veía. Cuando estaba ahí, caminaba tres cuadras más y entraba por el otro lado que era menos visible desde donde estaba él. Yo acababa de ser mamá por lo que se me complicaba muchísimo cambiar de trabajo. Cada una de las veces que lo vi, avisé a los encargados del colegio para que cerraran la puerta con pasador e hicieran algo, pero ellos ya me trataban de paranoica", relata.
La docente recuerda esa etapa como "un tormento". "Lo cuento yo porque mi amiga ya no está. Porque podría ser Paola contando mí historia. Lo cuento yo porque en este país te tienen que matar para que los responsables de velar por tu libertad y seguridad comiencen a culparse unos a otros y se laven las manos y así pasen años de años. Porque la justicia no llega jamás. Lo cuento yo porque estoy harta y destrozada", finaliza.
Lo cuento yo porque Paola Tacacho no puede. Lo leà en muchas cuentas de Facebook durante los últimos dÃas. Pero mejor...
Publicado por Graciela Apud Martin en Jueves, 5 de noviembre de 2020