Los mapas de la sangre

Los mapas de la sangre

La literatura del siglo XXI está atravesada por nuevas concepciones del espacio. En particular nos encontramos con un conjunto de narrativas escritas por mujeres donde se entrecruzan intimidad y violencia. Sus ficciones están asediadas por la cuestión de la territorialidad y la migración y remiten a las fronteras.

01 Noviembre 2020

Por Carmen Perilli

PARA LA GACETA - TUCUMÁN

Los textos actúan no sólo como máquinas de memoria cultural y literaria sino como mapas de una contemporaneidad donde la violencia, como señala Espósito, es inseparable de la comunidad. Los cuerpos no pueden escapar a las políticas de control ni a los avatares de muros y lindes. Los viajes ponen en escena desplazamientos de cuerpos y afectos. Resulta sugerente las posiciones trans-territoriales de narradoras, que trazan nuevas líneas entre el dentro y el fuera.

Encontramos un conjunto de textos de escritoras nos remite a esas búsquedas: Volverse Palestina de Lina Meruane (Chile), La tierra comenzaba a arder de Cynthia Edul (Argentina) y Desierto sonoro de Valeria Luiselli (México). En todos estos relatos sobrevuela una narrativa del fracaso y el espacio se adensa en fantasmas de distintos tiempos. Las representaciones se ubican en espacios intersticiales, de lo que Graciela Speranza denomina “un atlas portátil”. Moverse es un modo de estar en el mundo, siempre entre lugares y tiempos, pero también es un modo de viajar hacia uno mismo. Walter Benjamin considera que se deben tejer lazos entre nociones como presente, catástrofe, ruina y posibilidad.

Nuestras protagonistas se desplazan, recogen hilos de historias personales y comunitarias, trascendiendo fronteras nacionales. Las “nuevas” políticas se desprenden de preocupaciones de autonomía literaria, presentan sujetos y discursos fuera de lugar. Los paisajes se despliegan de distintas formas: imaginados, de la memoria, ocultos, conflictivos, etc. Como dice la protagonista de Edul “Los viajes serán un modo de restablecer lo que nunca se puede restañar totalmente “un pasado reciente que le arrancó la violencia”. En la historia de los migrantes mexicanos que remite al exterminio de los indios sioux, el personaje de Luiselli busca formas de sobrevivir a la xenofobia, etc. “Supongo que todas las historias comienzan y terminan con un desplazamiento, que todas las historias son el fondo una historia de traslado”, dice Luiselli en las primeras páginas de Desierto sonoro. Relatar es trazar mapas de los pasos sujetos que se construyen en esa errancia- “Un mapa, como un juguete, es una analogía de una porción del mundo hecha a la medida del ojo y de la mano” leemos en Papeles Falsos.

Origen de la extinción

Me detendré en Volverse Palestina, la crónica de viaje de Lina Meruane, incierta marcha hacia la historia familiar, en Chile y Palestina. Exiliada en Nueva York, replica los pasos familiares, se remonta otros exilios. En su camino halla fragmentos de un universo doloroso- “Lo palestino ha sido siempre para mí un rumor de fondo, un relato al que se acude para salvar un origen compartido de la extinción”.

Ese regreso en lugar del otro- el abuelo y el padre- se dirime entre lo propio y lo ajeno. La casa del abuelo junto a la cordillera chilena está llena de silencios- “Esa agonía de las cosas es lo que quiero salvar, o resucitar, pienso”. Allí en una oscura calle con su apellido está la historia de los arduos periplos palestinos. Una genealogía de lenguas dormidas, pasos silenciosos y encuentros insólitos, que inauguran nuevos modos de vivir las distancias-” La sutil distancia de la que nunca se hablaba pero que vivía entre nosotros como un pájaro”.

Interpelada por distintos encuentros, que la llaman a enfrentar su condición palestina, decide emprender el camino a Bel Jait. El viaje comienza en el texto, que es un mapa escrito a dos manos con un periodista judío- palestino. Desde antes del vuelo la marca la extranjería que incrementa el control israelí. El arribo a Jaffa/Yafo supone el encuentro con un mundo de duplicidades donde quedan escasos rastros de su sangre, sólo dos ancianas que atesoran una única imagen en sepia de sus abuelos y de su padre. Un regreso a ningún lugar, sólo la desolación, el barrio familiar sepultado por un parque, las ciudades atravesadas por alambres de púas y muros. “Nuestro mapa está lleno de interrupciones y las ciudades se han vuelto espacios sofocantes de los que cuesta salir. Incluso para ver el mar “. Sólo queda reconocerse en una vieja canción de cuna.

La protagonista se empieza a sentir verdaderamente palestina en el momento en que se enfrenta con múltiples otros, en una tierra fascinante y peligrosa. Pero sólo puede dar cuenta poéticamente de lo real “volver es un verbo muy cargado, muy esencialista. No había nacido allí, pero al ir a Palestina no podía dejar de decir que iba a regresar. ¿Cómo regresar a un lugar que no es de uno pero que sientes tuyo?”.

En ese territorio convulso se realiza un viaje interior que intenta recuperar un largo olvido- “regresar, aunque nunca se regrese. Al fin y al cabo, siempre vivimos en presente”. O, como dice el poema de Oscar Hahn “Ningún lugar está aquí o /está ahí /Todo lugar es proyectado desde adentro/ Todo lugar es superpuesto en el espacio”.

© LA GACETA

Carmen Perilli – Doctora en Letras. Especialista en Literatura Hispanoamericana.

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