Gays y trans tienen su lugar en la Iglesia

Gays y trans tienen su lugar en la Iglesia

Un apostolado con las personas en situación de prostitución. Testimonios de dos mujeres trans que cambiaron de vida. Hace tres años las puertas de la basílica de La Merced se abrieron para acoger a quienes se sentían en los confines de la sociedad.

EL GRUPO DE LA MERCED. El arzobispo Carlos Sánchez (centro) junto al grupo Sicar que incluye a personas trans y en situación de prostitución.

Era un martes. La plaza Independencia rugía por justicia frente a la Casa de Gobierno. El coletivo LGBTI+ en pleno pedía a voz en cuello el esclarecimiento del crimen de Cynthia Moreira. “Yo estaba con el banner con el rostro de la compañera trans asesinada. En ese momento veo que pasa la peregrinación con la Virgen de la Merced. Me acerco con el cartel y le pido al padre que por favor me bendiga porque nos estaban asesinando a todas”, recuerda Gisel García, de 43 años, alta robusta y con una larga cabellera rubia.

Apenas sintió la señal de la cruz en su frente, Gisel sintió que algo empezaba a cambiar en su vida. Lo confirmó a los días, cuando una señora de la iglesia, Viviana Guzmán, se acercó a ella y a otras chicas trans que estaban en la calle a decirles simplemente esto: que las puertas de la iglesia están abiertas para ellas. “Se dieron cuenta de que somos personas, que somos humanas, y que merecemos tener la bendición de Dios y de nuestra Madre, la Señora de la Merced”, dice.

Desde entonces las visitaron varias veces hasta que ellas se sintieron listas para a ir a misa y sumarse al grupo, que se llama Sicar. “Yo no pisaba una iglesia desde hacía 25 años, salvo cuando fallecieron mi papá y mi abuela. La iglesia nos excluía a nosotras, éramos mal vistas”, cuenta la mujer que vive en pareja y espera el turno para casarse. “Yo hice la comunión y la confirmación pero cuando cambié mi sexualidad ahí la iglesia me cerró las puertas. Por eso el corazón me latía a mil cuando volví a entrar a un templo después de tantos años. El obispo me hizo sentir como en mi casa y desde ese día me vuelvo a sentir hija de Dios”, se emociona. Gi también hizo un gran cambio en su vida: ya no trabaja en la calle, sino en una verdulería. Su pareja trabaja en un lavadero.

“Sicar” surgió hace tres años por iniciativa de Eleonora Rodríguez, la coordinadora, para acompañar a las personas en situación de prostitución. “El padre Carlitos (Sánchez, hoy arzobispo de Tucumán) ya venía haciendo gestos de misericordia con esa población. La parroquia está cerca de zonas rojas. Comenzamos recorriendo calles para crear vínculos con ellas. Íbamos por Crisóstomo Álvarez, Sáenz Peña hasta que llegamos al parque 9 de Julio, donde encontramos muchas personas trans y en situación de prostitución”, relata Eleonora. “Las comenzamos a visitar con algo para compartir, un biscochuelo, una gaseosa, y de paso le dejábamos una estampita de la Virgen. Cuando ya hubo un vínculo recogíamos su intenciones para la misa, rezábamos por sus difuntos y visitamos sus familias, y ellas nos confiaron sus problemas”, prosigue.

“Somos cinco las que trabajamos en el grupo: Marcela, Alicia, Viviana, Noelia, y yo. Sicar tiene 95 personas inscriptas: 10 mujeres, dos varones trans, tres homosexuales (gays y lesbianas) y el resto son chicas trans”, detalla. El grupo realiza un intenso trabajo en coordinación con Cáritas.

Celeste Martina Santillán, tal como dice su DNI hace cuatro años, se siente “contenida espiritualmente” dentro del grupo parroquial. “Vení, es lindo, ya vas a ver cómo te vas a sentir”, la invitaron un día sus amigas. Aceptó y quedó deslumbrada cuando el año pasado compartió un almuerzo navideño con el arzobispo. Les regalaron cajas con mercadería para sus familias. “Fue hermoso volver a la iglesia, reencontrarme con Dios y conmigo misma, saber que Él me acepta tal como soy”, dice Cele, de 34 años, que es peluquera aunque trabaja en casas de familia. “Nunca había vivido algo así, -confiesa-. Aquí te hacen sentir que sos importante”.

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