Algo habitual en la historia

Algo habitual en la historia

Por Luis Alberto Romero, historiador y profesor universitario.

Juan Domingo Perón Juan Domingo Perón
17 Octubre 2020

¿El 17 de octubre tuvo una importancia crucial en el origen del peronismo o más bien es parte de la mitología peronista?

Las dos cosas son ciertas. La dimensión del evento de 1945 se ha magnificado. Concurrió menos gente que días antes a la “Marcha por la libertad y la democracia”, y probablemente no se hubiera concretado sin la colaboración del jefe de Policía, el coronel Velasco. El discurso de Perón, pronunciado desde un modesto altoparlante, fue sobrio y poco inspirador. Pero fue significativo porque reveló la presencia de un actor nuevo, y resultó decisivo porque resolvió en favor de Perón y sus amigos una situación de empate dentro del grupo militar gobernante.

El mito comenzó a construirse poco después. Las imágenes de un evento masivo corresponden a 1946. Poco a poco la figura de Evita fue apareciendo en el relato, y el discurso original de Perón se disolvió en el recuerdo, remplazado por sus nuevos discursos. Esto es algo habitual en la historia: construir un mito que explique y magnifique los orígenes de un colectivo. El mito forma parte de la dimensión imaginaria de la historia. Una buena pregunta sería: cuánto se conserva hoy de ese mito: tengo la impresión de que se ha ido desgastando.

¿Cuál fue el rasgo distintivo del primer peronismo?

Me parece que un buen modo de entender lo que significó el peronismo es recordar cómo era aquel país, irreconocible en la Argentina de hoy. La economía era moderadamente próspera. La sociedad se singularizaba por su integración, su movilidad ascendente y su sostenida democratización. El Estado tenía potencia para desarrollar políticas sostenidas. Todo en las antípodas del país actual.

En 1945 el peronismo acentuó la democratización impulsando el ascenso de los sectores más retrasados. Fue un impulso fuerte, que suscitó reacciones entre quienes debieron compartir cosas que antes juzgaban propias. Fue un cambio costoso, basado en la redistribución desde el Estado, que pronto resultó difícil de sostener. Gastar más de lo que se tiene es una de las herencias del peronismo. Por otro lado, el cambio se hizo sacrificando las libertades individuales y los equilibrios constitucionales; esa dimensión poco republicana, que ya existía desde el yrigoyenismo, es otra de las herencias reconocibles hoy.

¿Qué queda del primer peronismo en la Argentina de hoy?

Creo que hay que pensar al peronismo como algo que se desarrolla en el tiempo, cambiando y conservando algunas cosas de origen, no muchas porque todo lo que se conserva dificulta la adaptación a circunstancias cambiantes. Precisamente, uno de los rasgos más salientes del peronismo es su capacidad para adecuarse a nuevas circunstancias, renovándose sin perder la singularidad de la marca. Existe una marca peronista: un movimiento popular, de líder, con una fuerte vocación de poder. Pero ha sido conducida por distintas franquicias, cada una adaptada a su tiempo. La democracia de 1983 exigía una renovación total, y allí apareció un licenciatario sorpresivo, Carlos Menem, que combinó lo esencial de la marca con una política reformista profunda. La crisis de 2001 creó nuevas condiciones, y Kirchner encontró una respuesta efectiva, para un país que no tiene nada que ver con el de 1945. Creo que la marca peronista está presente en todos, en los nombrados y también en Vandor, en Montoneros, en los Cafiero. Es un aire de familia. Creo también que vista desde el peronismo y su vocación de supervivencia, la actual franquicia está agotada.

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