“El tráfico de fauna es uno de los negocios ilícitos más rentables del mundo”, aseguró a LA GACETA Juan Pablo Juliá, director de la Reserva de Horco Molle. El comercio de animales silvestres se extiende en todo el mundo y Tucumán no es la excepción. Aunque sin tigres o cocodrilos, en y desde la provincia también se trafican animales que pertenecen al bosque y no a los hogares.
“Uno de los mayores problemas está con las aves. Tenemos tramperos, que son personas locales que saben dónde se encuentran las que son más demandadas y ponen las trampas, son una especie de recolectores. Ellos después las venden a los traficantes que la llevan hasta los mercados”, explicó Liliana Fortini, directora de Flora, Fauna y Suelo de la Provincia.
Según la experta, las aves víctimas del tráfico ilegal más comunes son las catas y los loros. “Son los animales ‘simpáticos’ que vemos en las ferias y que se comercializan. Pero la gente debe saber que no es legal tener un loro, porque son animales silvestres y su lugar es el bosque, viven en los árboles”, agregó.
Lamentablemente este negocio existe en Tucumán y el resto del país, aunque no es algo nuevo para Argentina. Según Juliá, en los 90 Argentina estaba identificado como el tercer país que más animales traficaba de forma internacional. “Después de un estudio que se publicó en 1989, que fue muy duro con el país, comenzaron a hacerse una serie de controles y de regulaciones con lo que empezó a disminuir esta actividad hacia el exterior, pero continuó en el mercado local dentro del país”, alertó.
La situación aún no se detiene en Tucumán y para los expertos esto se debe a una simple razón: hay alguien que los compra. “Sin consumo no hay tráfico. Yo apelo a la gente, usualmente el que adquiere estos animales es porque es un amante de la fauna, pero debe saber que no es correcto, no sólo por el animalito al que condena a una prisión perpetua, sino por todos los que murieron atrás de él. Se estima que por cada animal que se captura para comercializar, otros nueve mueren a causa de esta actividad”, dijo Juliá.
Fortini ratificó una posición en esa misma línea: “hay tráfico porque hay clientes. Una de las cuestiones fundamentales es concientizar a la población de que esos animales silvestres no son mascotas y que el mejor lugar en el que pueden estar, si tanto los admiramos y queremos, es en su hábitat natural”.
Problemas
La situación implica diferentes problemáticas tanto en el bosque como dentro de los hogares de quienes son consumidores de este mercado ilegal.
Como animales silvestres, forman parte de un complejo ecosistema que funciona con todos sus miembros cohabitándolos. “Cada animal cumple una función dentro de su hábitat, estamos hablando de cadenas en las que cada uno tiene su rol. Además de modificar el ambiente natural del cual se lo saca, al animal lo estás haciendo vivir en un ambiente que no es el adecuado para él”, resaltó la funcionaria.
El otro riesgo que se corre, de acuerdo con el testimonio de Fortini, es la posibilidad de extinción a la que se puede llevar a algunas especies si se sigue incurriendo en esta práctica. Con el avance del hombre y sus edificaciones en las zonas forestales, los animales ven sus vidas cada vez más amenazadas, y si a esto se le agrega la caza ilegal e indiscriminada para su posterior venta, entonces la situación se agrava y se vuelve mucho peor.
“En muchos casos son animales tan preciosos que los trafican de tal manera que su población natural disminuye; entonces ponen en riesgo la supervivencia de esa especie en su hábitat natural”, aseguró la experta.
Existe, además, un problema que tiene que ver más con los espacios que los animales en sí. “Además de tortugas y aves (los principales traficados), también se venden pumas, corzuelas y muchos monos. Y esos son todos animales peligrosos para las personas que los tienen en sus casas. Por ejemplo, los monos tienen una organización social en la que siempre hay un macho alfa que los tiene sonando a todos. Entonces, cuando el mono quiere ascender en el rango social dentro de la familia, se pone muy agresivo con los de su mismo sexo”, señaló Juliá. Y agregó: “Mientras son cachorros, durante cuatro o cinco años, son buenos, pero cuando las hormonas se levantan se ponen más agresivos”.
Qué hacer
Esta problemática perjudica a toda la sociedad y es importante que los ciudadanos comunes aporten a la lucha contra el tráfico de fauna desde el lugar que le toque a cada uno. Para hacer ese aporte, Fortini sugiere que el primer paso es tomar conciencia de lo que está ocurriendo, entender que la vida silvestre le pertenece a los lugares que habita naturalmente y que es ahí donde debe seguir. “Los tenemos que observar y admirar respetando su hábitat, su tiempo, su espacio. Hay muchos lugares en donde puede hacerse avistaje de aves con total tranquilidad, hay que usarlos”, insistió.
“Una vez que uno tenga esa gran admiración y conciencia, hay que compartirla. Sobre todo, hay que difundir el tema del conocimiento de que estos animales deben estar libres”, afirmó Fortini.
El siguiente paso es denunciar. Para agilizar el trámite de denuncia y que a la gente le resulte más fácil hacerlo, desde la Dirección de Flora, Fauna y Suelo habilitaron un formulario de “denuncia rápida”, a través del cual se activa un protocolo automáticamente con la Policía Provincial. Además, la directora remarcó que mantienen rutinas de operativos semanales con la Policía Rural en función de las denuncias que van llegando o bien de un circuito determinado con anterioridad.
“El formulario está dentro de la página de internet de la Dirección, en la parte de denuncias o trámites on line. La idea es que la gente nos de una mano llenando ese documento, que en otro momento había que hacer una nota y presentarla en mesa de entrada”, destacó Fortini. La virtualidad llegó para dar una mano a la preservación de la fauna autóctona tucumana, tarea que es de todos.