Aprovecharon la pandemia y dieron un timonazo en su vida

Aprovecharon la pandemia y dieron un timonazo en su vida

El aislamiento dispuesto para evitar contagios de covid-19 lleva a muchos tucumanos a reflexionar sobre el futuro y a replantearse su estilo de vida. Fue el caso de los Rosas, que se mudaron a Tafí del Valle para empezar de cero y de otras familias.

¿Y si dejamos todo y nos vamos a vivir al cerro?

La pregunta, al principio, sonaba a locura. Pero la cuarentena los hizo pensar más de lo que imaginaban. Hablaron del futuro. La idea iba tomando forma. Hacía tiempo que no se sentían a gusto en la ciudad. Pero un cambio rotundo les generaba miedos y angustias. Claro, no es fácil dejar lo conocido, lo cómodo, para pasar a algo totalmente nuevo. Mucho menos cuando ya tenés una familia armada, como es el caso de Grisel Romano (35) , Alfredo Rosas (36) y sus dos pequeñas, Guadalupe (7) y Victoria (4).

Grisel tuvo una corazonada. “Sentí que era el momento indicado”, cuenta la docente de inglés, que por ahora colgó su título para abrir una panadería, pastelería y cafetería en Tafí de Valle. Vendió la academia de inglés que con mucho sacrificio había armado. La familia también tuvo que decirle adiós al proyecto de levantar la casa de sus sueños en un country de Los Nogales.

“Cada vez nos gustaba menos la vida de ciudad. Lo que más nos preocupaba era la inseguridad”, cuenta Romano. Tampoco les agradaba esa idea de vivir a las apuradas, de respirar aire contaminado. Todo eso había estado minando los estados de ánimo de la pareja. Lo conversaron en febrero, cuando regresaban de las últimas vacaciones familiares en Chile. “La pandemia se ocupó de poner el resto de las cosas en su lugar. Las tres primeras semanas encerrados en casa sirvieron para armar nuestro plan. Pensamos cuál era nuestro lugar en el mundo: Tafí del Valle. Y cómo íbamos a poder vivir ahí. Así surgió la idea de la panadería y boutique de pastelería. Yo al principio no quería dejar la academia de inglés, pero no iba a poder poner todas las pilas en este nuevo proyecto si seguía con mi cabeza en la ciudad”, cuenta Grisel, quien ya tenía algunas ideas de repostería y empezó a perfeccionarse un poco más.

Además del terreno que tenían, vendieron el auto de ella. Así compraron las máquinas para fabricar el pan y los equipos de frío para los exhibidores. Luego alquilaron el local y una casa para poder irse a vivir a Tafí. Anotaron a las niñas en la escuela de montaña y listo. Con mucho esfuerzo, ya lograron abrir la pastelería boutique, que se llama “Las rosas pan y café”. “No es fácil arrancar con un negocio, menos en plena pandemia y con mi falta de experiencia. Toda mi vida fue entre tizas y pizarrones. Pero aquí estoy muy feliz con el cambio”, dice mientras en una videollamada muestra el paisaje que le regala la ventana de la cocina. “No sabés lo que es despertarse así cada día; mis hijas están encantadas con el cambio. En parte pudimos hacerlo porque todavía son chicas”, dice con su sonrisa de mujer plena.

Ella está orgullosa de haberle dado un “flor de timonazo” a su vida. Hasta que se instalen bien su esposo sigue teniendo un negocio en la ciudad. “No me arrepiento de nada. Tengo los pies sobre la tierra, más firmes que nunca”, asegura. Dejó de vivir pendiente del reloj, y ese fue uno de sus grandes logros, apunta. Cada día disfrutan de vivir sin rejas, de salir a andar en bicicleta (y poder dejarla en una vereda sin candado), de las caminatas por el cerro, del paisaje montañoso, de la calidez de la gente. “¿Se puede pedir más?”, desafía Grisel, y no espera réplica.

Ahora, cada vez que baja para hacer algún trámite y pasa un rato por su casa de Villa Carmela se da cuenta de que no extraña para nada la vida que tenía ahí. “Yo tenía este sueño de vivir en paz. No fue fácil dejar todo lo que ya tenía armado y empezar de cero. Tenía un sueldo y estaba bien. Lloré cuando dejé la academia y lloré cuando vendí el terreno donde iba a construir mi casa. Pero ahora sé que quiero envejecer aquí”, concluye.

Salir de la zona de confort

La idea de abandonar todo e irse a vivir a la playa o a la montaña es casi un deseo universal. Sin embargo, quienes realmente se animan a hacerlo son muy pocos. Es que abandonar la zona de confort, el sueldo fijo, una carrera de años y una ciudad que conocemos de memoria no es una decisión fácil.

Los miedos, angustias, la incertidumbre por el futuro juegan un papel tan importante que muchas veces nos paralizan. Sin embargo, este año tan especial hizo que muchas personas se decidan o estén decidiendo dar un volantazo a sus vidas. La pandemia de covid- 19 y el contexto de aislamiento está llevando a mucha gente en el mundo entero a reflexionar sobre el futuro y a replantearse su estilo de vida en las grandes ciudades.

Tal vez la prueba más evidente de esto sean los constantes pedidos de argentinos que quieren irse a vivir en Punta del Este. Una encuesta realizada por el sitio de clasificados Zonaprop develó, además, que el 70% de los argentinos aseguró que la cuarentena les generó deseos de mudarse.

¿Qué hay detrás de este movimiento aún incipiente? Sin dudas, después de tanto encierro, hemos revalorizado la vida al aire libre. Pero hay más: Guillermo Neiman, investigador del Conicet especialista en sociología rural, consideró que la pandemia llevó a que se evaluara de forma mucho más crítica la forma en la que se estaba viviendo en las grandes concentraciones de habitantes. En el sitio web Infocielo, el experto explicó: “posiblemente esta circunstancia haya motivado a que sectores de la población que tenían en su agenda de vida la idea de desplazarse para vivir en pequeñas localidades o zonas rurales, se terminaran decidiendo”.

Comentarios