"Trato de disfrutar mucho de los bebés porque no sé si al otro día me voy a tener que aislar"
Los mellizos lloran. Llevan casi 10 horas sin ver a su mamá y para dos bebés de ocho meses eso es un montón. La ven aparecer y se desesperan por estar en sus brazos, se arrastran por el piso hacia ella. Pero todavía falta. A la doctora Belén Haurigot le llevará una media hora sacarse las zapatillas en la puerta, desinfectarse, bañarse y cumplir con todas las condiciones de asepsia para poder, ahora sí, reencontrarse con sus hijos.
“Es durísimo volver y ver que ellos lloran hasta que termino todo el ritual”, dice. El sentimiento es mutuo: ella también está desesperada por abrazarlos después de tantas horas de trabajo y de estrés.
Belén vive en un edificio situado frente al hospital Padilla, donde trabaja. Desde marzo, cuando el coronavirus llegó al país y comenzó la cuarentena, ese es el único trayecto que conoce. Sale de su departamento, cruza la calle, entra a la Sala de Clínica, atiende a más de 20 pacientes, sale del hospital y vuelve a cruzar la calle para regresar a su casa. Todo eso con una carga pesada en sus espaldas, la de poder trasladar el virus e infectar a su familia.
“Todos los días salgo con miedo de volver con el virus, y eso que extremo los cuidados. En el hospital ya no comemos en grupo y ni al baño voy por miedo a contagiarme, pero siempre está la incertidumbre”, reconoce. “Mi temor más grande es qué hago con los bebés si me enfermo, no tengo miedo de contagiarme yo sino de contagiar a mi familia”, agrega.
Por ese motivo lleva meses sin ver a sus parientes. “Tenemos que cuidarnos mucho porque no sabemos hasta cuándo va a ser. Es duro. Estamos viendo que se contagia mucha gente joven y se muere. En el caso de los niños, no son grupos de riesgo pero son portadores, por eso no quiero ver a mi mamá”, reflexiona. Sin embargo, Belén es cuidadosa a la hora de referirse a quienes no respetan la cuarentena a rajatabla: “mucha gente critica pero también es difícil de entender, desde marzo estamos encerrados y hay mucha gente deprimida. Pero es momento de no bajar los brazos y entender que el distanciamiento es el único remedio para todo esto”.
La ayuda, fundamental
Después de haber estado 10 horas en el hospital, con el estrés y las preocupaciones que la pandemia le sumó a su trabajo, la médica tiene mucho por hacer en su casa. Si la combinación de ser madre y trabajar no es una tarea sencilla, la dificultad se multiplica cuando hay mellizos bebés. “Por suerte tengo un marido perfecto que me ayuda un montón”, cuenta con orgullo.
Santiago Sancho Miñano es abogado y hace home office. Él se ocupa de la casa y, junto a la niñera, de cuidar a Emilia y a Santiago hasta que Belén vuelve del hospital. De ahí en adelante las tareas son compartidas, incluso durante la noche, cuando los bebés se despiertan a cada rato.
Hasta el momento Belén no tuvo nunca un síntoma de covid-19, pero como médica es consciente de la enorme cantidad de casos asintomáticos que existen. A eso se suma que muchos de sus colegas ya contrajeron el virus; cuenta que en su sala hay una doctora y varios enfermeros infectados. Con ese panorama, confiesa que la idea de enfermarse la vuelve loca: “todos los días llego a mi casa, abrazo a los bebés y trato de pasar mucho tiempo con ellos, de disfrutarlos mucho, porque nunca sé si al otro día me voy a tener que aislar”.
Mañana, cuando todavía esté oscuro y suene el despertador, Belén saldrá de la cama y comenzará nuevamente con todo el protocolo de bioseguridad. Mal dormida porque los mellizos lloraron durante la noche, cruzará la calle, entrará al Padilla y atenderá a sus pacientes, rogando no contraer el virus y no contagiar a su familia.