02 Septiembre 2020
Carlos Duguech
Escritor
Convivían en ella un singular sentido de la amistad, de los apasionamientos por causas convocantes de claro humanismo. En 1966, yo formaba parte del plantel de locutores de Radio Nacional y pude proponer programas especiales: “Narradores de Tucumán” y “Poemario del Norte Argentino”. A raíz de ello entrevisté algunas veces a Carola. Con Manuel Serrano Pérez, constituimos un trío gestor de ideas. Cuando el cierre de 11 ingenios, concretamos la edición de “Veinte poetas cantan a Tucumán” (1967). Y se decidió que el producto de su venta fuese destinado a comprar leche en polvo para las familias de los desocupados del azúcar. El libro se presentó a cielo abierto en la plaza Independencia. Mojón inicial para constituir una editorial. Y surgió la idea de Cartón de Poesía. Las ediciones alcanzaron los 80 números. Armonizamos un equipo de tres amigos con fuertes conexiones. Gozábamos con el trabajo. Carola unía la dulzura en el trato con los jóvenes, niños y animales a la contundencia de sus afirmaciones a la hora de fustigar políticas.
Mantuvo sin concesiones su hablar santiagueño (“de La Banda”, aclaraba). Cuando en una visita a su casa de Cafayate fui testigo de no sé cuántos perros y gatos habitando su living le había preguntado: “ya que quiere volver a Tucumán (lo ansió todo el tiempo, luego de la muerte de su única hija, “La Soñi”), ¿por qué no vende esta casa?” La pinta su respuesta: “¿y qué hacemos con esta gente?” Pude decirle a través del teléfono de Manuel, un amigo cafayateño, que en una semana iría a visitarla. Podía escucharme desde el hospital internada y, según este amigo, mostraba signos de aprobación. Para conocer a esta poeta en su más acendrada personalidad hay que leerla. En su obra está entera y auténtica.
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