La agenda educativa pospandemia comenzó a delinearse desde una decisión oficial: ningún alumno quedará de curso. La medida, acordada por los ministros de Educación de todos los distritos, fue recibida con un amplio consenso y obedece a la lógica de un momento histórico. Se explicó además cómo se articularán los trayectos de aquellos chicos que terminan el primario y el secundario, siempre con la esperanza de que ceda el volumen de contagios y sea factible reabrir las escuelas para la actividad presencial. Quedan, mientras tanto, situaciones complejas que deberán resolverse cuanto antes.
La primera, preocupante y extrema, pasa por los chicos que se desengancharon del sistema. Según datos del Consejo Federal de Educación, el 10% de la matrícula nacional quedó afuera del radar. Es una gigantesca masa de alumnos que no tuvieron contacto con los docentes a lo largo de 2020. No recibieron clases virtuales ni hicieron tareas, al menos las asignadas por sus maestros. El porcentaje varía, hasta ubicarse en las zonas más vulnerables de la Argentina muy por encima de ese 10% surgido del promedio general.
Qué será de esos estudiantes en 2021 es uno de los numerosos interrogantes que se abren. Otro porcentaje significativo corresponde a los chicos que sí consiguieron acceder al aula virtual, pero en inferioridad de condiciones a causa de la precariedad de los medios que disponen en su casa. El empleo de las herramientas tecnológicas motivó un aprendizaje acelerado en plena pandemia y quienes lucharon contra la obsolescencia de los dispositivos o los problemas de conexión a la web quedaron rezagados. De allí lo difícil que resultará la nivelación cuando los docentes se reencuentren con esos alumnos. Tendrán que analizar cada caso en particular antes de poner manos a la obra.
LA GACETA abrió el debate ayer, sumando a la opinión de docentes, directivos de establecimientos primarios y secundarios, dirigentes gremiales y padres la de los chicos. Todos aguardan las directivas que está preparando el Ministerio de Educación de la Provincia, mientras coinciden en un punto: quieren ser parte de la discusión. Hay una voluntad colectiva de sumar las experiencias acumuladas durante los meses de cuarentena a un proyecto superador, en el que se contemplen esas voces. Piden ser escuchados y tomados en cuenta antes de que se “bajen” disposiciones que, en algunas circunstancias, suelen funcionar en el plano de las ideas pero chocan contra la realidad.
Allá por mayo, septiembre asomaba como un horizonte promisorio cuando se hablaba de la vuelta a clases. Pero lo que se planeaba hace 90 días hoy parece lejano y extraño. No hay forma de que se retome la actividad presencial en el corto plazo, teniendo en cuenta la escalada de casos y las proyecciones para los próximos dos meses. De todos modos, la agenda educativa pospandemia avanza y merece la máxima atención de la sociedad en su conjunto, tal como lo expresaron los numerosos actores entrevistados por LA GACETA.
La crisis sanitaria reconfiguró el mapa educativo mundial y se sabe que muchos de los elementos incorporados por la fuerza a causa del coronavirus llegaron para quedarse, no sólo en lo que respecta al uso de la tecnología. Cambió el universo docente, cambió el universo familiar y el aprendizaje encontró caminos alternativos, al punto de que pedagogos y especialistas piensan en la escuela del futuro desde otros parámetros y miradas. Pero a la vez, la desigualdad en el terreno social y económico golpeó con toda la fuerza, por ejemplo en el caso de Tucumán. Creemos entonces que los desafíos que vienen son tan dificultosos que deben abordarse apelando a la participación plena y comprometida de toda la ciudadanía.