Una mirada al estereotipo de las mujeres de escritores

Una mirada al estereotipo de las mujeres de escritores

“Cada pareja es un pacto”, afirma Sylvia Iparraguirre, escritora y mujer de Abelardo Castillo.

SYLVIA IPARRAGUIRRE. Autora de “La tierra del fuego” y otras novelas. SYLVIA IPARRAGUIRRE. Autora de “La tierra del fuego” y otras novelas.
01 Septiembre 2020

¿Se debe o no reponer el nombre real a las autoras que firmaron con seudónimo masculino? ¿Está agotado el paradigma de “mujer del escritor” tras la muerte de Mercedes Barcha, esposa de Gabriel García Márquez? Estas y otras preguntas responde la escritora Sylvia Iparraguirre (1947) en una extensa columna que escribió para la agencia Télam, y que reproducimos aquí parcialmente.

Iparraguirre es autora de “La tierra del fuego (1998), novela ganadora de varios premios, entre ellos el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, que reconoce la excelencia del trabajo literario de mujeres en idioma español de América Latina y el Caribe. Fundó junto a su esposo, el escritor Abelardo Castillo, la revista El Ornitorrinco.

“No estoy de acuerdo en reponer los nombres propios de las autoras cuyas obras no quedaron asociadas a ellos. ¿En cuántas librerías donde se pida ‘El molino del Floss’, de Mary Anne Evans el vendedor sabrá que se trata de George Eliot, nombre al que la novela lleva unida nada menos que 160 años? ¿O ‘La charca del diablo’, de Aurore Dupin, entre la innumerable obra de George Sand?”, destaca Iparraguirre.

De inmediato subraya: “dejar al descubierto, en solapas o contratapas, los verdaderos nombres de estas escritoras y las circunstancias que las obligaron a tomar un seudónimo (cuando no fue su propia decisión) me parece mucho más potente como recusación del patriarcado editorial que asociar un título reconocido de su obra a un nombre desconocido para el lector común”.

Lugar común

Respecto del paradigma de “mujer de escritor”, indica que se refiere a la pareja en la cual el hombre es el escritor y la mujer ocupa un lugar sometido, a su sombra. “Tal como se me señala en el capítulo ‘Zenobia Camprubí’ (que sí leí) del libro de Rosa Montero ‘Historia de mujeres’ (que no leí)”, subraya.

La escritora considera que calificar a las compañeras o esposas de escritores con motes o lugares comunes repetidos hasta el cansancio en solapas mal hechas o en artículos de última hora, sin ningún interés real por la persona de Mercedes Barcha, no significa nada. “Como no debió significar nada para ella, intuyo”, afirma. “Hablar de Mercedes Barcha, la esposa y compañera de García Márquez me parece no sólo falto de ética sino simplemente un tema periodístico de bajo nivel. Se cubre con tres o cuatro palabras una relación compleja, como la de toda pareja, que muy pocos debían conocer de verdad”, agrega.

También se pregunta desde dónde se quiere revisar ese estatus opacado de una mujer, pareja o esposa de un escritor y con qué derecho se la juzga.

“Cada pareja es un pacto -dice categóricamente-. Conjeturo que el tema viene a cuento porque se habla de mujeres y eso hoy da rédito”.

Luego se pregunta: “¿Qué pasa entonces si hablamos de Paul Verlaine y Arthur Rimbaud quien le hizo la vida imposible, lo separó de la esposa e hijos y lo mandó a la cárcel, al mismo tiempo que los dos se amaban y escribían una poesía extraordinaria? ¿Qué pasa con Ida Baker, la abnegada amiga y por momentos amante de Katherine Mansfield, frecuentemente escamoteada en los prólogos y a quien la propia KM llamaba ‘mi esposa’, y a quien usó a mansalva en todas sus crisis, no sin dejar de quererla profundamente?”

A continuación se refiere a Oscar Wilde, “martirizado por el insoportable Lord Alfred Douglas” y también a Djuna Barnes, a la que califica de demoníaca, y sus modos de hacer sufrir a sus parejas. “¿Qué pasa con Sofía Andréievna y Tolstói, quienes, como queda patente en sus diarios personales que, además, se mostraban uno al otro, se torturaron mutuamente durante los 50 años de matrimonio, al mismo tiempo que ella le pasaba en limpio ‘La guerra y la paz’ y lo instaba a escribir hasta que él huyó de su casa a los 82 años?”.

No interpretar

“¿Qué pasa con Jenny von Westphalen, la aristocrática chica que se casó con un desheredado Carlos Marx, a quien mantuvo casi toda la vida mientras él escribía?”, sigue preguntando Iparraguirre. “¿No sería lo mismo para Mercedes Barcha, nunca musa o secretaria o cómplice mítica o sombra detrás de García Márquez, sino su mujer, siempre a la par?”.

“Una cosa es la literatura y el arte y sus protagonistas; otra muy distinta, dentro de ese ámbito, interpretar las razones íntimas, psicológicas o personales, por las cuales una mujer o un hombre se eligen y permanecen al lado de otra mujer o de otro hombre. Repito: no son cuestiones que vayan bien con la simplificación”, concluye.

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