Marcelo Bellagamba: “la música es como el agua, vital”

Marcelo Bellagamba: “la música es como el agua, vital”

Desde hace 27 años el compositor tucumano vive en España, dedicado a la producción discográfica.

PASIÓN POR LAS COSAS. Marcelo Bellagamba reivindica la forma que tenía su padre de comprometerse. PASIÓN POR LAS COSAS. Marcelo Bellagamba reivindica la forma que tenía su padre de comprometerse.

“¿Cómo andás, qué hacés, tigre?” La sonrisa del saludo expresaba su buena onda en los años 80, cuando el piano se animó a arrimar sus primeros sentimientos, corporizados en un disco en el sello Melopea. Luego partió a Buenos Aires a estudiar sistemas MIDI. Hace 27 años, España le abrió los brazos a su creatividad, que deambula desde entonces entre Madrid y Barcelona, donde oficia de productor discográfico y asistente de grabación. Luis Eduardo Aute, Martirio, Pablo Milanés, Ara Malikian, han sido algunos de sus “conejillos de indias” y destinatarios de su talento, y más recientemente, Marianna Kazakova, violinista rusa afincada en nuestra ciudad. “Recuerdo perfectamente el día que entró por la puerta de casa aquel ‘combinado’, un aparato que tenía una bandeja giradiscos y una radio. Todos los domingos que recibíamos la visita de nuestra nona María, pasábamos la siesta escuchando los discos de ópera de don Rigoberto, mi abuelo, el encargado de poner una y otra vez aquellos discos, era yo”, recuerda Marcelo Bellagamba, que vio la luz en la Italia, entre Rivadavia y Laprida, esa calle estrecha detrás de las vías del tren.

- ¿La música nació en el canto o en un instrumento? ¿Qué género te sedujo en la adolescencia?

- De pequeño solía ir de visita a mi tía Marta, ella tenía en su salón un enorme piano negro que me hipnotizaba. Nunca canté. Mi primera profesora de piano fue la señorita Manena, mujer encantadora que seguía métodos tradicionales: teoría, solfeo… Cada vez que se descuidaba corría a tocar el piano, me parecía un juego divertidísimo, hoy sostengo exactamente lo mismo. A pesar de que en mi casa había muchos discos de óperas, folclore y tango, la música que me identificaba era el rock sinfónico. Tiene lógica: un día mi padre quiso regalarme un disco de zambas y el vendedor de Yaraví le sugirió, y eso hizo mi padre, que me comprara “Samba pa’ ti”, de Carlos Santana.

- ¿Qué te llevó a estudiar ingeniería? ¿Concluiste la carrera o la derrotó la música?

- Nunca disimulé mi gran identificación con mi padre, un ingeniero enamorado y apasionado de su profesión, por ello sin dudarlo, al terminar mi colegio secundario me inscribí en la carrera de ingeniería. Faltando seis materias para terminar decidí que mi vida pasaría junto al piano. Con el tiempo comprendí que lo que me atraía de mi padre no era la ingeniería, sino la pasión por la que hacía las cosas.

- ¿Qué te atrajo de los sistemas MIDI?

- Los tecladistas que seguía en aquellos años de colegio eran Rick Wakeman, Keith Emerson… ellos tenían un gran despliegue de teclados en el escenario y todos ellos conectados entre sí por una interfaz llamada MIDI y me dije: allí vamos…

- Grabaste un disco muy lindo en Melopea con temas propios, ¿qué impronta tenían?

- La puerta del encuentro fue el primer disco que grabé, luego de haber dado un concierto en el Teatro Alberdi con un gran amigo, Bernardo Baraj, quien le acercó aquella grabación a Litto Nebbia y allí comenzó aquella historia. Sabía muy poco de grabar, supongo que compensaba esas carencias con ilusión y energía. Es un disco muy urbano que quiero mucho, de historias que musicalizaba.

- ¿Por qué te fuiste a España? ¿Comenzó una nueva historia en tu vida como productor discográfico, incluso de música sinfónica?

- Siempre digo que no elegí las mejores cosas que me pasaron en la vida, solo las vi y me hice cargo. Con España me pasó eso. Yo había vivido ocho años en Barcelona. En diciembre de 2001, estaba promocionando un disco de música clásica que había producido cuando la situación económica de Argentina voló por los aires; en ese momento me encontraba en Madrid y sin un peso. Sinceramente, uno no sabe si tiene las herramientas para hacerlo hasta que no está en esa situación. Tuve el inmenso privilegio de poder recomponerme dictando clases de sistemas de grabación, acompañando cantantes, haciendo arreglos de canciones, tocando el piano en hoteles. Un día, del estudio de grabación donde había producido aquel disco, me llamaron y me ofrecieron si quería reemplazar a su asistente de grabación, también me dijeron que tenía que hacer un curso de capacitación de cuatro meses para trabajar allí… En una milésima de segundo pasó por mi cabeza que era imposible aceptar trabajar cuatro meses para llegar a casa con más experiencia, pero sin dinero… Aun así acepté, a lo que Javier Monteverde, mi amigo y dueño de Cezanne Producciones, agregó: “solo puedo pagarte 1.000 euros por mes, comenzamos el lunes”. Ese día cambió mi historia.

- Trabajaste con Aute, Milanés, Martirio, Malikian, tendrás varias experiencias y anécdotas…

- Tengo muchísimas historias, anécdotas y por supuesto, experiencias, pero hay una que me encanta. Había escuchado, en un concierto multitudinario a Luis Eduardo Aute, allá por los 90. Un día, me comentan que Aute grabaría uno de sus discos en Cezanne y que yo sería asistente de grabación de esa producción. Recuerdo perfectamente el día que me dice: “Marcelo, ¿podrías imprimirme una de mis letras que tengo que grabarla? Y con letras grandes, por favor”. Y le dije: “algunas veces no nos damos cuenta de lo importante que es que alguien que uno admira, te llame por tu nombre”

- ¿El teatro te abrió la ventana de la composición?

- Mis comienzos en el mundo de la composición fueron por el teatro, muchos amigos de la Escuela de Teatro me pedían que les hiciera la música de su obra, así fue que un día llegaron Esteban Arana y Patricia Mansilla con una obra que presentaban como trabajo final, “Yo no soy ningún payaso”. Sentí que llevaba toda la vida esperándolos.

- ¿Seguís componiendo? ¿En qué línea estética o género musical?

- Nunca dejé de componer. En Barcelona hice la música para cinco obras de teatro y dos comedias musicales en catalán, y hay otras que compuse en Madrid.

- ¿Proyectos en carpeta?

- En estos momentos estoy trabajando en un nuevo disco mío, “Tiempo de promesas”, y estoy terminando de reescribir y grabar el musical “Le Petit Grand Hotel”, que se estrenó en Madrid en 2015.

- ¿Algún pedacito del pago sigue corriendo por tus venas? ¿Soñás con Tucumán?

- Siempre digo que soy una persona en construcción y mi base fundacional está en Tucumán; si cumplí un sueño, sé que lo soñé en Tucumán y cada viaje me recuerda las veces que me subí imaginariamente a los trenes que pasaban por delante de mi casa.

- Alguien decía que la música es para el alma lo que la gimnasia para el cuerpo, ¿es así?

- Es muy bonito eso, tal vez lo ampliaría un poco, en mi caso es como el agua… vital.

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