La Academia Nacional de Historia cumplió con la tradición pese a la pandemia y homenajeó ayer al último de sus académicos fallecidos, el historiador y periodista de LA GACETA, Carlos Páez de la Torre (h). En ese escenario virtual inédito, el destinatario del tributo fue evocado como “el gran tutor de la historia tucumana” por su colega María Sáenz Quesada mientras que Roberto Cortés Conde enfatizó su inquietud por rescatar a las figuras locales de la educación. Ambos oradores subrayaron la pasión de su par por contar la historia con estilo y detallismo. Estas semblanzas funcionaron como las palabras de despedida de Páez de la Torre (h), quien se integró en 2001 a la institución fundada por Bartolomé Mitre y ocupó allí el sitial 36 hasta su muerte acaecida el 27 de marzo.
Las condiciones epidemiológicas imperantes obligaron a trasladar a la aplicación Google Meet el plenario que en tiempos corrientes se reúne en la sede señorial porteña, que es un testimonio del pasado en sí mismo puesto que allí moró el prócer Antonio González Balcarce, y sesionó el Congreso Nacional entre 1864 y 1905. No fue sencilla esta primera deliberación en una sala digital, pese a los esfuerzos organizativos de la secretaria Vanesa López. Algunos tuvieron dificultades con la cámara, otros con el micrófono. “Cuando (el botón) está en colorado no se oye”, ilustró un catedrático a sus interlocutores. Al momento del homenaje, primer punto del orden del día, estaban “presentes”, entre otros, los académicos Fernando Barba (presidente), Miguel Ángel de Marco, Nilda Guglielmi, Cortés Conde, Sáenz Quesada, Eduardo Martiré, Guillermo Oyarzabal, Carlos Egües, Susana Frías, Natalio Botana, Andrés Regalsky, Beatriz Moreyra, Hernán Otero, Claudio Panella, Cristina Seghesso, Darío Roldán, Diego Alejandro Soria, Eduardo José Míguez, Eduardo Zimmerman, Marcela Aspell, Miguel Ángel de Marco (h), Samuel Amaral, Fernando Devoto y Marcela Ternavasio.
Luego de unos minutos de consultas y comentarios técnicos, Barba tomó la palabra y dio la bienvenida a los invitados especiales: Flavia Allende, la esposa de Páez de la Torre (h); sus hijas Flavia, Diana, Eugenia e Inés; sus hermanos y algunos amigos, como Pedro León Cornet y Pauline Groussac, y Daniel Dessein, presidente del Directorio de LA GACETA. Fiel al protocolo, Barba pidió unos instantes de silencio por la memoria del investigador tucumano y de inmediato abrió el micrófono de Sáenz Quesada.
La ensayista admitió que le había tocado una misión honrosa y a la vez triste. “Carlos aportaba a cada sesión su espíritu jovial, siempre dispuesto a la broma, y al comentario cáustico e ingenioso. Esa modalidad apenas disimulaba su aguda percepción de los procesos históricos y su voluntad de contribuir a conocerlos documentos en mano. Su capacidad para convertir la investigación más ardua en una prosa amena que atrapara al lector unida a una disciplina intelectual rigurosa lograron resultados formidables”, describió. Sáenz Quesada recordó que Páez de la Torre (h) se graduó de abogado con poco entusiasmo y se enamoró del periodismo cuando, veinteañero, entró a LA GACETA, donde se adentró en el tesoro de su Archivo. Fue un encuentro natural para quien llevaba prendida la llama de la curiosidad histórica desde niño, gracias a que su padre lo había incitado a leer “Santiago de Liniers”, de Paul Groussac.
Sáenz Quesada dijo que, además de concebir una producción bibliográfica vasta, Páez de la Torre (h) se las había ingeniado para “dejar discípulos”: “hace tres años nos contó con justificado orgullo la aparición de una colección de historia de los municipios tucumanos escrita por jóvenes. Si alguna vez se lo criticó por elitista, esta iniciativa lo desmiente”. La académica subrayó que Páez de la Torre (h) era un ser positivo. “Este apasionado de épocas pasadas estaba muy cómodo en el presente, sin nostalgia ni amargura. ‘La Argentina de hoy es mejor de la de cuando yo era chico’, sostuvo en un reportaje reciente. Seguramente esto era consecuencia de una vida vivida con plenitud y del hogar que formó con Flavia Allende. Solía decir que su familia le había dejado hacer a su gusto, en otras palabras, que lo había hecho feliz”.
Cortés Conde enfatizó el interés de Páez de la Torre (h) por los hacedores del proyecto educativo que permitió el progreso de la provincia, la región y el país. De esa inquietud nacieron las biografías que dedicó a Groussac, a Nicolás Avellaneda y a Juan B. Terán. “Extender la enseñanza, desde la elemental hasta la superior, y fijarle nuevas orientaciones y métodos fue la tarea que cada uno de ellos, desde su lugar, afrontó proyectando legislación; fundando escuelas normales y colegios nacionales, y con Terán (vino) también la Universidad de Tucumán, primero Provincial y, años más tarde, Nacional, que adquirió en el país y en medios académicos internacionales un reconocido prestigio”, expresó el especialista en historia económica. Y agregó que aquellos cambios educativos habían sido, quizá, el fenómeno más importante en el salto que desembocó en la Argentina moderna. Al igual que antes Sáenz Quesada, Cortés Conde destacó el papel de Páez de la Torre (h) en la conmemoración del Bicentenario de la Independencia en 2016. “En esta Academia era muy valorado. Pero fue LA GACETA, a lo largo de toda su vida y donde escribió su columna diaria, su hogar intelectual... Sentimos un gran vacío por la muerte de este gran historiador y, para mí, gran amigo”, aseguró. Con esas palabras terminó el acto al que algunos “asistieron” vestidos tan formales como si hubiese sido presencial. Es fácil imaginar que este apego a la elegancia habría halagado a Páez de la Torre (h), quien hasta el último aliento usó sus mejores galas y trabajó infatigablemente.